CHAPTER. V (part. I)

238 23 31
                                    

En un rápido reflejo él pudo desviarse a tiempo, y luego de recorrer pocos metros, detenerse. Hizo un impecable giro en U y volvió en dirección de la chica, entonces pudo ver aquellas mejillas rojas de rabia, y una mirada que parecía asustada e inspiraba reproche, su reacción no era para menos.

Sin embargo, de no haber reaccionado a tiempo ambos hubieran salido lesionados. Él era consciente de eso, pero dio gracias al cielo por que la visera oscura del casco cubriera su rostro.

Luego de refunfuñar algo que no fue audible para el joven, buscó darle la espalda para agacharse a recoger los libros que torpemente había dejado caer del susto. Ciertamente no lo había visto venir, pero hizo acopio a todo su ser para conservar la calma.

Trevor montó la pata de la moto para que permaneciera erguida por sí sola, y bajó de ella para encaminarse hacia la chica que casi alcanza a atropellar, se quitó el casco y a paso cauto se dispuso a cortar la distancia entre los dos. Normalmente no sentía nervios al hablar con chicas, pero había sido traicionado por las circunstancias que los había llevado a coincidir. Dubitativo buscó las palabras correctas para no empeorar las cosas, sin embargo, según su gran historial el resultado no era muy alentador, la sutileza y prudencia no eran lo suyo.

— Disculpa, ¿estás bien? — azuzó. Internamente: nervioso; aunque se mostraba impávido e indiferente.

— No te molestes — farfulló a la ofensiva, mientras buscó levantarse, pero fue tan brusco que desvarió por unos segundos y todos los libros que acababa de recoger cayeron de vuelta al suelo.

La visión de la chica se fue nublando poco a poco, debido al mareo, su conciencia se diluyó tan rápido que de un momento a otro terminaría por desvanecerse en el suelo.

Trevor instintivamente avanzó dando un par de zancadas y buscó ser su punto de equilibrio, sosteniéndola en sus brazos. En fracción de segundos aquellos ojos grises se mostraron nublados por las densas nebulosas de la inconsciencia, hasta que poco a poco se cerraron.

Sus labios parecieron perder color, sus piernas dejaron de sostenerla, ahora era peso muerto; aquello alertó al muchacho. En seguida comenzó a dar palmadas en sus mejillas para que volviera en sí mientras intentaba hablarle, pero no reaccionó. Conmocionado miró a su alrededor buscando ayuda, pero el estacionamiento estaba desierto,

«¿Dónde está el servicio de vigilancia cuando se necesita?», cuestionó indignado para sus adentros.

Cuando sus ojos cayeron en la misteriosa chica inconsciente, quedó embelesado por su sencillez y vulnerabilidad, y en vez de palmadas, deseó acariciar su mejilla — tan suave — al descender hasta su mentón, su pulgar se tomó el atrevimiento de rosar sus labios...

Pasado unos minutos, la chica comenzó a arrugar los párpados, anunciando que estaba despertando. Aquello lo alivió.

Al abrir los ojos ambas miradas se conectaron. Él pareció perderse en aquel iris grisáceo, cuan agua cristalina.

Ella no discernía entre la realidad y la idealidad, le era difícil saber si estaba soñando. Un leve rubor resaltó sus delicados pómulos. Los ojos de la chica se abrieron como platos de la impresión, al entrar en sí y percatarse de que lo estaba pasando era real.

Gesto, qué a su criterio, le pareció adorable. Pero aquel perfecto momento llegó a su final, cuando ella lo sacó de su ensoñación al propinarle un fuerte empujón.

Desconocía la identidad de aquel joven, y desaprobaba totalmente el atrevimiento que había osado tomarse al cogerla entre sus brazos, aprovechándose de su debilidad. Repelía el contacto con personas diferentes a su familia, por ello reaccionó a la defensiva. Aunque este caso, no iba reconocerlo, era distinto. No había estado tan cerca de un chico antes.

Luna Oscura. Perdiéndome a mí mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora