Capítulo 28.

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Anthony me miró con los ojos bien abiertos y se quedó unos minutos estático. De pronto empezó a balbucear cosas ilegibles. 


-Dios mío. --una enorme sonrisa se formó en sus labios y de pronto sus ojos se llenaron de lágrimas-- No sabes lo feliz que me haces Victoria. --me abrazó con delicadeza-- Y si es niño por ley debe llevar tan siquiera un nombre mío.

-Si es niño tú eliges el nombre. Si es niña lo elijo yo.

-Trato hecho. --estrechamos nuestras manos--

-¿Cómo quieres llamarlo?

-Mick.

-¿Cómo Mick Jagger?


Anthony asintió.


-Y tú, ¿cómo la llamarías?

-Louise. 

-Por Louise. --reconocí tristeza en su voz--

-¿No te gusta?

-No es eso, sólo que..

-¿Lo extrañas?

-Demasiado. --admitió--

-¿No crees que es momento de volver? 


Anthony negó entristecido. 


-Louise nunca va a perdonarme esto. Lo sé. 

-Pero es que ya pasaron tres años. Quizá ya lo olvidó.

-¿Olvidar que técnicamente me robé a su hija que en aquel entonces tenía diecisiete? No lo creo. --bufó--


Dimos ahí terminada nuestra conversación.


***


9 meses después: 


Estaba echando en la lavadora los abrigos más calientes de Anthony. Ya se venía diciembre, la temporada más fría del año y valía la pena estar bien preparados. 


Cerré la puertecita de la lavadora y de pronto sentí una patadita de él o ella. Aún no sabíamos cual era su sexo. Habíamos ido a varias ecografias, pero le pedimos al doctor que fuera sorpresa.


-Calma cariño. --acaricié mi barriga de nueve meses bastante crecida--


Pero esta vez me pateó tan fuerte que creí que iba a caerme. Me sostuve de la lavadora y cuando por fin me estaba recuperando, sentí un nuevo golpe. Estas no eran patadas. Al ser primeriza no las reconocí al instante, pero juraría que eran contracciones. 


-Maldita sea. ¿Justo hoy decidiste nacer?. A penas nazcas te voy a castigar. --mordí mi labio tras una nueva contracción--


Hoy. Hoy que el auto se había descompuesto y Anthony estaba a mitad de juicio sumamente importante. 


-Por favor, espera un poquito más bebé. --intenté sonar dulce, pero mi voz sonó más como un chillido suplicante--

Romeo Santos, el mejor amigo de papá. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora