III: La familia de un ninja... ¿o su tormento? Primera Parte

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Parte Uno

En el bar de siempre, Halima se encontraba extrañamente solitaria, ninguno de sus compañeros se había presentado esa tarde, pero esto a la hechicera no le molestaba (en realidad, la hacía feliz), todo para poder admirar con tranquilidad su nueva y alucinante varita de platino. Estaba encantada con ella: era brillante, reluciente y poderosa. Esto último, lo notaba cada vez que lanzaba un hechizo, incluso lo más débiles causaban estragos.

Pero la buena suerte de encontrarse solitaria no podía durarle demasiado, porque mientras se comía con los ojos su nuevo instrumento de trabajo, llegó Dardo tan silencioso como siempre. Pero a esas alturas, Halima ya se encontraba acostumbrada a las habilidades de su compañero y tampoco le preocupaba demasiado que le hubiese visto literalmente >>babeando<< por el objeto, sabía que él jamás diría nada aún bajo tortura.

—Nuevos encargos —anunció el joven moreno, mientras Halima guardaba su varita en el lugar más seguro que existía dentro de sus vestimentas; solo como precaución, nunca se sabía cuando hay un ladrón de los buenos cerca.

—¿Lo revisaste? —preguntó la hechicera como de costumbre, pero el ninja negó.

—Llegue tarde, lo traje directamente —explicó el joven con pocas palabras, como de costumbre.

Eso no era normal. Lo usual era que Dardo llegará antes de la hora, tuviera que esperar mucho y cuando le entregaran los documentos, el llegaría al bar —también antes de la hora— y se entretuviera revisando los nuevos encargos, para luego entregárselo a ella y esperar las asignaciones que le correspondieran, para finalmente desaparecer hasta el siguiente día donde el proceso se repetía. La hechicera, todavía extrañada, se dedicó a revisar con atención los encargos, no había ninguno especialmente difícil, por lo que procedió a dividirlos en cuatro rumos.

—Chicos, encontramos cosas divinas —se escuchó la voz característica de Odette quien acaba de llegar, seguida por Kerman (del cual solo se veían las piernas porque los miles de paquetes que cargaba, lo cubrían)—, lamentamos llegar tarde, es que hoy se renovó toda la calle del mercado y había tantas cosas que ver...

—Sí, si... lo que tu digas —le cortó Halima, evitando que comenzará a describir todo lo que había visto y eso podría durar horas——. Siéntense, voy a repartir los encargos para mañana.

Kerman no se hizo de rogar; soltó con rudeza los paquetes en el lugar más próximo —ganándose un regaño de Odette— y se sentó en la silla más cercana, mientras lanzaba un suspiro desde lo más profundo de su alma. Una vez que todas las tareas estuvieron repartidas junto con los objetos y luego de unas cuantas conversaciones Odette y Kerman, salieron de la posada; mientras que Halima, a punto de hacer lo mismo, fue detenida por Dardo quien todavía se encontraba allí.

—¿Qué sucede? —preguntó al ver que el chico no decía nada.

—Problemas —fue lo único que mencionó el ninja.

—¿Qué problemas? —al ver la expresión apenada de Dardo, la chica adivinó—. ¿Tuyos? —Dardo asintió.

—¡Ayuda! —pidió de manera suplicante su compañero, mientras ponía ojos de cachorro abandonado que ablandaron el corazón de la hechicera.

—¿Solo mi ayuda? —preguntó y el joven solo coloco una mirada pensativa—. ¿Un problema muy complicado? —el ninja asintió con tanta fuerza, que Halima tuvo que detenerlo para que no se dislocara el cuello—. Entiendo, entiendo, le avisaré a los otros dos y mañana en la tarde nos juntamos de nuevo, ya que nos dieron dos días de descanso, pero hay que terminar con todas las tareas asignadas primero.

Dardo pareció observarla aliviado y con una inclinación de cabeza, desapareció casi de forma instantanea frente a sus ojos. Halima decidió marcharse, algo intrigada por la actitud del ninja. Parecía ser algo grande como para que él pidiera ayuda tan desesperadamente, pero tendría que esperar hasta el día siguiente para averiguarlo.

Desaventuradas Aventuras del H-Squad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora