CHAPTER. V (Part. II)

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Él había aprendido a controlarse, y en algunos casos hacerse de la vista gorda cuando se alzaban en su contra. Sabía que si corría en su rescate — como siempre quiso hacer — las cosas empeorarían para ella y no quería causarle más problemas intentando resolver aquellos con los que actualmente lidiaba.

Los demás disfrutaban jugarle malas bromas y desprecios, pero gracias a su indirecta intervención, había conseguido que desviaran su atención en otras cosas, logrando así protegerla temporalmente. No obstante, cuando ella amablemente decidió acercarle ese libro... — momento en que él solo rogó que siguiera su camino —, había atraído la atención de las fieras. Solo esperaba poder protegerla nuevamente de lo que sea que las adeptas de Trisha Spark, principales espectadoras del suceso ocurrido entre Kate y él hacía minutos, planearan en su contra.

Tenía la leve esperanza de que la dejaran pasar y no hicieran nada para perjudicarla.

¿Pero, si no?

Para su desgracia no podía intervenir, se lo había prometido a Mary, y Whyatt no podía faltar a su confianza desobedeciéndola, debía respetar su decisión. Por ello dejó de mortificarse y trató de concentrarse en su libro, cosa que le fue imposible...

Podía cerrar los ojos y visualizar esa sobria mirada plata, cuan luna llena... Incluso desde antes de verla por primera vez, se había convertido en dueña de sus pensamientos. Mary solía hablarle tanto de ella que la creía simplemente perfecta. Pero fue después de contemplar su estampa que tristemente pudo confirmar que el ideal en nada se diferenciaba a la realidad.

«Tan cerca, pero tan lejana» pensó.

La amaba, pero debía hacer lo que era mejor para ella, aunque con eso tuviera que sacrificarse. De manera que se había obligado a conformarse con admirarla desde lejos y hacer lo imposible para disuadir a sus compañeros para que ni siquiera la tomaran en cuenta.

A hurtadillas miró la lejana silueta de la muchacha... ¡Que no fuera dado por romper su soledad y ser partícipe de su vida! pero eso era egoísta, ella no merecía el viacrucis con que la condenaría su compañía.

El menor de los hermanos Winchester soltó un respingo, y apretó sus puños por debajo de la mesa liberando su frustración. Kate estaba tan sola, tan triste... Una criatura como ella no merecía aquello — o al menos eso creía él —. Sin duda, no compartía la estúpida forma de pensar de sus iguales, el tener o no fortuna no afectaba en nada la esencia de la persona, lo que, para él, tenía más valía que todos los activos que se pudiera almacenar en un banco.

Su desgracia era que el mundo no estaba de acuerdo con sus creencias, y por el bien de ella, debía pretender que consentía con todo aquello que internamente repudiaba.

— Algo me decía que iba encontrarte aquí, hermanito. — Su voz lo trajo de jalón a la realidad.

¿Sería posible? ¿Sus sentidos estaban engañándolo?

Pero efectivamente deshizo todas sus dudas cuando dirigió la mirada hacia su interlocutor. No había error alguno, era su hermano mayor. No obstante, tenerlo en frente no le era suficiente para darlo por hecho...

Lo último que había sabido de él era que estaba pasándola muy bien en la Toscana, Italia. Pero si sus ojos no lo estaban engañando, ahora estaba en frente de él con esa sonrisa serena, rebosando cinismo e indiferencia.

No podía creer que estuviera allí, y guiado por un impulso se puso de pie.

Hace dos años su hermano le había abandonado. Y aunque su relación nunca fue la mejor, siempre habían estado juntos a pesar de que todo ese tiempo su contacto no distaba de riñas y disputas. Él se había acostumbrado a ello. Es su hermano mayor, lo quiere como tal, con todo y defectos. Pero sus acciones no le hacían más que daño.

Luna Oscura. Perdiéndome a mí mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora