CAPÍTULO 2

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Alexandra ayudaba a su hija a empacar, Aryana no recordaba mucho de la noche anterior. Lo único que sabía era que ese día se iría para no regresar. Pensó en sus amigos, había crecido en la Tierra, sabía que no era su mundo, que provenía de Siris, la Ciudad del Concilio. Que sus padres huyeron años atrás para protegerla de la profecía, que tenía poderes que no conocía ya que en la tierra no se podían desarrollar.

Desde que empezaron las pesadillas Aryana bombardeaba a sus padres con preguntas a las cuáles en su mayoría, ellos no tenían respuesta. Alexandra trataba de no llorar, debía ser fuerte por ambas.

-Creo que...... -Aryana no terminó la frase y rompió en llanto. Estaban abrazadas cuando John tocó la puerta para informar que Jeremain había llegado. Bajaron en silencio, John cargaba la maleta de su hija.

-Despídanse. -Solicitó Jeremain con cierto placer, como si disfrutara aquel momento.

-¿Por qué no pueden venir conmigo? -Pregunta Aryana entre sollozos.

-Ya no somos bienvenidos en Siris, ahora éste es nuestro hogar.
-Contestó John con la mayor serenidad que pudo mostrar.

-Pero nos volveremos a ver ¿Cierto?

-No hay que perder la esperanza.
-Respondió Alexandra con las lágrimas amenazando salir a tropel.

-Es tiempo. -Escapó decir Jeremain impaciente.

-Los amo. -La joven los mira con ojos cargados de dolor.

Alexandra no lo resistió, subió las escaleras y se encerró en el cuarto de su hija.

Aryana volvió a ver a su padre y corrió hacia él abrazándolo con fuerza. John dejó escapar unas traviesas lágrimas sin que tuviera control sobre éstas, pero no pudo decir nada.

-Niña no tengo todo el día. -Insistió Jeremain con brusquedad. Ella se acercó a él echando un último vistazo a la casa y a su padre que parecía una estatua, con una marcada tristeza en su rostro. Un portal se abrió en la sala, parecía una puerta uniforme de un brillante grisáceo.

-Adelante. -Le indicó Jeremain.

Ella tomó su maleta pero para su sorpresa Jeremian agregó: -No la necesitas. -Volvió a ver a su padre y le entrego el equipaje. Después, siguiendo a Jeremian atravesó el portal. Fue una sensación de succión, como si cada partícula de su cuerpo se desprendiera y callera al vacío. Cuando llegó al otro lado sintió náuseas y arqueándose vomitó lo que había desayunado.

-Siempre ocurre la primera vez. _Le afirma el hombre ofreciéndole un pañuelo para que limpiara su boca. -Te lo puedes quedar.

Ella lo fulminó con la mirada pero él apenas la determinó. La habitación donde habían llegado era pequeña, parecía una de esas estancias de los castillos medievales, alumbrada únicamente con antorchas pero lo que llamó su atención era que las llamas se sostenían en el aire, bolas de fuego flotando.

Aquello parecía un laberinto de túneles, las paredes eran de piedra. Una puerta de madera con grandes bisagras les anunció el fin del camino. Jeremain se detuvo y mencionó unas palabras: "Baray ac" y la puerta se abrió con un leve chirrido. Cuando la cruzaron desapareció quedando únicamente la pared desnuda. Ella se sorprendió pero no dijo nada, salieron a una sala iluminada con grandes ventanales cuyos vitrales de vivaces colores representaban una batalla, cinco jóvenes luchando contra una horrorosa criatura. Aryana sintió un escalofrío que le recorrió la espalda, ¿Sería ella una de esas figuras? La sala estaba desierta y no había ningún mueble ahí, ¿Qué clase de lugar era ése?

-Es la Sala de Meditación.

-¿Qué?

-El lugar que pisas, es la Sala de Meditación. Aquí sólo vienen aquellos que necesitan un momento a solas para poner sus ideas en orden.

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