Engañosa caída

261 18 13
                                        

Engañosa caída

Existimos aún algunos mentirosos los cuales nos preguntamos: ¿esto está bien? En el fondo siempre esta esa persona ajena que nos reclama con ferocidad "¡Por supuesto que no!" y luego están tus pecados, que siempre te dirán que sí.

Para perderte sólo tienes que mentir, ¿no? Es una de las tantas cosas que siempre he querido, perderme. He mentido, difamado, y envidiado, otros han pagado por mí y aún así no me he perdido, ¿por qué no me he perdido?

Es lo que más he anhelado, perderme y no volver a ver otro rostro lleno de desgracia, no volver la mirada y sólo caminar hacia ese bosque infinito que terminaría destruyendose, y arrasando con toda vida que dentro se encontrara.

¿He sido débil? ¿Esa es la razón por la cual no he podido perderme? ¡Soy miserable!, debería ser razón suficiente, un miserable cae ante todo, cae perdido.

He arrasado, he pecado, he cargado con la culpa, así como también me he deshecho de ella, tan sólo quisiera esa oportunidad, estar ante las puertas del infierno que por fin podría hacer mío, este mundo no era mi infierno, como lo había dicho, necesitaba una oportunidad de huir, de escapar hacia otra dimensión, y nada de lo que hiciera me la daba. Ya había conocido a personas que me habían prometido esto, grandes amantes ocasionales que siempre buscaban por mí para hacerme vivir una mentira, siempre eran zonas del mismo mundo, había ido por el mal camino, que ellos dijeron me llevaría directo a mi perdición, pero de nuevo, mintieron, y no se perdieron de mi vista como habría deseado, no, tuve que ocuparme yo mismo, entre mentiras, siempre saldría ganador.

Manché mis manos y mi buen nombre por una única causa, estuve años esperando una señal, y aún no recibía sonidos de los monstruos amnésicos. El mentiroso que merecía morir no había sido condenado a muerte.

Miré hombres y mujeres ir y venir, algunos satisfechos, otros vacíos y algunos, dementes.

Así como yo, vi a mis amigos dejar de dirigirme miradas, para empezar a dejarme en las sombras que cada vez me internaban más en la psicopatía, que mientras más lúgubre era, se sentía cada vez mejor.

Todos dejaron de salvarme para empezar a abandonarme, y el único grito que pude emitir fue el de aleluya.

Mi mente, monumentalmente abierta se paralizó, era duro y aplastante ver como todos encontraban a donde ir en este mundo, y yo aún así quería desaparecer.

Mi corazón también se había petrificado, dejándome sin su peculiar latido, pero se dignó a dejarme sus emociones. Ellas lo notaron, se percataron de que asesiné a su creador, y no querían más que torturarme, siempre lo lograban, siempre separándome de lo que realmente quería, y que irónicamente ellas provocaban.

Mi corazón se pudrió dentro de mí, y ese fue un gran alimento para mis vicios, sí, también fui víctima de mis excesos, y aún así, lo afirmaba, se sentía bien. Nunca aprendí como pararlos, pero no parecía realmente importarme cuando mis emociones se sentían satisfechas de ver a su asesino en el estado de decadencia. Me marcaron con cicatrices, que se me presentaron con amor, cegando mis ojos ante lo atroces que podían resultar, pero ame cada una de ellas.

No lo sabíamos, pero estábamos destinados a esto.

Al final, existimos aún algunos mentirosos que sólo queremos perdernos.

CaídaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora