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Conducía a una velocidad alarmante. Cuando llegó, buscó las llaves del faro en el coche. Esperaba que estuvieran allí. Dentro de la guantera encontró un llavero del cual colgaba una llave grande de hierro. Esta debía ser la llave. Corrió hacia la playa y cogió una barca que estaba atada a una roca. La desató, la metió en el agua donde las olas la golpearon fuertemente. Al final consiguió subir y remó con todas sus fuerzas mientras intentaba llegar al faro. Cuando llegó a su destino, tenía el corazón en un puño. Ahora Alice vería si lo que había hecho había valido la pena.

Sacó la llave del faro del bolsillo de su chaqueta y la introdujo dentro del candado. Con un clic, abrió la puerta con facilidad. Entró pero no veía a nadie. Gritó el nombre de Dylan pero nadie contestaba. Estaba desesperada. De pronto, oyó un grito que procedía de la otra punta del faro. Vio que había un trozo de suelo más nuevo que el resto. Colocó la mano sobre esa parte y notó una pequeña rendija. La levantó con facilidad al mismo tiempo que la policía entraba en el faro.

Vio con horror a un montón de niños, algunos durmiendo y otros con ojos tristes y llorosos. Veía un montón de rostros y uno le resultó familiar: una pelirroja pequeña estaba en la otra punta del agujero. Samantha. Los que dormían se despertaron al oír tanto ruido. Las autoridades entraron dentro y uno a uno, todos los niños salieron del escondite pero ninguno era su hijo. El último niño ya salía. Alice creyó ver su pelo pero no eran sus ojos. Su hijo no se encontraba ahí.

-¿No hay nadie más?- preguntó Alice con un sollozo.

Pero no había más niños. Todos lo que habían estado ahí, ahora se encontraban en las ambulancias que los llevaría a un centro médico, donde allí volverían a ver a sus padres.

Todos los malos recuerdos volvieron. Recuerdos del accidente en el que Nick murió, los días posteriores y la recuperación, la mudanza, la desaparición de su hijo, la odisea que había realizado hasta allí... Absolutamente todo. Primero fue un grito. Luego, grandes lágrimas bajaban por su cara mientras seguía gritando. Un policía intentó cogerla pero Alice se deshizo de él. Se tiró sobre el suelo, golpeándolo, haciéndose daño. Su hijo... había encontrado los niños de otras familias pero el suyo... el suyo no. En todo aquel caos en que estaba viviendo, una voz se alzó de entre las demás.

-Sedadla, por favor- reconocía aquella voz. Era...

Un pinchazo le hizoestremecerse y empezaron a aparecer manchitas oscuras en su visión. Cada vez,las voces sonaban más lejanas hasta que de repente una tranquilidad la envolviócompletamente. 


DesaparecidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora