El método científico, técnica de planteo y comprobación

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Los especialistas científicos habitualmente no se interesan por el problema de la génesis de

las hipótesis científicas; esta cuestión es de competencia de las diversas ciencias de la

ciencia. El proceso que conduce a la enunciación de una hipótesis científica puede estudiarse

en diversos niveles; el lógico, el psicológico y el sociológico. El lógico se interesará por la

inferencia plausible como conexión inversa (no deductiva) entre proposiciones singulares y

generales. El psicólogo investigará la etapa de la "iluminación" o relámpago en el proceso de

resolución de los problemas, etapa en que se produce la síntesis de elementos anteriormente

inconexos; también se propondrá estudiar fenómenos tales como los estímulos e inhibiciones

que caracterizan al trabajo en equipo. El sociólogo inquirirá por qué determinada estructura

social favorece ciertas clases de hipótesis mientras desalienta a otras.

El metodólogo, en cambio no se ocupará de la génesis de las hipótesis, sino del planteo de

los problemas que las hipótesis intentan resolver y de su comprobación. El origen del nexo

entre el planteo y la comprobación —esto es, el surgimiento de la hipótesis— se lo deja a

otros especialistas. El motivo es, nuevamente, una cuestión de nombres: lo que hoy se llama

"método científico" no es ya una lista de recetas para dar con las respuestas correctas a las

preguntas científicas, sino el conjunto de procedimientos por los cuales: a) se plantean los

problemas científicos y, b) se ponen a prueba las hipótesis científicas.

El estudio del método científico es, en una palabra, la teoría de la investigación. Esta teoría

es descriptiva en la medida en que descubre pautas en la investigación científica (y aquí interviene la historia de la ciencia, como proveedora de ejemplos). La metodología es

normativa en la medida en que muestra cuáles son las reglas de procedimiento que pueden

aumentar la probabilidad de que el trabajo sea fecundo. Pero las reglas discemibles en la

práctica científica exitosa son perfectibles, no son cánones intocables, porque no garantizan

la obtención de la verdad; pero, en cambio, facilitan la detección de errores.

Si la hipótesis que ha de ser puesta a prueba se refiere a objetos ideales (números, funciones,

figuras, fórmulas lógicas, suposiciones filosóficas, etc.), su verificación consistirá en la

prueba de su coherencia —o incoherencia— con enunciados (postulados, definiciones, etc.)

previamente aceptados. En este caso, la confirmación puede ser una demostración definitiva.

En cambio, si el enunciado en cuestión se refiere (de manera significativa) a la naturaleza o

a la sociedad, puede ocurrir, o bien que podamos averiguar su valor de verdad con la sola

ayuda de la razón, o que debamos recurrir, además, a la experiencia.

El análisis lógico basta cuando el enunciado que se pone a prueba es de alguno de los

siguientes tipos: a) una simple tautología, o sea, un enunciado verdadero en virtud de su sola

forma, independientemente de su contenido (como el caso de "El agua moja o no moja"); b)

una definición, o equivalencia entre dos grupos de términos (como en el caso de "Los seres

vivos se alimentan, creceny se reproducen); c) una consecuencia de enunciados fácticos que

poseen una extensión o alcance mayor (como ocurre cuando se deduce el principio de la

palanca de la ley de conservación de la energía). Vale decir, el análisis lógico y matemático

comprobará la validez de los enunciados (hipótesis) que son analíticos en determinado

contexto. Muchos enunciados no son intrínsecamente analíticos: su analiticidad es relativa

o contextual, como lo demuestra el hecho de que esta propiedad puede perderse, si se

estrecha o amplía el contexto, o si se reagrupan los enunciados de la teoría correspondiente,

de manera tal que los antiguos teoremas se conviertan en postulados y viceversa.

Vale decir, la mera referencia a los hechos no basta para decidir qué herramienta, si el análisis

o la experiencia, ha de emplearse. Para convalidar una proposición hay que empezar por

determinar su status y estructura lógica. En consecuencia, el análisis lógico (tanto sintáctico

como semántico) es la primera operación que debiera emprenderse al comprobar las hipótesis

científicas, sean fácticas o no. Esta norma debiera considerarse como una regla del método

científico.

Los enunciados fácticos no analíticos —esto es, las proposiciones referentes a hechos, pero

indecidibles con la sola ayuda de la lógica— tendrán que concordar con los datos empíricos

o adaptarse a ellos. Esta norma, que distaba de ser obvia antes del siglo XVIII, y que

contradice tanto el apriorismo escolástico como el racionalismo cartesiano, es la segunda

regla del método científico. Podemos enunciarla de la siguiente manera: el método científico,

aplicado a la comprobación de afirmaciones informativas, se reduce al método experimental.

La ciencia. Su método y su filosofíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora