5. El sonido del casquillo

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Al llegar a la casa de Elioth lo primero que divisamos fue la soledad de la zona. Hacían varias horas que no veíamos a ninguna persona, todo estaba desierto. Era como si todos estuvieran jugando a las escondidas o algo así. Ningún sonido se produjo por todo el viaje más que el de nuestras pisadas.

Decidimos no hablar hasta llegar para mantener el sigilo, en esas situaciones es muy común encontrarse con maleantes y bandidos queriendo apoderarse de nuestras pertenencias.

– Pasa. –me dijo ofreciéndome entrar haciendo un ademán con la mano.

– Permiso.

La casa de Elioth se veía desorganizada, en la sala había solo dos muebles individuales de madera rústicos de color marrón opaco sin ningún cojín que los adornara. Al frente donde debería haber un televisor solo estaba un cuadro de la Torre Eiffel como único adorno de esa pared.

El Wall Paper se veía despegado y bastante dañado con el tiempo.

Un par de estanterías al lado de una ventana pequeña y en la entrada del pasillo que supuse dirigían a los cuartos había una vara de metal incrustada en ambas paredes, asumí que era para hacer ejercicio en sus tiempos de ocio. Y no me impresionaría, es muy común conseguir algo así en el cuarto de un chico, pero, ese estaba en la sala.

El piso de cerámica lisa –y se supone que blanca– se veía opaca por el polvo y la suciedad. Hasta había dos o tres manchones de lo que creí que era café o alguna bebida en algunas partes de la sala.

Llevaba varias horas preguntándome que habría sido de la familia de Elioth, en todo el rato que llevábamos conociéndonos no me había comentado nada de ellos, y obviamente, en la casa no estaban.

– Siéntate. –me ofreció señalando el mueble polvoriento de madera. –Todo está sucio, lo lamento. No he tenido tiempo de limpiar últimamente.

– Descuida.

Me daba pánico preguntar, no quería oír la respuesta y arrugarle la cara.

Me juré a mí mismo cobrar venganza por el asesinato de mis padres, pero ahora que lo pienso, ni siquiera observé el rostro de la persona que jaló el gatillo acabando con la vida de mis dos seres amados.

Repasando en mi memoria lo que había sucedido hace tan solo una hora, me di cuenta de varias cosas:

No había nadie cerca de mis padres más que yo, y ellos se encontraban a unos 10 metros de la entrada del instituto. La cabeza de mi madre fue impulsada hacia el lado opuesto de la entrada, por lo que la persona que les haya disparado, tenía que estar dentro del instituto lejos de mi visión periférica. No divisé el carro de mi papá en ningún momento del viaje ni de mi estancia en esa área, por lo que se abrían muchas posibilidades del motivo para que sacara el arma. Antes de hacer más suposiciones y seguir torturando mi mente con la imagen de mis padres en el suelo, debía recolectar más información.

– Viejo... –le dije finalmente

– Si, puedes poner las cosas ahí –habló apresuradamente sin esperar a que yo terminara.

– No, no es eso.

– Si, lo sé, yo también tengo hambre. Veré que hay en la cocina. –alegó un poco intranquilo caminando hacia una puerta al costado de la entrada de la casa.

– No me refería a eso, quiero decir que... –mi voz fue interrumpida por el sonido que ocasionó el rechinar del picaporte.

– Espera un segundo, ya te atiendo. –se adentró en aquella habitación.

Carrera de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora