CHAPTER. XVIII

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Con algo de dificultad volvió a abrir los ojos... Todo a su alrededor daba vueltas, era una sensación bastante familiar. Su conciencia yacía dispersa lejos de su cuerpo el cual parecía estar desconectado del cerebro ya que no había manera en la que pudiera coordinar de forma exitosa el más mínimo movimiento.

Su corazón latía sosegado, su respiración se acompasaba al súbito silencio que reinaba en el lugar y con la mirada fija en el techo solo pudo soltar unas cuantas lágrimas sin el menor de los esfuerzos. Al parecer, volver a despertar le resultaba más doloroso.

Embotada y mareada — sensaciones resultadas de la droga que le fue suministrada —, bajó la mirada hasta sus muñecas, éstas estaban libres. Reuniendo todas sus fuerzas quiso hacerse a un lado para incorporarse, pero su visión se tornó borrosa para después ceder en contra de su voluntad ante la semiinconsciencia. Maldijo por lo bajo.

Volvió a tenderse boca arriba, rogando internamente la cooperación de su cuerpo. Mientras tanto, se dispuso a barrer la habitación con la mirada. Las paredes habían adquirido una tonalidad anaranjada por el intenso arrebol escabulléndose por las ventanas. Al final del estudio del medio que la rodeaba se encontró con una cálida sonrisa... Sus ojos ámbar inspiraban dulzura, pero a la vez tristeza. Su piel gozaba de una palidez que la hacía parecer como una especie de frágil muñeca, su cabello castaño con níveos mechones, caían por encima de sus hombros en punta. Al igual que la otra chica, cargaba una máscara de maquillaje para ocultar las huellas de desvelo.

Con dificultad, Kate se dispuso a examinar a la nueva visitante con los ojos entre cerrados... Por otro lado, ella frotaba sus manos con nerviosismo. Lastimosamente su reacción no cambió para mejor, recabando todas sus fuerzas buscó alejarse de la castaña de cualquier forma, mantener distancia con todas las personas la hacían

sentir segura.

— Hola... — dijo por fin. Kate no respondió y buscó en vano bajar de la cama —. No temas, no voy a lastimarte — aseguró al momento que la tomaba de los hombros y la alejaba de la orilla de la cama; en ese instante, la muchacha no era más que un triste peso muerto maleable —. Me llamo Maya. Yo te traje aquí... Me alegra ver que despertaras.

Ejerciendo todas sus fuerzas en ello, apenas pudo instar a sus brazos para alejarla, los efectos de la droga aun imperaban en su organismo con insistencia, para su suerte la mujer que atendía al nombre de Maya desistió, y retrocedió. Sin quitarle los ojos de encima, ella se puso de pie y tomó su distancia.

— No tienes que temer... — musitó — todo estará bien, a partir de ahora.

— No... no... no... — gimoteó.

Kate se resistió y buscó removerse, nuevamente con ánimos de bajar de la cama, fue entonces que pudo sentir más dominio sobre su cuerpo.

— Siento mucho lo que te pasó — inició la castaña —, pero debes detenerte a escucharme... créeme, vengo a ayudar.

Como era de esperarse, sus piernas no pudieron sostenerla de pie, y en consecuencia se estampó en el suelo. Maya motivada por la preocupación corrió para ayudarla tomándola entre sus brazos, pero Kate — adquiriendo, a medida que pasaba el tiempo, control sobre su cuerpo — la empujó haciéndola retroceder. Por un instante la castaña retrocedió a medida que ésta se incorporó, aún tenía presente lo muy herida que había resultado su compañera hacia una semana.

— Necesitas reposar... niña, por favor... — imploró —. Déjame ayudarte...

Sus recuerdos se arremolinaron en su mente, había perdido a sus seres amados..., los había perdido a todos...

Luna Oscura. Perdiéndome a mí mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora