Lunes, 20 de julio del 2015
—Hoy no trajiste croquetas, te volviste más generoso. Quizá llegó el día en el que el infierno se hizo hielo —bromeó Ariadna, forzando una insegura sonrisa.
—Yo también me cansé de comerlas; ha llegado el momento de innovar —le contestó, y sintió que aquellos ojos la traspasaban. La adrenalina corrió a través de sus venas y se formó un nudo en su estómago.
—Muchas veces se te olvida y eres agradable. Está bien —se sinceró un tanto nerviosa. Parecía que estaba cogiéndole cariño, aunque no podía estar del todo segura. Solo sabía que una vez fue capaz de hacerle sonreír y durante aquellos segundos dejó de sentir miedo. Fue como si el peso de aquella situación se volviera más ligero.
El asesino de mamá entró en la habitación y miró hacia ellos con escepticismo. Sin duda no le gustaba que hablaran; era listo. Los secuestradores no se relacionaban con los rehenes por razones obvias. Era un tipo alto, imponente como Duncan, y muy moreno de piel. Tenía aquel tono que se adquiría por el exceso de sol. Le recordaba a un albañil o trabajador de campo.
Sus ojos eran de un marrón oscuro casi negro y Ariadna no supo qué iris era peor; el acero de Duncan o los pozos del asesino de mamá. Era menos alto que Duncan, aunque un poco más corpulento. Tenía la nariz achatada y los labios finos y rosa claro. Su cabello era marrón claro, también, y Ariadna estuvo segura de que él, en conjunto, daba menos miedo que Duncan. Quizá por su ropa, que era más casual, o porque en aquellos instantes no tenía un arma cerca. De igual forma aquello no importaba; era el asesino de mamá y más le valía a Ariadna comportarse para que no la disparara.
Tuvo ganas de llorar y de golpearlo. La rabia burbujeaba en su pecho hasta tal punto que se vio cercana a explotar. Le odiaba y quería que se muriera; vengarse, terminar con su vida. El asesino de mamá se merecía sufrir de la manera más cruel posible pero, por desgracia, que ocurriera aquello estaba fuera de la potestad de la chica.
—¿Qué hacéis ahí sentados? —inquirió el asesino de mamá en tono acusador—. ¿Te estás tomando té con pastas con la niña?
Duncan se tensó y apretó sus labios en una fina línea.
—¿A qué has venido, Thiago?
—A asegurarme de que las cosas van bien. El jefe no se fía de que mantengas a la chica en condiciones. Recuerda, Duncan, no puedes tocarle ni un pelo; la queremos entera hasta que Márquez nos pase la pasta.
Las ganas de llorar se acentuaron en el pecho de Ariadna. Papá no iba a pasarles el dinero y, cuando aquello ocurriera, ella moriría como mamá. Y su cadáver terminaría en un descampado. Y su vida, sus ilusiones y sueños se pudrirían a manos de los gusanos en un charco de sangre.
***
Siento abandonar la historia. Estoy un tanto bloqueada, ¿sabéis? Y me cuesta continuarla :/
Gracias a los poquitos que me leéis <3
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Crónica de Estocolmo
RomanceEl asesino no sabe qué hacer. Ahora mismo tiene a Ariadna, su víctima, prisionera en su casa. Y de lo único que tiene consciencia es de que es incapaz de matarla. Créditos de portada a @Hagastian *-* <3