Capitulo 11

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- Anais, ¡espera!- grita Hugo a la salida del restaurante.
- Te di una cita por que realmente llegué a pensar que tú y yo podríamos llegar a algo. Me pareciste atractivo, y tu chulería de un chaval de 15 años me gustó. Pero te estás pasando, eres un orgulloso.
- Hay una explicación a eso.
- La gente tiene un carácter al nacer y eso es así. No tienes excusa, Hugo
Tiro de mi muñeca con fuerza y consigo que Hugo ya no me agarre. Me giro y ando rápido, dándome la vuelta alguna vez para ver si Hugo sigue observándome. Al fin llego a casa. Me quito las lentillas y me pongo las gafas. Me quito los tacones y la ropa y me pongo una camisa larga de mi padre que me queda como un vestido ancho. Voy a la cocina y me preparo un sándwich mixto. "Se me ha quitado el hambre." Voy a pegarle un bocado cuando recibo un WhatsApp.

?: Hola guapa. ¿Sabes quién soy, no?
A: Si no me dices tu nombre poco puedo decirte.
?: Soy David...
"¡Que vergüenza! Y yo hablándole borde... que imagen habrá cogido de mí, madre mia."
A: Perdona... suelo ser borde con los desconocidos en WhatsApp. Ha ocurrido casos que me han hecho ser así. Es igual. Hola.
D: Hola. Que, ¿a las 9 y media?
A: Vale.
D: Te recojo en tu casa.
Le doy la dirección y terminamos el chat. Por la tarde había quedado con Santi. "Espero que vaya mejor que con Hugo". Intento recordar a que hora había quedado con Santi.

Se va avecinando la hora. Decido ponerme unos vaqueros-leggings negruzcos y una camiseta corta con una chaqueta del Decathlon que me encanta por que no parece nada deportiva. Me pongo nuevamente las lentillas. Me echo el corrector, el mismo colorete y me pongo solo una ligera capa de rímel. Miro mis uñas. "Mañana a ver si me las pinto que ya se me está yendo un pelín el color."

Voy con las manos metidas en el bolsillo mientras camino hacia la cafetería. Ahí está el rubiales. Me acerco a la mesa donde está.
- Hola.- le doy dos besos.
- Hola... qué... qué guapa estás.
- Gracias. Tu también.- Sonrío. Veo que se pone rojo.
Me siento y a los segundos viene una chica.
- Buenas tardes, ¿qué van a pedir?- pregunta.
- Yo pediré un café. Descafeinado, con leche, de máquina.- dice él.
- Yo una taza de chocolate blanco.- pido.
La chica sonríe y levanta el dedo pulgar mientras se va para asegurar que todo correcto.
- Muy bien, Santi. Cuéntame algo de ti.
- Pues... puedo contarte manías o algo así.
- Claro. Luego yo te diré las mías.
- Pues... a ver... Nunca salgo a la calle sin reloj. Siempre tengo que rascarme la nuca por las mañanas al despertarme. No puedo comer con pan. Una vez al día me chasco los dedos, los de las manos y los de los pies. Siempre me miro los ojos en un espejo antes de dormir... y no sé. Si me acuerdo de más, te digo.
La camarera llega con las bebidas correspondientes.
- Pues, a ver. Yo nunca estoy con las uñas sin pintar, siempre canto en la ducha, no puedo comer sin ver mi serie favorita, odio tener el pelo rizado por eso tengo trucos para alisarmelo...
- Eso en teoría no es una manía.
- Tampoco puedo comer con pan...
- ¿En serio?
Toda la tarde nos la pasamos hablando de rarezas y cuando alguno tiene una anécdota referida a esa rareza la cuenta. "Ha sido una cita muy agradable." Me despido de Santi con un cálido abrazo y un 'nos vemos'.
Voy caminando con una sonrisa... hasta que me encuentro a un tío sentado en un banco. Paso al lado de él, sin hacerle caso. Pero no puedo. Él ya me ha llamado.
- Anais, te pido por favor que me escuches.

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