#10: Un chico, su novia y su tía

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Nos despertamos temprano, tipo ocho. Fui hasta la habitación de mi papá y estaba dormido. Tal parecía que el viaje había sido agotador para él.

Bajamos con Cami y decidimos ir a comer algo juntos. Salimos un ratito afuera. Hacía bastante frío. La nieve se veía re linda. Parecía que había lo suficiente como para esquiar. Volvimos y entramos al restaurante del hotel

-Me encanta Bariloche. La nieve se ve tan hermosa-expresó Camila.

-Sí, es re lindo-contesté sonriendo.

Íbamos agarrados de la mano. El restaurante era perfecto. Nos sentamos en una mesa cerca de una de las ventanas. Un mozo vino a preguntarnos qué íbamos a ordenar. Cami pidió un café capuchino y un cupcake. Yo pedí un café con crema y un pedazo de torta. Mientras esperábamos, miraba por la ventana. La vista daba hacia las montañas, y en una de ellas se veía a la gente esquiando y paseando en teleférico. Volví a concentrarme en mi nena, ella estiró sus manos por encima de la mesa. Se las agarré y nos miramos por unos minutos. Su mirada era dulce. La amaba un montón.

Estábamos terminando de desayunar, cuando escuché una voz.

-¿Martincito?-Alguien se había parado cerca de nosotros, levanté la vista y vi a la última persona que esperaba ver acá. Mi tía Natalia. Ella era de esas tías que aún te consideraban un niño chiquito a pesar de tener diecisiete años.

-Hola tía-dije levantándome para saludarla. Ese no era el momento para que apareciera, pero no podía decirle que se fuera y nos dejara en paz.

-¿Cómo está mi sobrinito?-dijo pellizcándome los cachetes. Era el gesto que la identificaba desde que era niño.

Después de llenarme la cara de besos, miró a Camila.

-¿Quién es esta chica tan bonita?-preguntó.

Camila se levantó y sonrió.

-Ella es Camila, mi amiga.-No quería decirle la verdad a mi tía sabiendo que podría ir hasta mi barrio y gritarlo a los cuatro vientos-.Cami, ella es mi tía Natalia.

-Un placer-expresó Cami.

-El placer es mío, querida.

Cami y yo nos íbamos, pero la tía insistió en acompañarnos y, conociéndola bien, el que nos acompañara significaba que nos seguiría todo el camino. Estuvo hablando a cada instante, nos decía cosas que no tenían ningún sentido para mí. Luego empezó a tratar de convencer a Cami de que se hiciera mi novia, pensando que solamente éramos amigos. No quería ser malo, pero ya me estaba hartando. Si hubiera podido, le diría que se deje de hinchar tanto.

-Es que mi Martincito es un nene muy tierno. Para uno de mis cumpleaños me hizo una carta re linda. Si la tuviera te la enseñaría-escuché que decía. Lo más seguro era que ahora contara una de mis historias de cuando era más chico. Tenía que deshacerme de ella.

-Tía, Cami y yo…

Pero, como siempre, me interrumpió y empezó a hablar.

-Cuando tenía cinco años, Martincito estaba jugando en un hormiguero. Al rato volvió lleno de picaduras. ¡Lo hubieras visto!, el pobrecito lloraba diciendo que las hormigas lo habían quemado y…

Cami se dio cuenta de que yo quería que mi tía nos dejara solos, así que fingió que la llamaban. Se volvió a mí y me dijo:

-Martín tenemos que irnos, nos llaman.

Dijimos chau a la tía Natalia y nos fuimos lo más rápido posible.

-Chau Martincito, saludos a tu mami y a tu papi-gritaba mientras me iba.

Salimos y mi nena empezó a reír. Era una risa melódica y pegajosa.

-¿Qué te pasa?-le pregunté.

-Es que no paro de imaginarte llorando porque te picaron hormigas. Pobrecito mi héroe.

Reí con ella.

-No sé por qué mi tía tiene que contarle mis cosas a los demás. Siempre hace lo mismo.

-Supongo que es una forma de demostrarte que te quiere.

-¿Pero no le alcanza con apretarme los cachetes?

Cami estiró sus manos y me agarró las mejillas.

-Ay, bonito mi Martincito-habló imitando a mi tía. Esta vez me re tenté.

En las escaleras nos encontramos con mi viejo.

-¿Por qué no me pidieron que los acompañase, chicos?

-Es que no quería despertarte viejo-le respondí. Pero sabía que desde el principio él estaba de acuerdo en que tuviera mi tiempo a solas con Cami.

Acompañamos a papá hasta el restaurante. Esperaba que la tía no volviera a aparecerse. Y para mi suerte no estaba allí. Aunque eso no aseguraba que no nos la encontrásemos. Estaba hospedada en el hotel, así que de seguro andaría buscándonos hasta encontrarnos.

-¿A qué no sabés a quién vi? A la tía Natalia.

Papá quería a su hermana, pero pensaba igual que yo: que la tía a veces hablaba de más y que no paraba hasta que te fueras.

-¿Qué andará haciendo por acá?

-No sé.

Cuando mi papá terminó de comer subimos de vuelta. Él tenía que estar a las nueve y media en el trabajo. Le dije si podíamos ir a pasear. Contestó que sí, pero que no esquiáramos porque quería acompañarnos. No importaba si no esquiaba, al menos estaba al lado de la chica a la que quería.

1000 Whatsapps y después te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora