Primera caída

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Primera caída


―Uno, dos, cinco, siete, tres, tres...No, no. Uno, dos, tres, diez, ocho, cinco...―Frustrada, la criatura golpeó el duro suelo con su puño, haciendo que este empezará a denotar un color rosado en contraste al resto de su piel.― ¡No, no, no!―Elevó su voz un poco más de lo acostumbrado.―contar, debo contar...contar para prevalecer. Uno, dos...―Volvió a repetir el proceso con brutalidad, desesperada.

La cosa, acurrucada en un rincón de la blanca y silenciosa habitación, siempre repetía este proceso, enojándose al fallar, descendiendo cada vez un poco más a tal punto que la locura quedaba corta.

Siempre que la veía, esa criatura contaba. Contaba sus dedos, sus costillas, sus amarillentos y ya casi inexistentes dientes e incluso su deteriorado y seco cabello, el cual parecía ya no resistir y querer caer como una hoja en otoño, para morir y poder ser librado de su miseria. Hace ya varios años atrás, había conocido a esa inquietante criatura, la conocía tan bien...Cuando la conocí, lucía normal, como si fuera como yo.

Luego de un tiempo, en el cual me desconcertaba cada vez más, noté lo que en realidad pasaba. Esa cosa no era humana, simplemente no debía serlo. Lo podía ver es sus ojos llenos de timidez e inocencia, no debía dejar que me convenciera.

Con el tiempo, decidí llamarla Ide, complicando las cosas para mí. Era una criatura, no debí dejarle tener un nombre. Permitirle tener un nombre era el primer paso a encariñarme con ella, una criatura como aquella no merecía cariño, no merecía nada de nadie. Era sólo un objeto más.

Ide, con el paso del tiempo, se volvió mi amiga, se incrustó bajo mi piel. Ella, poco a poco, logró su cometido. Logró que fuéramos una sola cosa. Todo comenzó con palabras, comenzó con juegos que me dieron lecciones. Ide pronto fue mi mayor influencia, pero lo que me hizo ser, no tuvo perdón.

Me formó y me mostró los hábitos que debía tomar frente a los demás, me mostró quién ser. Con cada cosa que me enseñaba, se hacía más fuerte y más hermosa. Me enseñó y me instruyó sobre el camino que debía tomar y recorrer. Ella siempre estaba ahí, siempre conmigo.

Ide era yo.

Pronto, cosas empezaron a llegar. Ide luchaba, ella no dejaría que nada se interfiriera en su cometido, haciéndome a mí pagar las consecuencias de su lucha contra toda cosa que la atormentara, y bajo su visión, me atormentaban a mí también.

Constantemente Ide me miraba y susurraba cosas como: "Ten fe en mí", "Todo estará bien", y lo que más me perturbaba "Mientras tú y yo seamos una sola, ganaremos. Acabaremos con todo."

Un gemido seguido de gritos y golpes me hizo volver mi cabeza hacía la cosa que una vez me había guiado, sólo para notar como me miraba con sus oscuros ojos, sin dejar de gritar. Sujetaba su débil cabello, halando de él, ocasionado que su cabeza impactará contra la pared repetidamente, dejando un rastro de su inmunda sangre. Su estado era deplorable.

Esa cosa, esa criatura, esa abominación, una vez había sido Ide. Aquella Ide determinada, fuerte y decidida, aquella Ide líder de la cual ya no quedaba rastro alguno, ni de la sangre que una vez portó. En el pasado, Ide no paraba de repetirme que ella era la única en la que debía confiar, pero ella no supo que no podría mantenerse en esa posición.

Un día tuve una visita, la cual me entretuvo lo suficiente como para interesarme. Esa criatura de gran poder me aseguró conocer a Ide, al estar consciente de eso, inmediatamente la dejé pasar, siendo esta mi primera visita real, me había sentido simplemente feliz.

Mi nueva―y primera―visita, se hacía llamar Vida, cosa que me hizo reaccionar. Siempre había oído sobre Vida.

Vida era bella, su elegancia me hacía dudar de mis conocimientos, su sutileza me hacía sentir abierta en alma ante ella. Pero Vida no era sólo cosas lindas. Vida tenía maldad dentro de ella, sus ojos eran lagos de aguas cristalinas en los cuales habitaban pirañas listas para devorar cualquier cosa que cayera en él. Vida me enseñó la maldad y la verdad de la realidad que tanto se empeñó en ocultarme Ide.

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