1. El traceur de cabello dorado.

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La alarma de mi celular retumbaba en mi habitación; interrumpía alguna pesadilla. Abrí los ojos sudando frío con la sábana envuelta en mi cuello asfixiándome.

Me levanté de la cama sin tender, acallé el sonido de mi celular que se encontraba a un lado en una mesa. En la pantalla reflejaba la cantidad de veces que anteriormente la había desactivado dormido. El reloj marcaba las 2:33 de la tarde.

Lancé a algún lugar de la cama mi teléfono y me dirigí al baño a asearme aún con la respiración acelerada. En el espejo me hacía sin camisa; un muchacho de 17 años, aproximadamente 1.75 de altura y 60 Kg de peso entre masa muscular y lipa acumulada. Tenía una melena de rizos azabache que eventualmente se metían en mis orejas solo si estas no estaban siendo ocupadas por mis audífonos.

Pese a observar mi reflejo no estaba fijándome en mi cuerpo. Apreciaba el espejo como si él tuviese la respuesta de lo que fuese a suceder en los próximos veinte minutos, lo miraba como si él pudiese reflejar mi ser interior, lo que realmente pensaba.

Hacía unos meses que había salido del instituto y ya el orgullo se me había acabado; no sabía qué iba a estudiar y mi familia no paraba de ponerme excusas para que iniciara mis estudios superiores. Quizás por rebeldía o por flojera de continuar mi carrera académica, la idea de trabajar 50 años en una empresa, levantándome a las 5 de la mañana cada día por el resto de mi vida, para mantener a una familia mal agradecida y pagar mis impuestos a un gobierno mediocre que no resuelve mis problemas personales... tal vez tenía un significado de felicidad un poco distinto.

La mayoría de las personas solían decir: "Yo trabajo para vivir". Me reía por lo bajo, pues, era evidente que vivían para trabajar. Al final de mes les alcanzaba para poco más que la comida.

Reí por lo bajo de la cantidad de veces que me molesté en vano en reuniones familiares. Mis parientes hacían énfasis en la seguridad que te brindaba un trabajo bien remunerado. Todos esperaban que fuera un gran abogado con doctorados y fuese una persona ejemplar.

—Como si eso realmente fuese a pasar. —dije al aire desviando mi visión hacia un lado del espejo. Tomé mi cepillo de dientes. Todos en la Tierra estaban contentos de los avances civiles y lo grandísima que es la sociedad. Era deplorable creer que esa perfección duraría para siempre

Tantas guerras y conflictos, tanta política queriendo hacer ver que buscan el bien común; la hipocresía personificada. El hombre por naturaleza siempre buscará el beneficio propio. Habría que quitarle todas las comodidades a un hombre para entender realmente quién es.



Salí del cuarto de baño afeitado y vestido de deportivo, con calzado apropiado para correr y una camiseta de color marrón claro, una gorra para ocultar la espesa y desordenada cabellera. Me coloqué unas vendas en las muñecas y fui a la cocina para hacerme un desayuno con planes para ir a correr un rato. El día no estaba tan soleado y mis padres no estaban en casa. Mis pulmones exigían a gritos aire puro.

Al llegar a la cocina me di cuenta que mis padres ya se habían ido de nuevo al trabajo. Solían almorzar en casa y luego regresar a sus trabajos hasta su hora de salida.

Saqué una bolsa de pan de sándwich y colocaba los utensilios en el mesón hasta que mi teléfono comenzó a vibrar en mi bolsillo; en el marcador de la pantalla de mi teléfono aparecía el nombre de Naith.



—Aló —dije por la bocina. Sostenía el celular con mi hombro mientras seguía preparando mi emparedado.

—¿Qué hay? ¿Ya despertaste? —habló con la boca llena.

—Hace un rato. ¿Qué pasa?

—¿Qué vas a hacer hoy?

—Planeaba ir a las barras ¿quieres ir? —dije mientras masticaba un pedazo de pan.

Carrera de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora