Prólogo

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Soledad. Ese sentimiento que te va consumiendo poco a poco. Esa sensación de estar solo en todo el mundo, a pesar de estar rodeado de gente.

Una tarde de verano, como cualquier otra, llena de nubes grises en el cielo, señalando la posibilidad y amenaza constante de lluvia durante todas las estaciones del año, rara vez se ve el sol en Seattle. En otros lugares, las tardes de verano siempre están llenas de vida, con sol, niños jugando en las calles, y todas esas tonterías.

En la actualidad, tengo 16 años, vivo solo con mi madre, ya que mi padre falleció hace tres años a causa de un accidente automovilístico. Vivo en Washington, Seattle y he vivido ahí toda mi vida.

Hasta este día.

- ¿Estás listo Derek? -preguntó mi madre.

-Solo me falta empacar la guitarra en su estuche -dije mientras abría el estuche-¿Estás segura de esto, madre?

-¿De qué?

-Pues de esto, de la mudanza. Nunca antes nos hemos cambiado de casa, siempre hemos vivido aquí.

-¡Claro! -parecía muy animada-Al fin podremos salir de este pueblo, al fin tu podrás hacer más amigos y podremos iniciar una nueva vida. Después de tanto que hemos pasado... Ya es momento de salir adelante -sonrió.

Mi madre, estaba llena de alegría y se veía en sus ojos que estaba muy emocionada.

-Veamos... -pensaba-ropa, guitarra, zapatos, portátil, videojuegos, posters, música... ¿Qué más falta?

Tenía la sensación de que algo importante me faltaba, pero no lograba recordar que era.

Revisé bajo el ropero, en mi closet, en los estantes... "¿Pero qué demonios falta?" pensé varias veces mientras revisaba de arriba abajo mi habitación.

Después de unos minutos, recordé que no había revisado debajo de mi cama, y entonces recordé que era lo que faltaba.

Me puse de rodillas para alcanzar esa caja polvorienta que estaba hasta el final de la cama.

Soplé el polvo, como si fuera un antiguo libro, y debajo de todo el polvo apareció el nombre: "Capsula del tiempo."

En verdad, era una estupidez, era un proyecto que hice ya muchos años cuando estaba en la primaria, pero en mi cumpleaños debía abrirla. Ya que en la caja decía que debería de abrirla cuando cumpliera 17.

La verdad, no me sentía tranquilo sin ella. Así que la empaqué.

- ¡Todo listo! -Llevé mi equipaje a la camioneta de mi madre- ¿Ayudo a subir las cosas al camión?

- Claro, hijo -respondió uno de los señores que trabajaba en la empresa de mudanzas que nos ayudaba- Ayuda con las cosas que puedas, y súbelas a ese camión.

- Entendido, trataré de ayudar lo más que pueda. -respondí cargando una caja de discos de música que pesaba más de lo que creía.

Cuando subí la caja al camión y vi a mi mejor (y único) amigo que tenía en la ciudad.

- ¡Eeeh, Derek! -gritó mientras pasaba la calle.

- Eeeeh, ¿Qué pasa Jake?

- ¿Acaso te ibas a ir de aquí sin despedirte, maldito? -corrió y me tomo del cuello.

- ¡Claro que no! Sabes que nunca me iría sin despedirme.-le dije mientras me escabullía de su llave de lucha libre.

- ¡Hey, Jake! ¡Deja de holgazanear y ayúdanos con estas cajas! -gritó mi madre.

- ¡A la orden, señora! - Decía en tono militar marchando- ¡Un, dos! ¡Un dos!

Jake era mi mejor amigo desde la infancia, ya que teníamos los mismos gustos y por lo general ninguno de los dos tenía alguna otra amistad.

Después de subir todas las cajas me despedí de Jake y le prometí que cuando pudiera volvería a visitarlo por unos días.

- ¡Muy bien! -dijo mi madre- ¿Todo listo?

- Supongo...-respondí.

- O.K. Todo listo. -nos subimos a la camioneta- ¡Cinturones! Y, ¡Aquí vamos Los Ángeles!

Por lo único que me preocupaba era por la batería del celular y por no tener suficientes canciones como para el resto del viaje.

Mi Final AlternativoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora