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Miércoles, 22 de julio del 2015

—Si mi padre no os da el dinero moriré, ¿verdad? —se atrevió a preguntar Ariadna.

Duncan la miró. Estaban sentados el uno al lado del otro y, como se empezaba a volver costumbre, el iris marrón de la chica traspasó al del asesino como si pudiera ver a través de él. Duncan no contesto, solo le sostuvo la mirada con el rostro impertérrito.

—Conforme pasan los días creo que me importa menos la idea de morir. Con tan solo dieciocho años voy a saber lo que es morir. —Hizo una pausa. —¿Sabes si morir duele, Duncan? Yo no quiero que duela, pero siento que lo hará.

—¿Por qué estás tan segura de que vas a morir? —Aquellas palabras terminaron de resquebrajar la coraza que había empezado a construir aquellos días.

Ariadna retuvo su aliento y, acto seguido, lloró. Mucho, se ahogaba. Su cabeza empezó a dar vueltas y más vueltas. Papá no iría a por ella e iba a morir. Asumirlo, lo estaba asumiendo, pero le hacía tanto daño. Sus sueños, pensaba en sus sueños, y los recordaba con nostalgia. Su vida se había convertido en un lienzo desdibujado; en una jaula repleta de sangre y dolor.

—Papá no va a venir —articuló en un tono apenas audible—. Nunca vino a por mí y no va a hacerlo ahora. No le importo, Duncan, nunca le importé. Mi padre es una persona a la que nunca llegué a conocer: no sé cuál es su aspecto y la única información que tengo de él es el dinero que pasaba a mamá de manutención y un estúpido regalo en navidad todos los años. No le importo, Duncan, no le importo. Y me vais a matar, ¿cierto? Y admitir ahora mismo esto solo hará que este corredor de la muerte termine. —Emitió un jadeo estrangulado. —Solo quiero acabar con esto, por favor.

Mareada por el peso de sus lágrimas, Ariadna se hizo un ovillo en el suelo. Temblaba y se convulsionaba perdida en su pena. Morir, iba a morir. Muerta como mamá, como las ilusiones de salir de aquel zulo.

Cuando atinó a recobrar parte de su compostura se encontró con los ojos azules del asesino mirándola, burlándose de su tesitura. Rabia, le asaltó la rabia, y chilló.

—¿A qué esperas? ¡Coge esa puñetera arma y méteme un tiro entre las cejas! ¡Lo estás deseando, solo hazlo!

Embistió hacia él hasta empotrarlo contra la pared. Duncan la tomó por sus brazos y la empujó hasta dejar caer su cuerpo sobre el de la chica en el suelo. Ariadna sintió el peso del asesino incidir en puntos demasiado indecentes. Sus brazos eran fuertes y gruesos. Desde aquella postura atinó a ver el dibujo de sus tatuajes: eran un mandala, un intrincado de imágenes incoherentes como lo era él mismo.

—¡Suéltame! —gritó sin aliento—. ¡Eres un estúpido sin sentimientos que se burla de mí! ¡Déjame salir, imbécil, cabrón, hijo de...! —Duncan movió una de sus manos hasta la boca de la chica, sorprendido. Era la primera vez que la escuchaba emitir algún tipo de improperio.

—No me esperaba que tuvieras unos modales tan cuestionables —la increpó un tanto divertido, lo que irritó a Ariadna todavía más si cabía. En respuesta mordió su mano con todas sus fuerzas hasta hacerlo sangrar. Duncan la retiró, conmocionado, y apretó su cuerpo con más fuerza aún contra el de Ariadna.

—¡Mátame, joder!

El rostro del asesino se aproximó al de la chica hasta que sus alientos se juntaron y Ariadna, loca de rabia, tomó la que consideró posiblemente como decisión más estúpida: lo besó.

***

Aquí está el capítulo conflictivo; el que no me acaba de convencer. Creo que las catarsis no se me dan bien :/

Dadme vuestra opinión al respecto, por fa ^^

Nos leemos <3

Crónica de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora