- Me tienes totalmente en ascuas. ¡No me puedes dejar así! - grito.
- La espera merecerá la pena, ya lo verás.
- ¿Qué hay allí, una comida de alucine con una orquesta?
- Ja, ja. No exactamente.
- En estos momentos te odio profundamente.
Santi se ríe tímidamente. "Nunca le faltará ese toquecito". Por fin llegamos al restaurante y le dice algo al camarero. Nos muestra una mesa, para comer con dos sillas. El hotel - restaurante es muy bonito, pero no le encuentro nada en especial como para que quiera llevarme allí.
- ¿Por qué me has traído aquí?- pregunto.
- ¿No te gusta...?
- ¡No, sí! ¡Si es precioso el sitio! ¿Pero qué tiene de especial para que me hayas querido traer aquí?
- Ya lo descubrirás cuando acabes de comer.
Las dudas me están comiendo demasiado la cabeza. No sé cómo sonsacárselo. Odio las incógnitas. Santi pide una botella de vino blanco.
- Yo quiero tomar el Pollo con Miel y patatas rellenas de Cebolla Caramelizada.
- Suena muy bien. Ahora cuando llegue el camarero se lo digo. Yo creo que pediré el Carpaccio.
- Yo es que eso de comer carne cruda no lo veo.
- Pues está muy rico, la verdad... - el camarero se acerca, pone las copas y nos echa un poco de vino blanco. - Gracias. ¿Le importaría traernos un Pollo a la Miel y el Carpaccio? - el camarero lo apunta y nos sonríe amablemente.
- No me piensas decir nada, ¿verdad?- pregunto de nuevo.
- Sólo te diré, que tiene que ver con un hombre.
"¿Pero qué?". Santi me está confundiendo. Decido no seguir insistiendo, empiezo a charlar con él y le pregunto cómo ha ido todo, hablamos un rato de una idea que tiene: adoptar un cachorro en cuanto le den el aumento del sueldo... Y llega la comida. Nos disponemos a comer. "Joder, está buenísimo." Santi me ofrece un trozo de su comida pero sólo a la vista me repele saber que se está comiendo algo crudo.
- ¿Tú qué tal? ¿Cómo te ha ido? - me pregunta él ahora.
"¿Qué hago? ¿Le digo que me he acostado con un chico y que he besado a otro, o me callo?" Opto por no decir nada, solamente le molestaría, se pondría cortante y lo estropearía todo.
- La verdad es que bastante bien, quedé con Ginebra, mi mejor amiga, y poco más.- respondí.
- Entonces fue un buen fin de semana, ¿no?
- Muy bueno. Pero la semana ha comenzado mejor.
Él se sonroja y ríe nuevamente tímidamente. "Creo que he hecho bien en responderle eso." Seguimos comiendo y hablando, me cuenta cosas del trabajo y de vez en cuando soltamos alguna anécdota del pasado divertida cuando se relaciona con algún tema. Cuando llega el postre (yo pido un Tocinillo de Cielo con Helado de Almendras y él una Tarta de Queso con Fresas y Sirope) empieza a mirar descontroladamente el reloj, aparte de que come muy rápido. Cuando él ha acabado su postre, yo no he terminado la mitad del mío.
- ¿Por qué tanta prisa? - le digo.
- Es que como no acabemos ya va a haber mucha cola...
- ¿Eh?
- ¡La cuenta, por favor! - grita al camarero. - Cómete eso rápido, por favor.- Me inquieta esa mirada y me lo como a toda prisa, casi sin masticar. Paga, y se levanta de la mesa corriendo, y me da la mano llevándome al hall del hotel. Puedo vislumbrar que hay algunas personas con un mismo libro... Las lágrimas de Shiva. "¿Por qué hay gente con él? ¡Es mi libro favorito!". Miro a Santi con cara de duda y finalmente me explica:
- Hay hoy, aquí y ahora mismo, una firma de libros de César Mallorquí. Él dijo que trajéramos el que quisiéramos de los que tiene, pero el preferido de muchos de sus lectores es Las lágrimas de Shiva. Y para ti también.
"¿¡Cómo no me pude enterar de que César Mallorquí iba a hacer una firma de libros hoy!?". Pero... no traje el libro. Miro a Santi.
- Tranquila, ya he pensado en todo. Tengo un ejemplar en mi coche. Sé que no es tu libro, pero te lo puedo cambiar y así yo tengo algo con tu esencia en mi casa y de paso me lo leo, que me has hablado de él muy bien.
En ese momento no me puedo contener. Antes de que él pueda coger las llaves de su coche para ir a por el libro, me abalanzo sobre él y le doy un beso de unos segundos. Se me queda mirando, asombrado, mientras yo, muy cortada, aparto la vista. Pero él me acaricia la mano, y noto que me mira. Al devolverle la mirada le vuelvo a mirar, y se acerca para darme un beso, el cuál le devuelvo.
- Parejita, avanzad que nos quedamos atrás. - dicen una chica y un chico de unos treinta y algo años.
Me muerdo el labio mientras sonrío, y Santi va corriendo al coche y a los dos minutos regresa con el libro. Me toca ya, y César Mallorquí, amablemente me pregunta por mí nombre, y me pone en el libro: Con mucho cariño, Anais, una de las lectoras más simpáticas con las que he hablado. César. M, y su firma.
Salimos sonriendo (sobre todo yo) del Hotel - Restaurante y regresamos a mi casa. Nos quedamos charlando en mi portal.
- De verdad, gracias por todo. La comida, la firma... y la fantástica compañía. - le digo.
- No, a ti... de verdad. Lo de antes ha sido...
- ¿Impactante?
- Exacto. No me lo esperaba en absoluto.
- Las mejores cosas surgen inesperadamente.
- Por eso el tortazo con el pantalón fue tan bien compensado. - añade.
Vuelve a haber un silencio corto, mientras nos miramos a los ojos, hasta que coincidimos en que las ganas de besarnos son mutuas. Nos fundimos nuevamente en un beso, un beso más intenso, más apasionado, y al final acabo sonriendo.
- ¿Qué ocurre...? - me pregunta.
- Nada, nada. Es simplemente que estoy muy a gusto cuando estoy contigo.
Me da otro beso. Esta vez es más corto, pero muy tierno. Me despido de él con un cálido "hasta luego" y me subo a casa. Me pongo algo cómoda, para tranquilamente, tirarme en el sofá, pero recibo en ese momento un WhatsApp.
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Las Cartas
RomanceAnais, una joven de 23 años, ya es independiente. Vive sola en un pequeño apartamento, tiene un trabajo en una tienda de ropa, acaba de sacarse el titulo de psicología y tiene muy buenos amigos. Pero desde su ultima relación, tiene miedo a volver a...