En una oscura y no tan tormentosa noche me encontré perdido, nostálgico y adolecido. Mientras miraba aquel cielo sin luna ni estrellas, pensaba en la falta de emoción en mi vida. No tenía nada que hacer, nadie con quién contar, hablar, molestar, festejar o llorar; sencillamente, no tenía a nadie. ¿Podría alguien morir de soledad? Sentía aquello tan cerca; a la muerte. No importaba si era un joven sin consciencia o un viejo acabado por los años, siempre la sentía cerca, girando a mi alrededor. Quizás me estaba preocupando demasiado, pensando demás. No me invadía la tristeza, pero sí la frustración.
Aquella noche, decidí hacer algo nuevo, sin temer a las consecuencias. Al siguiente día, emprendí mi aventura, estuve en todas partes, conquiste las tierras más hermosas, baile con las personas más encantadoras y cautivadoras que uno se podría encontrar, charlé con más de un cantinero contándole mis penas y aprendí docenas de idiomas. Conocí a quien fue mi mejor amigo, conocí a mi acompañante de la eternidad. Me hirieron y lloré. Amé y correspondí. Me amaron e hice pedazos ilusiones con bellas palabras. Me equivoqué, caí, y muchas veces no pensé en levantarme. Pasé los peores momentos de mi vida. Pasé los instantes más hermosos... Ni una sola vez me molesté en mirar al pasado. Ni por un momento pensé en el futuro.
Fui egoísta, lo admito. Muchas veces engañé para salirme con la mía. Y así conocí a mi mejor amigo, un timador y estafador de mala fama que me ofreció la mano cuando estaba a punto de desfallecer. Una vil rata de alcantarilla que me acompañó en cada uno de mis viajes y nunca me abandonó a mi suerte. Alguien que siempre me cubría las espaldas y me defendía ante cualquiera. En uno de mis tantos viajes a su lado, en una borrachera, tambaleante, fui a caer frente a una pequeña casa de aspecto colonial. En ese entonces, fue todo un alivio, sentía que la entrada era muy cómoda para dormir, y así lo hice, hasta que alguien me despertó, gruñendo y quejándose de quien frente a su morada se encontraba. Fue sencillamente la persona más hermosa que en mi vida podría haber visto. Sí, sencillamente, porque era así, una persona sencilla, pero hermosa. Alguien que no iría de la mano con mi adquirida extravagancia. Pero en unos años lo hizo, y yo me sentía feliz. Muy feliz.
Y fui feliz por años. Seguí con mis aventuras, seguí viendo conociendo sitios, llegué a conquistar el mismísimo Dorado, descubrí los secretos del universo, y por ello más de una vez me fallaron. Caí en desgracia con mucha gracia. Bailé y canté hasta las tantas. Timé a muchos inocentes más. Vi vidas llegar, vidas ir y vidas desperdiciarse. Llené mis bolsillos de sabiduría y mis ojos de historias. Me maravillé.
Y de pronto, me encontraba de nuevo en medio de una noche sin luna o estrellas, pensando sin emoción alguna en todo lo que había pasado, en todo lo que había sufrido y lo que había gozado. Ninguna lágrima salió, porque de nuevo, no tenía con quién llorar.
ESTÁS LEYENDO
Caída
Short StoryY tú, ¿lograrás sobrevivir a la caída? Libro de relatos cortos. No se permiten copias y/o adaptaciones. Registrado en Safe Creative bajo el código: 1407181492140