Alguien golpeó en nuestra puerta. Abrí y ahí estaba mi papá. Osea, era mi papá ¿qué le costaba entrar? A no ser que él pensara…bueno, no lo culpo por ello.
-¿Están listos para ir a esquiar?-preguntó. Él ya estaba más que listo.
-Maso, dejanos arreglarnos y nos vamos.
Un par de minutos más tarde, Cami y yo ya estábamos preparados. Agarramos los esquíes y salimos a buscar un taxi. Pero no hacía falta, porque mi viejo ya había alquilado un auto. Qué buena idea tuvo.
En el trayecto, pusimos algo de música y los tres cantábamos. Solamente faltaba mi mamá. Así habría sido perfecto.
Llegamos hasta el centro de esquí. Había varias pistas y varios teleféricos.
-¿Subimos?-preguntó papá.
-Subamos-respondí.
Desde donde estábamos se veía casi todo. Era una de las pistas a mayor altura. Mi viejo y yo ya sabíamos esquiar, pero Cami no. Así que tuvimos que enseñarle en una de las pistas menos altas. Y a pesar de varias caídas, pudo agarrarle la mano. Bueno, tampoco es que aprendió todo en una hora, pero al menos ya sabía mantener el equilibrio.
Mi papá y yo descendíamos los dos a la vez mientras mi nena nos esperaba en la base. En un momento él se dio la vuelta para mirarme y sonrió. Era bueno estar a su lado. Ojalá las cosas hubieran sido distintas entre él y mi mamá. Pero supongo que no todo es como uno siempre lo quiere, ¿no?
-Martín mirá, ¡ahora me sale bien!-gritaba Cami mientras bajaba la pendiente ella sola.
-Te felicito, nena-le respondí.
Sin embargo, cuando Cami comenzó a llegar hacia mí no se detenía. ¿Resultado final?: los dos terminamos acostados encima de la nieve. No parábamos de reírnos. Luego me acerqué lentamente hacia la tibieza de sus labios.
-¿Chicos, qué hacen? Van a derretir toda la nieve a su alrededor si siguen así-comentó mi papá cuando nos vio.
Quizá él tuviera algo de razón.
Después de esquiar nos pusimos a armar un muñeco de nieve. Se podría decir que estaba grande para estas cosas, pero no me importaba. Estaba al lado de las dos personas que más quería. Solamente faltaba mi mamá para que todo fuese tal y como yo quería.
Estábamos en un restaurante. Ya era hora de almorzar algo. Yo pedí fideos con salsa rosa; mi viejo ordenó lasaña y Cami pidió tarta de atún. De postre los tres coincidimos en pedir mousse de chocolate.
El día no podía haber sido mejor. Era casi lo que yo esperaba. Casi.
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1000 Whatsapps y después te amo
RomantikMartín Camper nunca imaginó que él llegaría a ser parte de las personas que se enamoran a través de internet. Cuando conoce a Camila Gólvez, su vida da un giro total, llevándolo a formar una historia de amor con Camila tan, pero tan fuerte que ni el...