Capítulo 34.

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-¿La reconocen?. --preguntó el detective.


Ambos asentimos sin dudar. 


-Es Elizabeth, mi ex esposa. Es muy fácil reconocerla.

-Muy bien. Sabiendo quien es que tiene a su hija, todo es mucho más fácil. Ahora también alertaremos a toda la comunidad con el rostro de Elizabeth. 


..


Los días pasaron y mi aún no daba señales, tampoco la loca de Elizabeth. 

Por todo el lugar había pegadas fotos de Louise y de Elizabeth. ¿Yo? Yo vivía pegada al teléfono esperando que alguien me llamara y me dijera que las había visto. 


-Mi amor, tienes que comer, salir, tomar aire. --dijo Anthony-- Tienes días encerrada aquí. 

-Quiero a mi hija Anthony, es lo único que quiero. --lo abracé. 


Mi familia y también nuestros amigos más cercanos Cameron y Alessia, absolutamente todos habían salido a buscar a Louise desde el primer día que llegaron y todos han fracasado. 

Los primeros días prácticamente vivía en la calle preguntándole a cada persona que pasaba si no las habían visto, rogándoles que si las veían que me llamaran, que era una madre desesperada por encontrar a su hija. 


Cinco días después estábamos como al principio, sin rastros de ella. 


El teléfono sonó y respondí de inmediato. 


-¿Hola?.

-Vaya.. vaya Victoria... si que estás desesperada. --su voz era inconfundible.

-Dame a mi hija, te lo suplico.

-¿La quieres?. --soltó una risita.

-Por favor Elizabeth, deja de causarnos daño.

-Esta bien, te la daré.

-¿Es en serio?

-Si.

-¿Qué quieres a cambio?

-Escucha, vas a venir a Los Acantilados, solo pregunta por ellos y ya. No es muy difícil saber. Sólo tú y Anthony, nadie más. Si llega a venir alguien más con ustedes voy a matar a tu hija.

-¿Cuando y dónde?

-¿Ya mismo?. --rió-- Te espero querida. --cortó la llamada.


-¡Anthony! --grité desesperada.

-¿Qué pasa?. --llegó corriendo.

-Elizabeth llamó, quiere que vayamos a Los Acantilados o matará a nuestra hija.

-¿Dónde queda eso?.


Anthony llamó al detective, le rogamos que no mandara policías ya que eso había ordenado Elizabeth. Nos dijo como llegar a dicho lugar y aunque era algo arriesgado, era la única forma de mantener con vida a nuestra Louise.


Los acantilados como su nombre lo decía, eran dos acantilados separados por un río rocoso que corría furiosamente. Caer de ahí era saber que morirías, eran demasiado altos como para sobrevivir de una caída desde ahí. 

El lugar estaba solo, ¿nos había engañado?


-Hola tortolitos. --apareció en frente de nosotros con Louise en sus brazos. 

-Papi, mami. --estiró sus manitas.


Intenté acercarme pero Elizabeth me detuvo.


-Un paso más y la mato.

-¿Qué quieres?. --escupió Anthony con frialdad. 

-Yo tenía una vida perfecta, una hermosa casa, un embarazo perfecto y a un maravilloso esposo. --pausó-- Y luego todo se fue a la basura.

-Elizabeth, yo no tengo la culpa de nada...

-¿No? --rió irónica-- ¡Tú! Especialmente tú me robaste a mi esposo.

-Ya lo habías perdido antes de que yo lo conociera.

-¡Me robaste a mi esposo y ahora yo te robaré a tu hija!. --gritó.

-Elizabeth.. por favor.. --supliqué.

-Elizabeth nada.


Fue caminando de a poco hacia atrás, sabía lo que planeaba, quería aventarse, aventarse con mi hija en pasos. 

Corrí hasta ellas cuando sus pies tocaban el borde.


-Si intentas tocarnos, salto. --amenazó.

-Te lo ruego.. por favor, ten piedad. --sollocé.

-Piedad, piedad como la tuvo el desgraciado de Anthony cuando me dejó. 

-Te lo ruego. --murmuré-- Por favor. 


La bebé lloraba, lo único que quería era recibir sus brazitos que se estiraban hacia mí.


-Hasta nunca. --me dio una sonrisa macabra y saltó.


Anthony apareció corriendo rápidamente y logró halar del vestido rosa que Louise llevaba puesto.

Elizabeth se golpeó con grandes rocas y cuando cayó al agua, esta se tiñó de rojo por toda la sangre que había soltado al golpearse. Su cuerpo flotaba en el agua. Ella había muerto.


Abracé a Louise con todas mis fuerzas, Anthony nos rodeó a ambas con sus brazos fuertes y los tres miramos abajo.  Y aunque no había durado mucho, al fin había terminado. 


Los llantos de Louise cesaron, la policía llegó y el equipo de rescate sacó a Elizabeth del agua, efectivamente había muerto, incluso antes de tocar el agua y aunque Elizabeth  era un ser humano, no me dolió para nada su muerte. 


Ya no había nada que pudiera interponerse en nuestra felicidad... 








Romeo Santos, el mejor amigo de papá. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora