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When the sun doesn't go down

En el interior del auto prolongamos bromas y continuas charlas, la mayor parte del tiempo era él quien me hacía reír con sus inusuales anécdotas de cuando está sobre el escenario o entre conocidos, incluso con fans. Yo principalmente me dedicaba a escuchar, era de pocas palabras, además conducía.

Según lo que me contó, hay ciertos fans que no tienen límites y llegan a seguirlo hasta el backstage, no lo dudo. Qué curioso, ¿no es así? Mi caso no ha sido similar en absoluto, he visto a Matt bajo las mismas circunstancias pero yo nunca, seguramente por ser el más tranquilo paso desapercibido. No me molesta, de hecho me gusta.

- Miles...- llamé su atención al hacerme consciente de la hora, distrayéndome solo par de segundos del camino.

- ¿Si?-

- Dijiste que tú me llevarías al restaurant y de ahí a casa, pero mira qué sorpresa, yo mismo me estoy llevando- reclamé, pero nada serio en realidad, solo quería seguirle el hilo de bromas.

- Alex, por favor, era temprano cuando dije eso- intentaba excusarse, estirándose sobre el asiento de copiloto y dedicándome una mirada tan peculiar. A mi parecer volvía a tener unos seis años cuando se colocaba en ese modo, hasta que lo vi bostezar y supe que solo buscaba acomodo para echarse a dormir.

Era un tonto, pero lo quería mucho h me era inevitable lo enternecido que podía terminar, pero le cuestioné porque tampoco podía ser tan yo - ¿Desde cuándo es temprano a las 2:00 p.m.?-.

- ¡Aún estaba ebrio!-

- Falacias, señor-.

Se limitó a replicar con su tan característico gallic shrug, algo ya muy usual en él cuando no sabía qué responder si uno le reprochaba por algo tan particular como su conducta. Por mi parte tampoco quise decirle más porque habíamos llegado a nuestro destino y, más rápido yo, ya me encontraba aparcando frente a mi hogar. De cualquier forma no había más tiempo para discutir, mucho menos de dejar el automóvil propiamente en la cochera si más tarde lo utilizaría de nuevo y qué pesar me daba tras almorzar.

Caminábamos uno al lado del otro hacia la puerta de entrada. Las manos de Miles se deslizaron por mis hombros, y como acto seguido, me rodeó por el cuello con sus antebrazos, tal como un abrazo, a pesar de que casi lo iba cargando.

Mientras avanzábamos, alcé la mirada al cielo. Estaba tornándose obscuro, el atardecer naranja-rojizo desaparecía y se fundía gradualmente con el grisáceo débil de la noche, que a medida que los minutos pasaban, se teñía de un color negro intenso. Podría parecer ridículo, pero esos pequeños detalles eran los que me hacían feliz y me avergonzaba de decir en voz alta.

Por otro lado, lo que no me produjo ni pizca de aquello fue la audacia mía de desobedecer el pedido de Alexa porque, en punto de las siete, partí y terminé llevando a Miles conmigo al Café Rouge. Ambos nos encontrábamos en nuestros asientos esperando a que ella apareciera, él frente a mí y yo con vista hacia la entrada, así podría divisar a mi pareja cuando llegara.

Fue cuestión de tiempo realmente. Minutos después la campana de la entrada repiqueteó e indicó que alguien entró, era Alexa.

Agité mi diestra para conseguir llamar su atención, aunque creo que sentarme en el fondo no fue buena idea después de todo, porque ella frunció el entrecejo. A veces no veía bien en la lejanía y menos sin sus anteojos, los detestaba.

- ¡Lex!- la llamé para que me ubicara entre el tumulto.

Ella por fin me vio y se acercó a la mesa, siempre sobre las puntas de sus pies. Estaba tan sonriente, no era algo común en ella. Solía tener en la cabeza muy metida la idea de que su sonrisa era un tanto peculiar, por o decir extraña, y a consecuencia las comisuras alzadas eran lo único que aparecía en aquel rostro. A mi me parecía lo contrario, veía cosas que los demás no y era verdad, su sonrisa era preciosa.

Sin embargo, no tardó demasiado en regresar a su gesto familiar en cuanto vio a Miles, la sonrisa se esfumó entre un ceño fruncido y facciones tensas.

- Miles, hola- le dedicó aquello a lo que yo le llamaba sonrisa de entrevista, a ella no me agradaba, pero era esa de segundos, forzada a más no poder pero era por conocer al público.

Ella lo apreciaba, sin duda, ambos ya habían tenido citas para almorzar o cenar juntos cuando yo no estaba, pero le incomodaba que saliera con nosotros todo el tiempo y en parte lo entendía. En repetidas ocasiones Alexa había dejado más que claro que eran citas de dos, no tres y que quería pasar más tiempo conmigo aunque yo no sabía cómo decir que no.

- Cariño- decía aproximándose a murmurar cerca a mi oído. - En la casa hablaremos-.

- Estoy en problemas, ¿no es así?- articulé imitando el volumen de su voz.

En respuesta asintió, y para disimular la situación, me dio par de besos fugaces en los labios a modo de saludo, seguido acomodando mis mechones fuera de lugar y, finalmente, se dispuso a sentarse a mi lado.

Admito que la velada fue incómoda y que no me arrepentí de llevar a Miles, sino de tener que soportar esa tensión.

Tal como era de esperarse, devuelta en nuestro departamento Alexa y yo discutimos por lo inevitable: Miles acompañándonos a todos lados. Aunque no era tan cierto, sólo en tres o quizás cuatro ocasiones fue, de cualquier manera no quise discutirle, verla mal me rompía. Nada como resentir la tristeza líquida empapando fragmentos de mi playera, cerca del hombro.

Había llorado hasta quedarse dormida y no podía sentirme peor.

homesick - milex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora