Tengo una habitación vacía.
Tengo una habitación vacía, donde las cosas siempre suceden al revés.
Tengo una habitación vacía, de cuatro paredes, pintada de un profundo blanco. Una habitación tan blanca como las nubes...¿Las nubes son blancas? Algunas pueden ser grises. Y mi habitación no es gris, o quizás sí.
La habitación tiene esquinas. Cuatro esquinas, al igual que mis extremidades. Tengo cuatro extremidades. Las esquinas suelen ser un buen refugio, pero en ocasiones, a los monstruos les gusta acurrucarse en las esquinas. Y a mí no me gustan los monstruos, mucho menos los de las esquinas. Suelo sentarme en esas esquinas, son mis lugares preferidos de esa habitación. Lo sé porque allí me siento a gusto, y debes sentirte a gusto en tus lugares favoritos.
La habitación vacía no es mi lugar favorito. Lo sé porque allí no me siento a gusto. No tenía nada de interesante, no había nada que hacer y mis compañías nunca eran agradables.
Casi nunca tenía compañía y cuando tenía alguna, duraba muy poco tiempo. Siempre debían marcharse. Un día le pregunté a una por qué se iban. Se limitó a mirar hacia la pared, esperando su partida. Sólo estuvo ahí tres días, antes de irse. En su estadía nunca me dirigió la palabra, justamente como todos los otros.
Los que pasaban por aquí siempre dormían. Soñaban y murmuraban cosas de "La Bestia", y su estadía en el "Infierno", al igual que cuanto les gustaría ir al "Paraíso". Me dije que la bestia debía ser mala. Todos murmuraban sus tentaciones, la manera de no caer, la horrorosa prueba a la cual La Bestia los sometía. Yo siempre intentaba despertarlos, librarlos de sus pesadillas, pero nunca cedían. Habían casos particulares, en donde los despertaba y les sonreía. Los invitaba a jugar, pero volvían a dormir. Extrañamente su manera de dormir cambiaba. Sus párpados se cerraban con más fuerza y sus cuerpos dejaban de moverse, permanecían inmóviles, en medio de la habitación. A las visitas no les gustaban las esquinas.
Luego de un tiempo, descubrí que La Bestia estaba ahí, en mi habitación vacía. Lo supe porque una vez una de mis visitas despertó exaltada, gritando sobre La Bestia. Intenté acercarme a consolarla, como siempre intentaba hacerlo con las otras, e hizo lo mismo, acurrucarse y volver a dormir de esa extraña forma. Pero esa visita en particular dijo algo más, algo que no comprendí del todo, pero me hizo temer. Ella dijo «Por favor, aléjate, Bestia». Comprendí que le hablaba a algo que allí estaba. Los monstruos no eran bestias, eran...monstruos. ¿Dónde se podría ocultar La Bestia, entonces? El miedo me hizo temblar. ¿Y si La Bestia me dañaba a mí? ¿Y si La Bestia siempre había estado ahí? Con el tiempo las visitas se hicieron aún menos constantes y mi soledad aumentaba. Ni los monstruos de las esquinas se aparecían más por ahí. No tenía nada que hacer. Solo me quedaba en las esquinas. "Solo", soledad. ¿Cuántas veces se repite esa palabra? ¿Cuántos días he estado en soledad? ¿Existe siquiera ese tiempo que en otra vida conocí aquí? Siempre ha sido así. No hay nada que temer.
Ojalá conociera a esa Bestia. Ojalá esa Bestia apareciera...Ojalá tuviera otra compañía. Ojalá. Ojalá. Ojalá.
Tengo una habitación vacía, la cual únicamente hábito yo.
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Caída
Short StoryY tú, ¿lograrás sobrevivir a la caída? Libro de relatos cortos. No se permiten copias y/o adaptaciones. Registrado en Safe Creative bajo el código: 1407181492140