Aventura I, Segunda Parte

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Parte Dos

Halima suspiro pesadamente, no había nadie en la maldita ciudad que supiera o pudiera darles algunas buenas pistas de dónde empezar a buscar al dichoso gatito; lo único que había escuchado continuamente eran los comentarios sobre que la princesa quería mucho a la dichosa mascota, que la princesa hacia esto, que la princesa hacia aquello y bla, bla, bla....

―En el cementerio nadie me dijo nada útil ―dijo el guerrero en la posada que ocupaban como punto de encuentro; como si ella no supiera que en un campo santo solo se encuentran muertos y que, en definitiva, no pueden decirte nada de nada― pero el sepulturero me comentó que el gran héroe Neo, está enterrado allí y que este héroe fue el salvador del mundo en la época... ―siguió Kerman, no dándose cuenta que la hechicera le ignoraba, ya que lo que este decía no le importaba ni un pepino.

Por otro lado, meditaba la joven, Dardo tampoco aparecía y esperaba que esta demora significara que el ninja había tenido mejor suerte. En cuanto a la curandera, de ésta lo último que había sabido era que estuvo hablado con un par de personas, pero que pronto perdió el interés en la información, por lo que se fue de compras al mercado más cercano. Resignada a ser la que comandará al grupo, pensó en el siguiente paso a seguir, se encontraba en eso cuando sintió que le tocaban el hombro, sobresaltada se volteó y se encontró con el ninja que, como siempre, se veía algo difuso.

—Me asustaste ―le reprendió la hechicera

—Lo siento ―se disculpó Dardo

—¿Averiguaste algo? ―preguntó

—Nada ―fue la escueta respuesta, para luego agregar con voz monótona―. Deberíamos preguntar en el castillo.

—Es buena idea ―apoyó el guerrero que había escuchado el corto dialogo―, volver al lugar del crimen ―agregó con tono detectivesco, que no le quedaba para nada―. Además tal vez conozcamos a la princesa ―dijo mientras se le iluminaba la cara ante tamaño honor.

La hechicera suspiró de nuevo, ya resignada. La única cosa que más odiaba, antes que las niñitas mimadas y los guerreros cabeza de pájaros, eran los estrafalarios nobles y ahora, al parecer, tendría que enfrentarse a ellos en masa. Nada podía ser peor, pero no le quedaba otra alternativa.

—Está bien ―aceptó finalmente la joven―. Dardo, ¿puedes avisarle a Odette que vamos al cast...? ―pero el ninja ya no se encontraba en el lugar―. Espero que se haya ido para hacer mi encargo ―se dijo en voz alta, pero sin hacer nada para remediar la situación.

—Genial, conoceremos a una verdadera princesa ―se regocijó Kerman―, debe ser muy hermosa, encantadora y delicada... ―se dijo, mientras la hechicera solo meneaba la cabeza y nuevamente dejaba de prestarle atención.

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No les tomó mucho tiempo en llegar al dichoso castillo, ya que la posada se encontraba a tres cuadras de la construcción de piedras, cosa que la hechicera encontraba ridículamente cerca para ser el hogar de la familia real de todo el continente.

La entrada al lugar fue efectuada fácilmente por dos razones. Primero, los guardias de la puerta eran completamente inoperantes y segundo, en los lugares más restringidos, solo mostraban las credenciales de la academia para que los guardias se apartaran de inmediato. Finalmente, se adentraron en el gran salón del trono, donde solo se encontraba el mayordomo real, un hombre canoso y vestido de frac.

—Me alegro que hayan llegado, mis estimados héroes ―les saludó cortésmente el hombre, haciendo que Halima respirara aliviada por tratar con él y no con los monarcas―, soy Perkins el mayordomo del castillo ―se presentó―. ¿En que los puedo ayudar? a) Saber sobre la mascota de la princesa; b) que los guíe al último lugar donde se le vio; c) Que los lleve a la habitación de la princesa o d) Nada por ahora.

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