4. Otra perspectiva del caos.

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4. Otra perspectiva del caos.

—Agh, mi cabeza —gruñí.

¿Dónde estoy? —dije al aire. Abrí un poco los ojos, y entre una visión borrosa de mi entorno divisé una breve luz amarilla titilaba iluminando una pared de bloques mal pintada de color blanco degradado por el tiempo y la humeda.

—¿Na.. –inspiré apresuradamente por la boca causando un chirrido agudo. Recordé todo lo que había sucedido antes de desmayarme; la explosión, el aire en mi rostro y la aceleración mientras caía, los hongos. —¡Mierda! ¿Qué coño? —traté de incorporarme cuando un fuerte dolor en las costillas sumado al retumbar de mi cabeza hizo la tarea de levantarme imposible.

Yacía tumbado en el pavimento, veía el cielo nocturno iluminado por la luna. A mi izquierda, muy junto a mí, había un carro que no reconocí al instante, tenía las luces intermitentes encendidas, probablemente por la "alarma" que debería de estar dañada.

Volví a tratar de incorporarme. Giré mi cuerpo de costado, dándole la espalda al carro, coloqué mi puño contra el cemento del suelo y utilicé mi brazo derecho como soporte. Gemí de dolor mientras empujaba mi cuerpo hacia arriba. Posé mi rodilla izquierda en el suelo y mi brazo izquierdo en el capó del vehículo.

—¡Arriba! no seas maricón ¡tú puedes! —me dije a mí mismo mientras colocaba mi pié derecho como soporte esta vez. Incorporándome con una patada y un fuerte dolor.

Mi nariz probablemente estuviese rota, tenía sangre seca a los costados de la cara y en el cabello. Sentí una molestia punsante en mi pelvis cuando por terminé de levantarme.

Observé el vehículo y mi alrededor. Era una especie de estacionamiento.

La casa del vecino.

Recordé que hace varias semanas que el vecino no sacaba su auto del garaje porque no encendía y estaba reuniendo dinero para repararlo. Lo sabía porque cuando salía al pórtico a charlar con mi papá, él me solía comentar ese tipo de problemas comunes. Mientras, yo solo asentía mientras él conversaba, no era que sus tópicos fuesen muy interesantes, sólo me quedaba con él ya que con un poco de suerte me daba una cerveza si se extendía con el tema de conversación.

A mi derecha había la pared externa de la casa. Había una separación de aproximadamente 80 centímetros entre la parte más cercana del vehículo y esa pared.

Al frente, estaba el límite del garaje marcado con una pared de 2 metros de altura, hecha con bloques y pintada con un blanco que fue degradándose con el tiempo. Debían de haber pasado varios años de la última mano de pintura.

Vi el capó del vehículo abollado y con una mancha de sangre –mi sangre- coagulada. Examiné mi alrededor buscando alguna escalera. A esas alturas, si los vecinos no habían escapado de casa para entonces, es que directamente no se encontraban dentro.

Caminé a oscuras hasta la puerta del garaje. Toda luminiscencia provenía de la luna y de la luz intermitente del vehículo, que a decir verdad, no ayudaba de mucho.

La puerta era una reja movible con un diseño de cuadrados hechos de barrotes verticales y horizontales. De inmediato me dispuse a escalar.

Al poner el primer pié en uno de los recuadros y me dispuse a subir como una escalera, escuché las hélices de un helicóptero a poco más de 20 metros de altura.

—Todos los civiles deben evacuar la zona y dirigirse a los refugios y escuelas cercanas para su posterior traslado a áreas con mayor seguridad, repito, todos los civiles deben evacuar —Se escuchó por el alto parlante proveniente del mismo helicóptero.

Carrera de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora