#16: Una navidad ¿feliz?

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Los días habían pasado muy rápido. Pero en todo ese tiempo no había pasado casi nada interesante. Lo único que había hecho en los meses anteriores era el pre para entrar a la facultad de arquitectura. Y lo había aprobado, por lo que al año siguiente comenzaría a ir a la universidad.

El 25 de diciembre se acercaba. Así que le propuse a Cami que su familia viniera a comer con la mía ese día. Sin embargo, la familia de mi nena estaba unida a diferencia de la mía.

***

Mientras caminaba por la plaza con mi nena, pensaba en cómo es que le diría a mi vieja que quería invitar a papá. No quería que la familia de Cami tuviera que ir a dos cenas aparte, quería que asistieran a una única cena con mis papás presentes.

-¿Qué pasa, Martín?-preguntó ella sacándome de mis pensamientos.

-¿Ah?, nada Cami. Sólo estaba pensado en la cena de Navidad.

-Quedate tranqui, todo va a salir bien.

Sí, eso esperaba yo.

***

El 24 llegó. Le había contado mi idea a mi vieja y ella estuvo como una hora para decidirse, hasta que al final dijo que sí, que lo iba a hacer por mí. Así que le mandé un msj a mi viejo diciéndole que viniera esta noche. Me respondió con un “Dale hijo :)”. Mientras las cosas no se fueran al carajo todo iba a estar bien.

Ayudé a mi mamá a terminar de preparar la comida para esa noche. Había empanadas, sándwiches de miga, pollo frito, y más cosas. Mi papá había quedado en que él iba a traer asado y lo iba a cocinar acá. Era un buen comienzo.

Mi viejo llegó a eso de las 9. Traía una bolsa llena de carne, así que empecé a prender leña debajo del quincho.

-Martincho, decile a tu mamá que vaya preparando la carne-me dijo mientras agregaba más madera a las llamas.

Justo cuando mi papá sacaba el asado, el timbre sonó. Era Camila y su familia. Abrí y los recibí como se debe hacer. La hermanita de Cami me saludó y me dijo cuñadito. Osea, era apenas una niñita de ocho años. Bueno, así eran las cosas ahora.

Los papás de mi nena me inspeccionaron de arriba abajo. Pero sinceramente fue su papá quien me puso más incómodo. La clásica de siempre: el suegro que te quiere pegar un tiro en las de ahí abajo. Y con más razón si se llegaba a enterar de que su hija había perdido la virginidad conmigo.

Ambas familias se saludaron. Hasta ahora se llevaban bien. Puntos a favor. Pero había algo que me picaba mucho: Cami parecía algo triste, como si le hubieran dado una mala noticia. Esto me parecía demasiado raro en ella, porque siempre estaba contenta. Puntos en contra.

Mi mamá y la de Cami se pusieron a adornar la mesa. Nuestros papás se pusieron a hablar de fútbol. Mientras tanto, mi pequeña cuñada se sentó en el sillón y comenzó a navegar por internet con el celular. Guau, resultaba difícil ver a alguien más joven que yo manejando perfectamente la tecnología.

Cami me agarraba de la mano en todo momento, pero yo quería ser un poco más cauteloso porque mi suegro parecía a punto de transformarse en terminator. Osea, si en su casa me atendió bien, ¿por qué tenía que verme así ahora? Incluso me había dicho yerno. ¿Acaso era posible que él se hubiera dado cuenta de…? Nah, era imposible.

-A comer-llamó la mamá de mi nena.

Cami y yo nos sentamos el uno al lado del otro. Nuestras manos estaban firmemente agarradas por debajo de la mesa. Comenzamos a comer. Lo que más me gustaba eran las empanadas.

El celular vibró en mi bolsillo. Un Whatsapp de Camila.

Hay algo que te tengo que contar, mi héroe = (

Esto ya iba de mal en peor. Desde los meses que llevábamos de novios, ella había usado muy poco ese emoticono. ¿Acaso era algo tan grave? Me estaba preocupando, y en el momento que iba a responderle se oyó un fuerte estruendo. Ya eran las doce y estaban tirando petardos.

Mis viejos, los de Cami y todos nosotros nos saludamos con un “Feliz Navidad”, aunque para mi nena no parecía tan feliz.

Qué  pasa nena?, estás rara.

Vi que ella leía mi mensaje. Y las lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Oh, oh, ¿qué mierda pasaba?

-Yerno, tengo que decirle algo.-El papá de Cami estaba detrás de mí. Lo miré. Él tampoco parecía estar precisamente feliz.

-¿Qué pasa, señor Gólvez?-le pregunté después de que nos alejamos un poco de Camila, dejándola con mis viejos.

-Es que Camila se va a vivir a Londres. Su abuela llamó y quiere que se quede con ella. Yo acepté porque es una buena oportunidad…

El hombre seguía hablando, pero yo no lo escuchaba. Acababa de recibir la peor noticia. Ahora comprendía la tristeza y el llanto de Cami. No nos íbamos a ver nunca más. Se alejaba de mi vida por siempre.

Los fuegos artificiales siempre me llenaban de alegría cuando era más chico. Bueno, aún lo siguen haciendo. Pero ese día no; ni siquiera el destello de miles de luces me iba a levantar el ánimo. No, sabiendo que la persona a la que amaba iba a irse de mi lado.

1000 Whatsapps y después te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora