Aryana se encontraba en la que vida fuera la recamara que compartiera con Aldrish. Tocó las sábanas y se sonrojó al recordar que ella y él hicieron el amor sobre esa misma cama. Miró a su alrededor, todo le era familiar, sintió una punzada de dolor, se acercó a una cómoda y al abrir una gaveta encontró un medallón que colgaba de una cadena plateada. El medallón era azul con flores blancas y al tocarlo su mente nuevamente regresa al pasado.
-Es hermoso Aldrish. _Expresa Alain a su esposo que procede a colocárselo en su cuello.
-No tanto como tú mi amor. Me alegro que te guste.
Alain lo abraza, se sentía protegida entre los brazos de su amado, se mantuvieron así unos minutos, simplemente disfrutando el uno del otro hasta que tocaron a la puerta.
-Adelante. 'Espeta Aldrish algo molesto por la interrupción.
Ingresa uno de los guardas reales.
-Mi Señor perdón la intromisión pero se le requiere de inmediato, el Concilio está reunido.
Aldrish dibuja una expresión de interrogación en su rostro pero asiente con la cabeza.
-Nos vemos luego. -Se dirige a su esposa mientras besa su frente. Para luego salir de la habitación.
Alain se encontraba de espaldas, cuando escuchó el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose al paso. Unos brazos fuertes la rodearon por detrás a la altura de la cintura.
-¡Meliakán! -Expresa ella sin darle tiempo de reaccionar.
-Sólo quería verte. -Escucha aquella voz aterciopelada.
-Déjame. -Se libera de su agarre.
-No sabes cómo me duele tu indiferencia.
-Soy una mujer casada, amo a Aldrish, entiende que lo nuestro no puede ser.
-Oh mi reina, sé que aún sientes algo por mí, lo puedo ver en tus ojos.
-No sé qué crees ver, no negaré que en un principio me atrajiste, pero a quién mi corazón pertenece es a mi rey. Acéptalo Meliakán, nos harás la vida más fácil a ambos.
-No renunciaré a ti tan fácilmente mi reina.
Y al decir esto se acerca buscando sus labios pero ella le responde dándole una bofetada.
-No te vuelvas a acercar a mí, no eres el mismo, has cambiado. Hay odio y rencor en tu interior, Helia me ha advertido sobre ti.
Meliakán ríe para sus adentros mientras toca la mejilla adolorida.
-No te se olvide que me has revelado muchas cosas que sólo son del conocimiento de la Unión.
-Eso fue un error, te lo dije porque confiaba en ti, porque yo.... _Deja la frase en el aire.
-Porque me amabas. -Termina de decir él.
-Porque creí amarte. -Corrige ella.
-Ya te arrepentirás de tus palabras, destruiré todo lo que es importante para ti, te veré de rodillas pidiendo clemencia por los tuyos.
-No te atrevas. -Contesta Alain alterada.
-No recordarás nada de esta conversación mi reina.
-¿Qué? ¡No! -Sus labios son atrapados con rudeza, ella forcejea por zafarse pero él es más fuerte. Maliakán abre la boca y aspira, una luz emana de ella, acaba de robar sus recuerdos. Alain queda recostada con su cabeza pegada en su pecho, comienza a reaccionar y se aparta bruscamente al reconocer quién estaba junto a ella.
-¿Qué haces aquí? -Inquiere.
-Nada, sólo pasé a saludarte.
-No deberías, márchate.
-Disculpe mi reina. -Hace una reverencia antes de retirarse.
El hombre se retira dejando a Alain pensativa. La cabeza le duele por lo que decide recostarse.
Aryana vuelve a la realidad y comienza a llorar con desconsuelo. No podía creerlo, culpaba a Helia y siempre fue ella. Traicionó a su gente confiando en un ser despreciable que se aprovechó de sus sentimientos.
Sintió nauseas, se recostó sobre la cama mientras que los sollozos inundaban la habitación. ¿Cómo podría ver a Chace a la cara? no merecía ser parte de los Elegidos.
Lloró hasta que ya no tuvo lágrimas Que derramar, oscureció en Letvian y los rayos lunares se colaron por la ventana que estaba abierta. Recordó las palabras de la Hechicera, que podía volver a haber traición, ¿Qué significaba eso? Odió a Alain, se odio así misma por ser su reencarnación. Aunque sabía que ella no lo había hecho adrede, confió en la persona equivocada y también tenía claro que Alain amaba verdaderamente a Aldrish, que lo que creyó sentir por Meliakán no era real, sólo una ilusión. Se dejó deslumbrar por su carisma, la persuadió con su aterciopelada voz, la utilizó.
Ahora entendía por qué Alain nunca tuvo la premonición sobre el ataque a Letvian, Meliakán selló sus pensamientos para que no pudiera verlo. Se sobresaltó cuando la puerta se abrió y Meliakán ingresó sentándose junto a ella en la cama.
-No quiero verte, por favor déjame sola.
El hombre observa el relicario en su mano.
-Así que ya lo sabes, ¿Cierto?
Aryana no le contestó, ni siquiera lo volvió a ver.
-Déjame terminar la parte que no conoces.
-Después de eso intenté derrocar a Aldrish pero la bruja de Helia supo de mis intenciones y fue cuando fui expulsado a la Dimensión Prohibida. Creían que al exiliarme se desharían de mí pero fue todo lo contrario. En la Dimensión Prohibida encontré el cristal oscuro y supe de inmediato de su poder, y estaban estas desvalidas criaturas, los Orgas, y otros seres, mentes simples y manejables, así que tenía los medios y un ejército a mi disposición para vengarme y lo hice. Tu muerte fue lamentable e inútil, enfrenté a Aldrish y tú apoyaste a tu esposo así que.... bueno eso ya no importa, estás aquí ahora.
-Me estrangulaste ¿Verdad? Así fue como murió Alain.
-Sí, créeme que me arrepiento de haberlo hecho, pero estaba ciego por los celos. Cuando lo hice Aldrish se volvió loco y a la vez vulnerable, no fue tan difícil eliminarlo.
Aryana siente una gran repulsión hacia Meliakán, no entendía cómo Alain pudo sentir algo por él en el pasado. Lo mira con desprecio.
-Tus amigos están por venir, lo presiento. ¿Qué te parece si les damos una cálida bienvenida?
En un rápido movimiento le quita el relicario envolviéndolo un humo negro.
-¿Qué haces? -Pregunta Aryana desconcertada.
Meliakán sonríe y en contra de su voluntad se lo coloca. Inmediatamente los ojos de Aryana pierden el brillo y la pupila crece un poco más pero al momento vuelve a la normalidad.
-Ahora mi querida reina, seguirás mis órdenes y nuevamente por tu causa, tu querida Unión será destruida definitivamente.
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LOS ELEGIDOS
FantasyPortada cortesía de Javiera Sepulveda. Aryana es una chica normal de 17 años, o al menos esa es la imagen que proyecta. Sus padres y ella vienen de otra dimensión y habitan en la tierra para protegerla de la profecía. Pero el Concilio desesperado p...