CAPITULO 18

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Meliakán caminaba junto a Aryana acompañados de una escolta de Orgas, después de un recorrido por el palacio de cristal la lleva a la ciudad, la que alguna vez fue una hermosa y próspera civilización ahora no era más que ruinas y desolación.

Deseó recordar cómo sería Letvian antes del ataque. Era primavera y se sentía un olor dulzón en los alrededores posiblemente porque la ciudad estaba rodeada de campos de flores. De repente, su cabeza empezó a doler y escuchó lamentos, voces que agonizaban y gritos de terror, miró a los lados, una silueta la sobresaltó. Prestó atención y logró ver a un niño, tendría unos ocho años, su mirada triste e hizo que el corazón se oprimiera. El niño salió corriendo y ella instintivamente hizo lo mismo detrás de él.

-¿Qué haces? -Meliakán la sigue.

Ella lo ignora, ¿Qué no veía al niño? Los Orgas vuelven a ver a su amo que les indica que no hagan nada, de todas formas no tenía a dónde ir.

Atravesaron la ciudad hasta llegar a sus afueras, cuando Meliakán supo a donde se dirigía quiso detenerla pero ya era tarde, Aryana había llegado a su destino.

Una fosa común fue cavada y dentro de ella cientos de cadáveres apilados uno sobre otros, mezclaban el olor de las flores con el de la muerte. Sus cuerpos en proceso de descomposición hicieron que Aryana se arqueara y fue cuando lo vio, debajo de una mujer el niño de cabellos dorados sobresalía sin vida.

Fue demasiado para ella, comenzó a llorar, trató de llegar a él pero Meliakán la sostuvo del brazo.

-Suéltame. -Espetó con furia. -Tú hiciste esto. -Señala hacia la fosa. _¿Cómo puedes ser tan cruel? Hay niños ahí, gente inocente.

El hombre no se inmuta ante sus palabras, luce pasible y sólo se limita a decir: -En la guerra siempre hay bajas, es inevitable.

-¿Cómo puedes decir eso? ¿Por qué viniste a Letvian?

-¿Crees que podamos hablar en otro lugar? por favor.

Su sutileza al decirlo confundió a Aryana pero tampoco quería estar ahí, así que se alejaron hasta llegar a una plazoleta tomando asiento en una banca de piedra.

-Yo alguna vez fui ciudadano letviano.

Aryana lo mira sorprendida y espera que continué hablando.

-Tenía ideales diferentes, sentía que se podía gobernar Letvian desde otra perspectiva, se lo comenté al Concilio, la iniciativa de ir a otros mundos y conquistarlos, traer esclavos, expandirnos. Pero ellos dijeron que mis ambiciones eran erróneos y me ignoraron. Mi familia pertenecía a la realeza, el rey Aldrish y yo éramos primos. El día que llegaste al palacio pensé que eras la mujer más hermosa que había visto nunca, tus achinados ojos marrones se posaron en mí solo unos instantes y supe que te amaría hasta el fin de mis días.

Aryana abre sus ojos como platos y no puede evitar dejar salir un sonido de exclamación.

-Pero estabas comprometida con él, serías su esposa, aun así me acerqué a ti, me gané tu confianza y amistad, llegamos a ser muy unidos.

-¿Qué tan unidos? - Aryana titubea.

-No lo recuerdas pero me amaste, el problema es que te enamoraste de los dos. Tus sentimientos se encontraban divididos. Una noche te pedí que huyéramos juntos pero me respondiste que tenías un deber con Letvian que aunque sentías algo por mí a él lo amabas más.

Meliakán deja salir estas palabras cargadas de resentimiento. -Te casaste con él, y ése día resplandecías de la felicidad, mientras yo me consumía de ira y celos. Poco tiempo después se formó La Unión, el Óvalo escogió a cinco personas y les otorgó dones específicos para proteger Letvian, sus protectores, ¡bah! _Exclama con burla.

-¿Quieres decir que no nacimos con estos poderes?

-No mi querida reina, el Óvalo sabía que una oscuridad cubría a Letvian así que hizo lo que creyó conveniente para proteger a los suyos.

-Hablas del Óvalo como si tuviera conciencia.

Meliakán sonríe sin ganas, Aryana no puede negar que al estar con él despiertan sentimientos que ahora comprende de dónde provienen.

-Alguien alguna vez se enteró de lo nuestro. -Quiere saber.

-No, siempre fue nuestro secreto.

-¿Qué pasó? ¿Quiero saber más?

Meliakán la observa detenidamente, pero su mirada encierra ternura, la mira casi con adoración. ¿Cómo puede ser éste el hombre que destruyó una ciudad y mató personas sin piedad? ¿Cómo puede este hombre con facciones tan perfectas y bellas ser el mismo que en sus sueños la estrangula?

Meliakán se aproxima a ella, Aryana lo mira con interrogación, se acerca más y es cuando se da cuenta de sus intenciones. A diferencia de los Elegidos, él era un adulto, muy atractivo y por quién definitivamente había sentimientos encontrados pero antes de que pudiera tocar sus labios se aleja de él, amaba a Chace y no lo traicionaría.

El hombre volvió a sonreír pero esta vez se reflejó la amargura que le causaba el rechazo de Aryana. La dulzura que vio hace unos segundos desapareció y unos ojos fríos e inexpresivos ocuparon su lugar.

-Aprenderás a amarme de nuevo, y por cierto odio esas cosas que traes en tu cabello. Y pasando la mano sobre éste, los reflejos desaparecieron. -Mucho mejor.

-Regresamos. -Dejó ir de pronto colocándose de pie. -El Árbol Sagrado está por dar su fruto, tenemos que planear dar una calida bienvenida a tus amigos.

Una sonrisa maligna se dibuja en su rostro que hace que Aryana se estremezca de temor.

LOS ELEGIDOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora