CHAPTER. II (Part. II)

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Al ver que se trataba de su madre cruzando el umbral, respiró de profundo alivio.

Ambas intercambiaron miradas en tan pocos segundos, pero sus ojos grises terminaron huyendo en un parpadeo de los de su madre. Kate temía que a través de ellos se delataran todos sus miedos. Por ello trató de respirar hondo y actuar como si nada.

A hurtadillas la vio llegar. Podía notar lo cansada que estaba, por ello,

sin esperar mucho, procedió llevarle la comida. Sin embargo, su madre no percibió su acercamiento pues, como de costumbre, se quedó mirando fijamente una fotografía de años. Donde aparecía con su esposo. No era más que el padre de sus hermanitos, pero mientras que estuvo vivo, cuidó de ella desde que tenía memoria.

La curiosidad a veces le ganaba. A veces deseaba preguntarle por su padre. Pues como es lo común, un hijo siempre desea saber sobre su progenitor ausente. Sin embargo, su fallecimiento prematuro y accidental era lo único de lo que tenía consciencia. Por alguna razón, desconocida para Kate, Mary se mostraba muy recelosa con el tema y aquella información que parecía manejar, era un objeto que implicaba una enorme tentación para la chica ¿qué guardaría en secreto? ¿Por qué se empecinaba en ocultar los detalles de la vida de su difunto padre? Miles de preguntas yacían acumuladas en su interior, revoloteando en el vacío sin la iluminación de una mísera respuesta.

Siempre que buscaba tocar el tema, ella se ponía tensa y a la defensiva. Evadía sus preguntas, y abruptamente daba fin a la conversación. Por esta razón, Kate tuvo que conformarse y resignarse a la ignorancia. Pero, aun así, no podía evitar sentirse agobiada por el contenido de ese pasado que pululaba distante, fuera de su alcance.

Kate no era la única que tenía secretos.

Dándose cuenta de que se había quedado en un estado de absorta melancolía, de nuevo, frente aquel recuerdo feliz plasmado en papel. Mary Allen se volvió hacía su hija con una sonrisa satisfecha. Sin embargo, en su mirar permanecía impreso aquella tristeza que trae la pérdida.

— Hija, gracias. — Asintió agradecida —. ¿Ya comiste?

— Si — mintió al momento que se regresaba a la cocina.

— ¿Y los niños? — preguntó buscando a su hija con la mirada, mientras procedía a comer, de bocado a bocado, su comida.

— Están durmiendo — se limitó a contestar, mirándola de reojo desde el otro lado de la barra.

— ¿Viste la invitación que recibimos? El señor Thomas está muy entusiasmado con la idea de conocerlos — agregó antes de introducir otra cucharada de la rica ensalada de lechuga.

Al tocar el tema la chica se puso rígida, y se tornó indiferente al respecto.

— Sí — respondió secamente.

Ella no se sentía para nada entusiasmada con lo propuesto en la misiva, con la cual supuestamente los habían honrado. Su desconfianza no le hacía verlo de buena manera. Por consiguiente, se concentró en limpiar los mesones, y como quien no quiere la cosa le ubicó la invitación con la mirada.

Notando lo que trataba de ocultar, Mary dejó su plato su cena a un lado para levantarse y caminó hacia su hija intuyendo que algo pasaba. Debido a esto, se tornó seria. Con preocupación escudriñó a su niña para dar con aquello que le causaba molestias, conocía muy bien la posición de su hija, — aunque no los motivos tras ella — pero tenía las esperanzas de que esta vez accediera y no lo rechazara.

— Dime que ocurre, hablemos — pidió con sutileza, en el acto se ganó la atención de su hija.

— No iré. — dicho esto, extendió el pañuelo de limpieza sobre el mesón, la evadió y se dirigió para recoger su bolso.

Luna Oscura. Perdiéndome a mí mismaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora