I El inicio de una leyenda... ¿o de una tortura?: Primera Parte.

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Aventura I: El inicio de una leyenda... ¿o de una tortura?

Primera Parte

—Uno, dos... Uno, dos ―se escuchaba la ronca y monótona voz del instructor, desde el patio de prácticas.

>>¡Swoch!, ¡Swoch!...<< era el sonido que acompañaba a la voz del hombre y que parecía que le estuviese haciendo de coro, provocando que el aire se llenara de la rítmica cadencia de la práctica de los escudos humanos...... perdón, de los valerosos guerreros que la Academia Instructora de Salvadores Mundiales ―mejor conocida como la A.I.S.M.―, que entrenaban de forma permanente para beneficio de los perezosos monarcas que no deseaban entrenar a sus propios ejércitos para defender sus tierras.

—Por qué justo cuando deseo leer sobre hechizos de viento, se apodera de mí el sueño ―se preguntó una chica en voz alta, que se encontraba sentada a los pies del único árbol de las cercanías y que estiraba sus extremidades en un vano intento de liberarse de la modorra.

—Puede ser que se deba a que, en vez de estar aquí afuera, deberías estar en clases ―respondió otra voz que venía detrás del árbol, en donde la joven se encontraba.

—Profesor Xavier ―exclamó la chica sorprendida e incorporándose al instante, al ver acercarse a un anciano y canoso mago que llevaba un largo manto plateado―, es cierto, debería estar en clase ―respondió recuperándose con rapidez del susto de ver aparecer al anciano maestro―, pero usted entenderá que con tanta gente en el salón, es mejor tratar de aprender la teoría de manera individual ―arguyó la joven, mientras se mecía en sus talones, haciendo que su pelirrojo cabello trenzado se moviera al compás de su vaivén.

—Eso sería cierto, si en realidad LEYERAS la lección Halima, cosa que he visto que no haces ―le recriminó el profesor, jugando con su larga barba plateada y posando la punta inferior de su báculo de Archimago en el suelo, dando a entender que no se tragaba ni por un momento la excusa.

Halima se quedo callada, sabía que si quería librarse de un castigo severo solo tenía que mantener ese silencio hasta que se hiciera incómodo, mientras mantenía su cabeza agacha y con sus ojos verdes apuntando hacia los zapatos reglamentarios de la sección de hechiceros de la academia, esto lograría que el anciano profesor sintiera la suficiente culpa como para no proseguir con el sermón.

—Ejem... ―carraspeó el anciano luego de unos minutos en esta situación, dándole la victoria en esa batalla a la jovencita― en fin, dejando ese tema de lado, me he enterado por la secretaria del instituto para hechiceros, que eres la única de tu clase que no tiene práctica este año... otra vez.

—La verdad es que yo... ―comenzó a explicarse la hechicera, pensando rápidamente la manera de sacarse esas estúpidas prácticas anuales de encima― no he conseguido donde hacerlas, además en mi casa están necesitando ayuda.

—¿Ayuda en qué? ―preguntó interesado el viejo profesor.

—En... en... ―titubeó la muchacha― en cuidar a mi abuela, que se encuentra muy enferma.

—¿Pero tu abuela no estaba muerta? ―preguntó el anciano en forma inocente.

—No esa abuela... la otra ―trató de excusarse Halima

—¡Ah!, claro... la otra ―dijo el mago, observándola perspicaz—, pero yo hablé con tus padres hace algunos momentos y dijeron que no era necesario que fueras a casa estas vacaciones de verano.

Halima soltó un suave quejido de derrota, parece que ese año debería hacer las benditas prácticas, a no ser que...

—Pero profesor, no tengo donde hacerla, y no creo que encuentre un lugar antes de que se acabe el periodo de inscripción en la secretaría ―fue la excusa final y la mejor defensa que tenía, ante la insistencia del anciano mago.

Desaventuradas Aventuras del H-Squad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora