Narra Naith.
Ya han pasado dos días desde que murió Gabriel y Rodolfo desapareció. Recuerdo perfectamente el llanto de Lizeth exclamando venganza de los dos supuestos asesinos.
El motivo de su salida era ir a buscar al hermano menor de Rodolfo el cual no me habían dicho su nombre.
Aquel día cuando llegó Lizeth en llantos acompañada por dos hombres más, sentí por primera vez en mi vida pena por alguien. Aún recordaba claramente la cara de Lizeth.
Desde esa ocasión me decidí por quedarme con ese grupo.—Chico, trae esa caja, ahí están las municiones —dijo Javier dirigiéndose a mí.
Javier era el hermano de Rodolfo, y su acompañante era Marcos, un amigo de prisión. Ellos habían sido quienes llegaron con Lizeth el día de la muerte de Gabriel. También trajeron consigo un maletín lleno de armas que consiguieron robar cuando Lizeth y Rodolfo los liberaron del recinto carcelario en el que estaban.
Perfil de Javier.
23 años.
Brazos tatuados.
Piel oscura.
El cabello rapado.
1.80 aproximadamente.
El cuerpo de alguien que llevaba desde los 18 haciendo ejercicio en la cárcel.
—¡Naith! —rectifiqué—. Llámame Naith, no chico —dije obstinado.
—Bueno Naith —dijo arrastrando las bocales—, haz el favor de traer la maldita caja hacia la camioneta.
—¿Tan temprano y ya están gritando? —habló Marcos.
Perfil de Marcos
22 años.
1.75 aproximadamente.
Piel oscura.
Como diez perforaciones totales entre las orejas y nariz.
Dientes amarillos.
Cabello terriblemente cuidado.Decidí no desperdiciar tiempo en entrar en discusiones con ninguno de los dos y llevé la susodicha caja hasta la maleta de la camioneta familiar robada.
Marcos y Javier, lo cierto es que no eran demasiado inteligentes, inclusive al contrario, eran un par de brutos que tendrían suerte si su coeficiente intelectual superaba los 3 dígitos. Pero algo debía reconocer: Eran criminales de primera. Nada más llegaron a la bodega y vieron que el carro era muy pequeño robaron una camioneta aparcada en un estacionamiento público.También hay que reconocer el cargamento de armas que presumía las habían sacado de la prisión. Jamás había visto tantas municiones y cañones en mi vida. Dentro del maletín habían al menos 6 modos distintos de morir a distancia y 2 cuchillos militares. Inclusive hasta una granada y una bengala.
Lizeth, por su parte, era la consejera del líder, Gabriel, pero luego de la muerte de éste, ya Lizeth había comenzado a presentar síntomas de depresión y locura. No estaba capacitada para dar órdenes siquiera.
Lo que me convertía a mí en el líder intelectual de la situación. Lo divertido es que nadie lo sabía cómo tal. Lo único que tenía que hacer era ir proponiendo acciones con un par de argumentos lo suficientemente complejos como para que Marcos y Javier no preguntaran... lo cual no era muy difícil. Con el tiempo me reconocerían sin rechistar. Estos son los momentos en los que adoro haber visto esa clase de psicología básica iniciando el liceo.
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Carrera de Sangre
General FictionDave y Naith eran dos amigos cotidianos que por una catástrofe fueron separados y obligados a sumergir en las ruinas de la jungla de asfalto con la compañía de putrefactos. Obligados a sobrevivir, Dave busca venganza del asesino de sus padres; y e...