CHAPTER. XXIII

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Apégate al plan. Sé que estás lista... aseguró con tono despreocupado.

Un estruendo se escuchó a través del comunicador. Su grisácea mirada pareció ensombrecerse.

— ¿Qué pasa? — quiso saber, sin perder la serenidad.

El vacío en sus emociones le permitía permanecer impávida ante las circunstancias. De otra forma, ¿podría hacer algo? Los separaban kilómetros de distancia y ella tenía una misión que cumplir, no le quedaba otra opción de confiar en las habilidades que lo alejaron de las garras de la muerte en el pasado. Por eso a Luanne sólo le quedó empuñar su mano con tal fuerza que clavó sus uñas en las palmas.

Creo que tengo visita — contestó divertido.

Ella, incapaz de encontrar humor en su comentario, continuó viendo el vacío, luego respondió:

— Lo sabías...

La repentina misión, lejos de ser un verdadero voto de confianza, no era más que una excusa para separarlos, pues él en algún momento descubrió que los habían localizado, por algunos descuidos en su antigua misión en Botafogo, un barrio de Rio de Janeiro, hace dos años atrás. En otras condiciones Luanne habría dejado todo para ir a ayudarlo, o, mejor dicho, llevarle la contraria. Pero, ya no era una niña impulsiva, ahora era toda una fría mujer con un oficio específico, la caza de personas que tenían la mala suerte de aparecer en su lista, ella era un arma con funciones muy determinadas.

Sí. Tenía que mantenerte ocupada mientras lidiaba con esto, no podía permitir que nos encontraran juntos. Alguien tenía que distraerlos y bueno, yo no tenía compromisos.

— Scott...

Oh vamos — interrumpió —, ahora no vas a decir que te preocupas por mí...

— Muérete.

En respuesta él se carcajeó. Por otro lado, ella bufó con fastidio, aguantándose para no destruir el aparato que los conectaba en una conversación.

Escucha, estarás sola de aquí en adelante, pero no te librarás de mi pastelito, se cómo encontrarte... y Luanne...

— ¿Qué?

No dejes a nadie en pie...

Otro sonido, pero más fuerte distorsionó la transmisión cortando la llamada. Su corazón de forma inevitable sintió un terrible vacío. Un complejo sentimiento la conectaba con su mentor, por un lado, deseaba superarlo y asesinarlo, pero por otro, no dejaba de sentirse vulnerable ante su persona, aunque en este punto no se trataba a nivel de fuerzas sino de algo más.

— Cuídate... — susurró, mirando el negro cielo estrellado...

Vistiendo para la ocasión, con un pantalón elástico y resistente de color negro, en el que cargaba distintas fundas para algunas de sus armas: dos pistolas con sus respectivos cartuchos de recarga en cada uno de sus muslos, dos rodilleras de fierro destinadas a aumentar el impacto de sus golpes, un juego de dagas punta de luna en cada pantorrilla. Un suéter azul oscuro, se ajustaba a su torso y brazos. Era corto por lo que dejaba ver su abdomen plano, ocultando la mitad de su pechera, en la que lleva la funda cruzada de sus dagas de punta de aguja, filo de diamante. Las cuales fueron un presente de Scott.

En su porta bolsa "Buki" llevaba algunas granadas de puntas, un dispositivo que era punto clave en la misión. Era lo único que necesitaba para infiltrarse en un Núcleo experimental de alta seguridad.

Agazapada entre la arboleada, esperaba a que fuera el momento, mientras que con unos desarrollados binoculares nocturnos, observaba el terreno en el que se resguardaba el laboratorio subterráneo, pudiendo ver una extensa gama de contenedores. Esta era una de las tantas sucursales de la emblemática red de una intrincada y polifacética red de industrias, Ionic Corp. La cual se desplegaba a lo largo del país, ésta se ubicaba específicamente en el Sur de Northam, una zona egida a las afueras de un pueblo rural, llamado Adicore.

Luna Oscura. Perdiéndome a mí mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora