Capitulo 13

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Entro en la casa de David. A mi izquierda, veo una cocina larga y azul. Un poco más adelante, consigo distinguir un salón color verde pistacho con muebles, la gran mayoría, blancos.
- Pasa, pasa, tranquila, que el sofá no te va a comer.- dice él con una sonrisa.
Sonrío y me siento en el sofá beige. Hay muchos cuadros. Los observo. La firma es D.P, cuyas letras están en el interior de una estrella de cinco puntas. Casi todos los cuadros son de mujeres, aunque hay dos de un perro Labrador.
- Veo que estás observando los cuadros.- dice.
- Sí. Me encantan. ¿De quién son?
- Míos. Los he pintado yo.
- Pues, eres un artista. ¿Quiénes son estas mujeres? ¿Fueron novias tuyas?
- Dos de ellas sí. Las otras 4, no. La rubia de ojos negros y la pelirroja de ojos verdes fueron mis novias. Las demás, son producto de mi imaginación.
- ¿Y el perro?
- Era el perro que tenía de pequeño. Se llamaba Pepo.
- Qué nombre tan simpático. Le pega mucho.
- Estoy haciendo berenjenas rellenas con queso y bechamel. ¿Te gustan?
- ¿Sabes qué me gusta aún más?- pregunto con ojos pícaros.
- ¿El qué?
- Los chicos que saben cocinar.
- Pues, ya sabes. Cuando quieras comerme, solo bésame.- dice guiñándome un ojo. Vuelve a la cocina y se oye un cuchillo dar ligeros golpes contra lo que parece, por el sonido, una tabla de madera. Voy a la cocina con David.
- ¿Necesitas ayuda?
- No quiero que hagas nada. Hoy soy tu sumiso.
- Qué mal suena. Parece que lo dices con doble intención.- río tímidamente.
- Eso pretendo.
Me sonríe muy sexy y se queda unos segundos mirándome. Luego sigue cortando.
- Vete lavando las manos si quieres. En serio, ponte cómoda. Como si te quieres poner ropa mía e ir descalza. Me parecen muy sexys las mujeres que llevan ropa de hombre.- sugiere el chico de ojos azules.
Suspiro de tal manera que sin darme cuenta, parece un gemido. Me pongo roja y decido ir al baño. Paso al lado de su habitación. La observo. Es de color ámbar, con una cama de matrimonio y un armario corredizo blanco. Hago caso a la sugerenia de David y me pongo una sudadera de color roja que me queda enorme, y unos pantalones de chándal suyos. Me quito la trenza, y me hago un moño.

"¿Por qué me gusta la idea de intentar poner cachondo a David?" Me imagino rozando su piel, sus suaves manos recorriendo todo mi cuerpo, besándome con esos labios color fresa... "Anais, ¡cállate! No os vais a acostar la primera cita. No, no."

- ¡Anais! Solo me queda poner las berenjenas en el horno. ¿Quieres que comamos en el salón con bandejas mientras vemos una película romántica que he grabado?- pregunta a lo lejos.
Decido responder en la cocina, para que me observe y vea cómo voy vestida.
- Buena idea.- sonrío de manera sexy.
- No tengo palabras. Anais, me estas provocando.- dice levantando las cejas varias veces.
- Es lo que pretendo.

Tenemos una cena tranquila, hablando, contándonos cosas nuestras, algún otro secreto, nuestro pasado, y cada dos por tres, nos reímos. David es muy gracioso.
- Srta. de la Jara, es usted una chica muy agradable, guapa, simpática y sexy.- añade mientras lleva las bandejas a la cocina.
- Y usted, Sr. Castillo, es un chico muy gracioso, guapo, amable y...
David ya vuelve de la cocina.
- ¿Y...?- pregunta curioso.
- Sexy.- respondo, mordiéndome el labio de abajo. Sé que le pone que se muerdan el labio inferior. Lo contó en la cena.
- Más que usted, no.- Se rasca la nuca. Sabe que me encanta que se rasquen la nuca mirando hacia abajo.

Las indirectas entre nosotros son claras. No puedo evitarlo. Vuelvo a tener los pensamientos de hace una hora y media, esos pensamientos tan 'pervertidos', y respiro profundamente.
Miramos la película El diario de Noah. Me encanta esa película. Poco a poco, nos vamos acercando más, hasta que el acaba agárrandome de la cintura y apoyando su barbilla en mi cabeza delicadamente. Pero esa cercanía no se hasta que punto es buena, por que en la película llega la escena en el que la parejita hacen el amor, y empieza a subir mi temperatura. De repente, algo frío, me besa en el cuello, y al girarme, beso los labios que me han besado en el cuello, accidentalmente. "Dios, cómo besa...". David suspira haciendo un gemido, y me coge en brazos, llevándome hasta el dormitorio. Me tumba delicadamente sobre la cama, donde ahí quita con suavidad las prendas que llevo. Se quita la camiseta, mientras observa mi desnudez. Se tumba sobre mí, ya sin ropa, y me besa apasionadamente, mientras que suspiro haciendo nuevamente gemidos durante un tiempo, hasta que ambos, caemos rendidos, y me duermo, entre esas cuatro paredes de color ámbar.

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