—¿Y ahora qué? —preguntó Elioth.
—Bueno, es evidente que no podemos bajar. Espero que Rafael y Nat estén bien.
Me dispuse a abrir la puerta que cumplía la función de conectar el balcón con el departamento interior. Al forcejear un par de intentos concluí que estaba cerrada por dentro.
»Elioth, hay que tumbarla. –dije echándome para atrás con el objetivo de tomar un poco de carrerilla... aunque en ese espacio tan estrecho iba a ser bastante complicado.
Juntos dimos un paso y levantamos la pierna para impactarla contra la puerta. Esta retumbó, pero no cedió.
—De nuevo. A la de tres; uno, dos, ¡tres! —gritó Elioth haciendo énfasis en la última palabra mientras repetía el proceso.
Esta vez la puerta se abrió de par en par hacia adentro, golpeando con fuerza la pared que había en ángulo.
—¡Si! —grité en celebración.
No fue hasta el momento en que me dispuse a revisar mi mochila para buscar una linterna que me di cuenta de que Elioth no cargaba la suya.
—Elioth ¿Y tú mochila?
—La dejé con Rafael. Me dijo que si tenía un arma de fuego que se la diera, que era bueno disparando. Cuando se la entregué disparó hacia el zombie que casi te arranca el brazo.
—¿Estás seguro de que le apuntó al zombie?
—¿A quién más si no?
Decidí enviarle una mirada de desaprobación. Este tipo me entendía cuando de correr se trataba, pero si de ideologías y mentalidades se trata... bueno, este tipo es un bruto.
No seguí con la discusión. Los infectados estaban debajo de nosotros y me daba escalofríos quedarme en esa situación esperando a que me muerdan el culo. Prefería esperar a que pasaran las horas mientras hacía algo productivo: buscaba algo útil.
—Hay que reunirnos con los muchachos. Nat y Rafael deben estarla pasando mal sin saber de nosotros —dije mientras sacaba finalmente la linterna del morral. Ciertamente era de día y el establecimiento era bien iluminado. Pero si necesitaba inspeccionar algún cuarto o algún lugar donde no llegara la luz del sol, prefería no pararme a sacarla estando ya dentro.
Pasé mi mano por mi bolsillo y noté satisfactoriamente que mi yesquero seguía donde lo había dejado la noche anterior. Sería una pena que lo hubiese perdido.
Me adentré primero en el establecimiento. Era un sitio bastante desorganizado; los cajones estaban fuera de sus muebles, los sofás no tenían los cojines puestos donde iban, habían vidrios quebrados en el piso y lo que alguna vez fue una mesa descansaba hecha trizas sobre varias superficies.
Caminaba con paso firme, llamé dos veces pero nadie salió, por lo que todo apuntaba a que nadie estaba en casa y el lugar estaba desocupado.
—¿Qué mierda pasó aquí? —dijo Elioth.
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Carrera de Sangre
General FictionDave y Naith eran dos amigos cotidianos que por una catástrofe fueron separados y obligados a sumergir en las ruinas de la jungla de asfalto con la compañía de putrefactos. Obligados a sobrevivir, Dave busca venganza del asesino de sus padres; y e...