#18: Chau (O la hora del vuelo)

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Como se lo había prometido, llevé a Cami al parque. Ese día nos habíamos divertido como dos chicos de primaria. Incluso habíamos entrado a la cabina de fotos, poniendo caras graciosas cada vez que se disparaba el flash. Ella conservó la mitad de las fotos, mientras yo me quedé con la otra.

Sin embargo, el día de su viaje llegó más rápido. Ojalá todo fuese como en esos libros cursis-que nunca me gustaron-para que así tuviéramos un final feliz. Aunque en la vida real es raro vivir un final feliz.

Estábamos en el patio de su casa, tal como estuvimos aquella vez en la que escribimos en la hoja de su cuaderno. Los minutos pasaban lentos. Parecía como si el tiempo estuviera a nuestro favor y quisiera darnos unos segundos más.

-Lo que me fortalece un poco es que, como ya te dije, sos mi recuerdo imborrable-dijo ella. Agarré su cara y la acerqué a mis labios.

La tarde moría. El sol reflejándose en su pelo que ahora parecía hecho de oro. Así era como la quería recordar, tan linda como cada día.

-¿A qué hora volás?-Sí, entiendo que sonaba estúpido y que tendría que haber preguntado ¿a qué hora te vas? Pero no quería decirlo así, ya que al pronunciarlo sentía que kilos y kilos de acero me aplastaban el cuerpo.

-A las ocho.-Miré el reloj, eran las siete y uno. Ella ya tenía que ir hasta el aeropuerto, porque el camino hasta allá duraba media hora.

Nos volvimos a besar y, por más doloroso que me resultó, me despedí de ella deseándole un buen viaje. Y me fui. No quería decir que ese era nuestro último beso, porque simplemente pensándolo me sentía mal.

No podía dejar de pensar en ella. Miraba el reloj a cada momento.

-¿Estás preocupado por Cami?-preguntó mi mamá dándose cuenta de mi estado.

-Quisiera volver a verla una vez más, ma. No puedo estar sin ella.

Mi vieja me miró con compasión y se acercó a mí. Sus brazos me rodearon firmemente. Sus abrazos siempre habían estado allí para mí cada vez que me sentí mal. Entonces se acercó a mi oreja y susurró:

-Pues andá hasta el aeropuerto antes de que se valla.

Me aparté y la miré. Estaba sonriendo. Le devolví la sonrisa y le di un beso en la mejilla mientras agarraba las llaves. Tenía el apoyo de mi mamá y eso era suficiente.

Manejaba más rápido que nunca. Solamente esperaba que no me pillara ningún policía. Era más importante volver a ver a Camila una vez más que recibir una multa por manejar a alta velocidad.

Miré la hora. Eran las siete y diez. Si tenía suerte, podía alcanzarlos en el camino.

Llegué al aeropuerto justo a las ocho menos veinte. Busqué el auto de los papás de Cami y lo encontré. Ellos ya estaban adentro. Me sentía como el protagonista de unas de esas pelis en que el chico llega a último momento al aeropuerto. Pero esta era la vida real, era mi vida.

El lugar estaba lleno de gente. Sabía que no iba a ser tan fácil encontrarla. Pero, gracias a Dios, vi a su hermanita comprando una gaseosa. Corrí hasta donde estaba ella.

-Martu, ¿dónde está Cami?

La niña me miró con sorpresa.

-Ay, calmate un poco. Aún no se va, llegaste justo Romeo. Ella está por acá, vení, seguime.

Caminé detrás de la niña. Ella me llevó por entre un montón de personas. Y la vi, Cami estaba sentada en unos asientos al lado de su papá y su mamá. La voz de una mujer sonó por los parlantes.

-Pasajeros con destino a Londres, vuelo número 13, favor de abordar por la puerta 6.

Corrí, otra vez, hasta ella. Una señora iba cruzando por delante de mí, por lo que cuando pasó, me tropecé con su maleta y caí al suelo. La hermana de Camila me ayudó a levantarme.

-¿Estás bien, Martín? Bueno eso no importa. Dale, apuráte que se te va.

Cuando ella estaba por entrar a la plataforma de abordaje, grité.

-¡Cami!

Mi nena se dio la vuelta y tiró sus bolsos al suelo y corrió para llegar a mí. La envolví en un fuerte abrazo mientras nos besábamos.

-¿Qué haces acá?-preguntó con emoción.

-¿No es obvio?, vine a verte una vez más.

-Awww, sos mi héroe.

La apreté tanto que pensé que la iba a dejar sin aire.

-Cami, quiero decirte que te amo y que vos también sos mi recuerdo imborrable.

Nos volvimos a besar. No nos importaba el vuelo, el viaje, ni los pasajeros abordando. Sólo nos importaba el estar al lado del otro. El sentir nuestro calor una vez más.

-Último llamado a los pasajeros del vuelo 13 con destino a Londres.-Si hubiese sido por mí, bajaba de un piedrazo el parlante.

-Te amo y te amaré muchísimo-dijo Cami.

-Y yo a vos, forever-contesté.

Y entonces ella sacó algo de su bolso más pequeño y me lo dio. Era la nota de su cuaderno, esa que estaba en cuadrito. Esa que era una gran parte de nosotros.

-Lo juro-escuché que gritaba mientras entraba adentro de la cabina.

-Lo juro-respondí, con la esperanza de que me hubiera oído.

El avión despegó unos minutos después, llevándose con él a la chica que más amaba y que nunca, pero nunca, iba a olvidar.

1000 Whatsapps y después te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora