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Beginning of the end

2007

El flash de las cámaras azotaba de imprevisto e impactaba directo contra las pupilas, tal como una bala disparándose aunque, en comparación, la luz fría que emitía solo me cegaba instantes. No me hería pero sí conseguía perturbar mi visión, entonces tan turbia que aturdía, al igual que todo lo que en ese instante me rodeaba.

El shutter click de las cámaras sólo lo empeoraba acompañando al captar cualquier imagen indecorosa, haciéndose presente al causar estragos retumbando en mis oídos y, a la distancia, continuaba escuchándose como si se tratara de un eco. Me daba la impresión de que mi cabeza estallaría.

¿Qué tan mal habré estado al finalizar la celebración que Domino organizó? A duras penas podía mantenerme en pie. Alexa me sostenía y, de no haber sido por ella, me encontraría contra el pavimento lo cual no era buena idea. Odiaba pensar, incluso en ese estado, cuántas suelas habrían pasado por ahí.

Su brazo izquierdo me rodeaba firme de la cintura y su libre sostenía mi diestra, misma que colgaba por encima del hombro, aferrándose allí para evitar que nos balanceáramos al desplazarnos de un lado a otro, así fue nuestro intento por llegar rápidamente al automóvil. O en realidad el mío, su aspecto inmaculado persistía, a mis ojos así lo era.

Caminaba con dificultad, trastabillaba, como si a cada paso que diera estuviera al borde de desfallecer. Hacía apenas un par de meses atrás, aproximadamente, me había jurado a mi mismo dejar de beber tanto pero me fue imposible, ya está en mi, vaya característica intrínseca. A Penny no le haría mucha gracia y por el gesto de Alexa, a ella menos.

Después de lo que pareció ser un maratón con colillas de cigarros y botellas de obstáculos y camarógrafos como resto de competidores, me encontraba en la parte trasera del vehículo con Alexa. Ella había contratado a un chofer, porque sabía perfectamente el carente estado de consciencia en el que me encontraría al pináculo de la noche. No me quejé y agradecí, sería insensato que condujera de regreso a casa, yo no era el más idóneo en aquel momento.

- Al, ¿te encuentras bien?- su voz se percibía distorsionada, pero siempre un cántico a pesar de sentirlo bajo el agua.

Tremendos los efectos que el alcohol provocaba y aún más las comparaciones que pasaban por mi mente. Con todo eso encima no respondí a su pregunta y no porque no quisiera, sino porque no era capaz.

De un momento a otro, solo sentí mi cuerpo aligerarse a diferencia de mis párpados, pesaban tantísimo que no pude mantenerme alerta por mucho. De inmediato me dormí sobre sus muslos, qué buen lugar para estar. Eso era de lo poco que recordaba, así como dejar caricias suaves simulando pasitos con las yemas de índice y corazón al inicio de su rodilla. Me sentí seguro.

Por la mañana siguiente, como era de esperarse, desperté en un fuerte de sábanas y almohadas, con las persianas a medio abrir como mis ojos y sin faltarme no una, sino seis resacas seguramente, así se sentía. Claro que tampoco supe en donde me encontraba a pesar de lo ridículamente evidente y, de no ser por el aroma de los granos de café puro dispersos de la cocina a la habitación, hubiera pensado que amanecí en casa de alguien más.

Alexa tenía una linda costumbre antes de partir a algún gig. Me dejaba la cafetera encendida para que cuando despertara tomara una taza de café, aunque siempre preferí el té y ella lo sabía a la perfección. A decir verdad, parecía que intentaba cambiarme los gustos, pero aun así valoraba el detalle.

Analicé la situación en la que me encontraba. Era de película, el día no podía ser más frío y el cielo nublado, con terrible apariencia de media tarde y probablemente muy aburrido, pero así eran todos los días en Inglaterra. No podía estar así, con el transcurso de los minutos me decidí por levantarme de la cama, tomar una ducha y dejar para el final el café.

Tras dar como concluida mi rutina, bajé a la cocina y me encontré con el frasco de toffees que compré en London para Miles y que Alexa terminó adueñándose porque lo dulce le hacía feliz, o algo así mencionó. Utilizó como excusa un argumento igual de inválido que mi última tarjeta de crédito para conservarlos, qué curioso. Tanto como yo bromeando al llevarme uno de esos dulcesitos a la boca mientras terminaba sirviéndome la dichosa taza de café.

Tenía el día libre y aún no sabía cómo pasar la tarde y mucho menos la noche, lo peor de todo es que no tenía planes, a no ser que me esforzara un poco más en las opciones existentes. Solo que me provocaba una migraña cada vez que intentaba pensar siquiera. Así que ni lo consideré y de inmediato hice lo que cualquier adulto joven en sus veintes haría: llamar a su mejor amigo.

Tecleaba a la par que daba pequeños sorbos a mi café y tres tonos después atendió mi llamada.

- ¿Si?- incluso desde el otro lado de la línea telefónica Miles de escuchaba adormitado, quizás había irrumpido su descanso.

- Miles, ven a casa, estoy aburrido y no sé qué hacer-.

- ¿Quién es?- contestó y mis ojos se pusieron en blanco, es que yo no lo podía creer.

- Idiota, ¡soy Alex! ¿Quién más? ¿Elizabeth II?- he ahí mi lado gracioso de nuevo.

- ¿Y es que a caso no duermes, Al?- pausó para suspirar profundo. - En treinta estaré ahí-.

Finalizó la llamada y suspiré de alivio, no sólo porque vendría, sino porque por fin terminé aquel café. Dejé la taza en la mesa de centro y me recosté en el sofá a esperarlo, pero los minutos transcurrieron hasta convertirse en hora y media y él aún no aparecía, no había rastro suyo en los mensajes siquiera. Entonces decidí que si él no venía, yo iría a buscarlo.

homesick - milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora