Capitulo 1: Hace 5 años

1K 39 4
                                    

Escucho las cadenas de metal que se unen entre sí, sólo para aprisionar las muñecas de aquel hombre, qué para él se mantiene frío en su expresión facial y corporal.

Yo, desgraciadamente tengo que ver, por obligación de mi padre, el castigo de aquel hombre, que no debe de tener menos de 35 años. Él entró a robar, a nuestra guarida, las armas de mi padre que tenía, para seguir sobreviviendo, para matar a los Caminantes.

Mi padre es jefe de un grupo que ha sobrevivido ante la guerra de los Caminantes, que sigue perdurando, en todos estos años. Para mi opinión, este grupo de mi padre, es una mafia, sólo hay hombres y mujeres armados que parecen reclutas expertos, no familias que se mantienen unidos. Aunque también podría decir que mi padre no es muy amigable, diría que él no confía en nadie.

Él y unos de su grupo intentan, cómo pueden, mantener encarcelado al hombre en una pieza de cemento muy enjaulada y húmeda. Yo, parada detrás de la puerta de metal, escuchando las órdenes de mi padre.

- ¡Vigilen muy bien a este excremento con pies! -ordena él, con una voz rasposa y algo profunda.

Sí, le obedecen todo lo que él ordena. Yo cruzo los brazos, algo triste, ya que aquel hombre me recuerda a alguien que he visto desde muy pequeña, aquel héroe que me ha salvado de uno de los primeros Caminantes que ha gobernado nuestro planeta. Pero este hombre usa ropa sucia de cuero negro, muy desgastado. Sus brazos descubiertos están llenos de heridas y con cicatrices muy pequeñas. Su cabello casi largo, está sucio y desordenado, como su pequeña barba. Así que no puedo distinguir su rostro.

Mi padre, como todo un jefe, camina hacia él, que está en el suelo, de rodillas. Mi padre se agacha, le toma el rostro con fuerza, pero éste se resigna a mirarle a los ojos.

- Mañana, recibirás tu castigo por venir a mi empresa a intentar robar mis armas -gruñe mi padre, entre dientes, pude notar.

El jefe se levanta con fuerza y camina hacia mí. Pero no me dice nada, solo pasa por mi lado y decide marcharse, por el pasillo, con sus escoltas, dejándome en compañía de los guardias que vigilarán toda la noche aquel hombre.

Lo quedo mirando de una manera extraña, sigo sintiendo aquella sensación de que se parece a mi héroe, pero él está muerto: lo mató un Caminante. Pero al verlo me traen ese momento en el que me salvó.

Él hombre, de repente, me mira con desdén, fijamente, aquello me causa escalofríos, así que decido irme del pasillo, donde mi padre lo ha bautizado como la cárcel de esta empresa de metales que antes estaba abandonada.

La noche se hace eterna y no sé por cuánto tiempo estará así. Acostada en mi cama, sintiendo la oscuridad que me acorrala, como el frío que emite esta gran sala de cemento, que comparto con todas las mujeres que estamos en este grupo.

Pero unos gritos me sacan de mis pensamientos. Aquellos gritos del hombre que provienen de la cárcel. Me incorporo de golpe, al sentir que quizás mi padre está castigando a ese hombre esta noche y no mañana. Mi padre está demasiado enojado con ese hombre, que nos entró a robar.

Me levanto de la cama, me pongo mis botas negras y desgastadas, y corro hacia la cárcel. Solo tengo que bajar tres niveles para llegar, ya que es un sótano en donde supuestamente se almacenaba metal, que las guardaban en esas celdas, que ahora mi padre las usa para castigar a los traidores que quieran romper las reglas.

Al llegar miro lo que sucede. Mi padre, con un látigo, tortura al hombre que grita con cada latigazo que comienza a romperle la espalda. Al ver aquella sangre saliendo de sus heridas me hacen correr hasta mi padre para detenerle.

- ¿Qué haces, Zauri? ¡Deja de detenerme! -Estalla mi padre.

Pero no me importa su orden. Lo detengo igual. Le despojo del látigo de sus manos con fuerza y doy unos pasos hacia atrás, solo para ver su rostro enfurecido, envenenado por la rabia y el odio.

- ¡Esto es injusto padre! ¡Y lo sabes! - exclamo con fuerza-. No tenemos el derecho de dañar a otros, menos en las circunstancias en las que estamos.

Mi padre, se acerca con descontrol hacia mí, apuntándome con su dedo, como si quisiera culparme de algo. Pero se detiene. Se calma al verme a los ojos que le gritan para que perdone a este hombre que respira con dolor, con rapidez.

Luego él da la vuelta y llega al rostro del hombre que mira el suelo.

- Te salvaste. Agradécele a mi hija que es una chica buena. -susurra él, con rabia en su voz.

Mi padre se marcha sin decir nada más, gruñendo por dentro se aleja. Yo tiro el látigo hacia un rincón. No quiero verlo de nuevo, no me gustan los objetos que hacen daño a los demás, a menos que sean para defenderse. Luego veo al hombre que se queja de dolor, por dentro, me mira de reojo, pero luego mira al frente, como si nada de lo que mi padre le ha hecho le importara, cómo si no hubiera sentido nada para él, cómo sí fuera un hombre de roca.

Me marcho ofendida de la sala. Le he salvado esta vez y no me lo ha agradecido ¿por qué no lo ha hecho? Por lo menos debería de hacerlo por educación. Vuelvo a mi cama, para dormir esta vez y olvidarme de lo sucedido.

Los gritos me despiertan, los disparos me aturden de repente, cómo sí viviera en una guerra en este momento, en el que yo no querría estar. Me levanto para ver la ventana, me asomo y veo que todos guardan las armas, sus cosas en las camionetas, mientras que otros disparan hacia un cierto punto, entre el límite del bosque y en donde estamos. En un segundo veo que unos cinco Caminantes intentan entrar a la empresa que está asegurada por rejas metálicas de cuatro metros de alturas que rodean el lugar.

Yo, inconscientemente agarro mi mochila y me preparo para irme con mi grupo a otro lugar. Salgo de la gran habitación y veo barullos y a todos corriendo, acarreando armas y maletas.

- Zauri, debemos irnos. Es hora de irnos a otro lugar -me dice uno del grupo, el que siempre se me olvida su nombre.

El chico que me ha avisado se marcha ayudando a otros a llevar cajas llenas de armas y suministros. Corro hacia la entrada y veo que uno ha entrado exitosamente, pero mi padre se ha dado cuenta. Agarra un arma que estaba dentro de la camioneta y le dispara tres veces justo en la cabeza. Una verdadera guerra ha llegado a nosotros. Mi padre sonríe y luego grita por matar un Caminante. Me mira de repente.

- ¡Hija, tenemos que irnos! -grita él.

Asiento, doy un paso y me acuerdo de algo que no dejaría en esta empresa, por nada en el mundo.

- ¡Espérenme, se me ha quedado algo, vuelvo de inmediato!

- ¡Entonces apúrate! -grita de nuevo.

Entro de nuevo y corro hacia las escaleras. Doy mi mejor desempeño en correr. Bajo tres niveles. Hasta el sótano. Me detengo al ver el pasillo vacío. Lo habían dejado solo y encerrado. Corro hacia la puerta y la abro con una llave de repuesto que tenía. Abro la puerta metálica y ahí lo veo. Corro hacia aquel hombre y comienzo a soltarle las cadenas.

- ¿Qué intentas hacer? -pregunta, con esa voz seductora, cálida y gruñona.

Me detengo por un momento para ver sus ojos que están en mí con fijación.

- Intento salvarte la vida, tonto -respondo, reaccionando hasta dejarlo libre-. Unos Caminantes intentan entrar. Nosotros nos vamos a otro lugar seguro. Se habían olvidado de ti, así que vine a desatarte.

Él no dice nada, solo se levanta con tranquilidad. Agarra sus cosas de manera fría, que estaban en una mesa, a un rincón, se prepara mientras que yo solo le quedo mirando. Al terminar, agarra su mochila y su ballesta, camina hacia la puerta y se detiene.

- Te agradeceré diciendo mi nombre -habla éste-. Daryl Dixon, ese mi nombre.

Luego de decir su nombre se va. Yo me quedo impactada al escuchar su nombre. Él. Es él. ¿No que estaba muerto? Mi héroe es él. Y ahora le acabo de salvar su vida, como él lo hizo hace años. Cuando era pequeña.

Corro para encontrarle y agradecerle por salvarme. Subo las escaleras y al llegar al primer piso, no lo encuentro. ¿Habrá encontrado otro escondite para salir?

Llego a la entrada y veo que mi padre está entrando a la camioneta como todos en las suyas. Yo hago lo mismo. Ahora, nos vamos a otro lugar para seguir vivos, un lugar seguro, en el que no estará mi héroe. Pero soy feliz en saber que él está vivo, y que lo he vuelto a ver. ¿Volveré a verle de nuevo?

Sobre-Plaga (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora