SEGUNDA TEMPORADA: Prólogo.

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Miré mi reloj de mano una vez más. Este marcaba el cuarto para la una, entonces me dije que si la puerta principal no se abría en cinco minutos, le tendría que dejar varias llamadas perdidas aunque no le guste.


Estaba completamente a oscuras, tan sólo esperando. 


La puerta principal se abrió, enseguida encendí la lámpara, pero me lleve una ligera decepción al ver que era Louise.


-Mamá, ¿qué haces despierta?. --se sentó a mi lado.

-Espero a tu padre. --suspiré.

-No te preocupes mamá, seguro debe de estar trabajando.

-Llamé a Alessia y me dijo que Cameron en casa desde la siete porque Anthony decidió terminar el día temprano.


Louise me miró con un poco de pena y un ligero dejo tristeza.


-Mamá, de seguro debe estar estresado por el trabajo y habrá ido de copas con sus amigos.

-Tal vez. --murmuré.


Pero sabía que algo más pasaba. Algo andaba mal.


-Me voy a dormir ma, mañana hay escuela. Tú deberías hacer lo mismo. --besó mi mejilla-- Buenas noches.

-Buenas noches hija, descansa. --sobé su brazo mientras se levantaba.


Cuando escuché sus suaves pasos desaparecer, tomé el celular en mis manos y marqué el número de Anthony, pero antes de apretar el botón verte, este entró por la puerta.


-Me tenías preocupada. --corrí hacia él.


Mis manos fueron a sus mejilla e intente besarlo, pero se corrió.

Un rechazo más. 


-Estoy cansado.


Después de 18 años de conocerlo, y 16 de estar casada con él, Anthony se conservaba tan guapo como siempre. Cada día él parecía lucir mejor. 


En cambio yo lucia fatal. Estaba más gorda, y mi piel de porcelana se había marchado. Me arreglaba rara vez y aunque fuera triste decirlo, a mis treinta y cuatro años de vida, me veía de cuarenta y tantos. 


Cerré los ojos y me armé de valor para decirle lo que tenía en mente.


-Anthony, sé que algo no anda bien. Hace tres meses no hacemos el amor y esa vez fue porque casi te obligué. Llegas tarde, ya olvidé tu vos diciéndome te amo o alguna palabra de cariño. No recuerdo el sabor de tu piel, de tus labios o el calor de nuestros cuerpos abrazándose. ¿Qué está pasando?.


Cuando mis pupilas se levantaron, mis esperanzas de solucionarlo todo cayeron al suelo.

Él ni siquiera me había escuchado, él ya no estaba allí.


Me apoyé en la puerta mientras sentía mis ojos llenarse de lágrimas. Mi vista se nubló y poco a poco las gotas saladas salieron disparadas de mis ojos empapando mis mejillas enrojecidas. 

Poco a poco arrastré mi cuerpo abajo, hasta caer en el frío piso de mármol.

No eran alucinaciones, ni exageraciones mías. Mi matrimonio se estaba yendo al carajo. 


Luego de su rechazo había descubierto algo que me había partido el corazón... él olía a perfume de mujer... 

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Romeo Santos, el mejor amigo de papá. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora