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Capítulo 3: Vamos a Bailar

Dedicada a las Shippers Rubelangel (Incluyendome) SOY SHIPPER N°1 BITCHES!!

Las parejas pasan a la sala que estaba oculta mirando y fijándose en todo detalle de esta.

El piso era dorado o eso parecia, las paredes eran de ventanales que hacian que la luz de la luna que misteriosamente habia subido entrara, iluminando todo a su paso; sobre la mesa se hayaban las chuches que cocinaron y también queques, cupcakes, dulces, paletas, refrescos, pan de pipas, etc. A demás que arriba colgaba un candelabro hecho como si tuviera solo diamantes y oro.

Todos quedaron aun mas sorprendidos cuando una música romántica comenzó a sonar, retumbando en todos lados suavemente.

—¿Rubius, me concedes esta pieza? —Preguntó divertido extendiendo su mano y agachandose como reverencia, le sonrió.

—Será un placer... —dijo agarrando su mano, mientras, sin que quisiera, un sonrojo aparecía en sus mejillas.

Ambos rieron pasando a la pista, una mano se dirigió a la cintura de Rubén mientras que la otra se entrelazaba con los dedos de éste, la otra mano de este mismo estaba en el hombro de su pareja, mirando sus ojos, con una sonrisa iluminando su rostro de una manera especial. Todos los miraban atentos, ellos no prestaban atención, mientras se perdían en los ojos contrarios de una manera inigualable.

Comenzaron a moverse lentamente al compas de la canción, estaban divertidos bailando, juntos, despacio, girando y cambiando de lugar, Miguel le sonreía, Rubén giraba la mirada ultra sonrojado.

—¡Vamos!—animó Rubius a sus amigos—, ¡¿que esperan?!

Vegetta invitó a bailar a Willy, aprovechando un poco la melodía parecida al vals de los novios luego de casarse, rieron juguetones. Samu, acerco su rostro al oído del menor susurrando un; ›Te ves muy lindo a la luz de la luna‹.

Se la pasaron entre baile, comida y risas, chistes, salseo y humor, mientras que todos reían, el rubio se dio cuenta de la existencia de un balcón colocado justamente en dirección al mar, nada mal la vista que tendría desde ahí ¿he?, pensó, además que pensar solo y respirar aire limpio le haría bien.
Corrió la persiana casi trasparente que parecía de un material sedoso, muy fino, para poder ver las vistas que ofrecía la isla.

Mar, palmeras, árboles, y la luna, esa luna tan grande y tan brillante justo en el borde del mar, iluminaba los cabellos de Rubén y a su antojo iluminaba la calma del mar.

—¿Rubius?—ese acento, tan reconocible y agradable le hizo sobresaltarse—, ¿que pasa?

—Tío que susto—dijo dramáticamente colocando su mano sobre su pecho en forma de exageración—. Solo... miraba la luna —contestó a la pregunta del moreno, observando aquella luna llena que brillaba, y que tanto encantaba—, todo esto es tan extraño.

Lentamente, siente las cálidas manos de su par sobre las de él que estaban acomodadas sobre el barandal, se sorprende; sus ojos se abren como platos. Miguel lo hace girar, verle el rostro era lo que mas quería.

—Pero —se comienza a acercar hacía Rubén, le hace voltear en el mismo sitio dejando hací sus brazos en forma de cruz sobre su pecho—, estamos juntos, ¿no?

Rubén sonríe a causa del comentario de Miguel, apoya su cabeza en el hombro derecho de éste y lentamente sus párpados caen, ambos se balancean suave, Mangel tarareaba.
En el cielo, pasó una estrella fugaz, ›pide un deseo‹-, dijo el pelinegro.

—Quiero... Un beso bajo la lluvia—dijo sonriente Rubén, cerrando sus ojos imaginado la situación perfecta—. ¿Y tú?

Miguel sonrió.