Cupido me agarra por el brazo para evitar que me marche y siento como un rayo ardiente recorre todo mi cuerpo.
- Suéltame - le ordeno.
- ¿Sabes algo, verdad?
- No sé de qué me hablas.
- ¿Qué llevas en la mochila?
Hace más presión sobre mi antebrazo.
- ¿Ahora también revisas los bolsos de las chicas? ¿Qué piensas que se suele traer a una universidad? ¿Botellas de cerveza? ¿Conejos rosas? ¿Maquetas de naves espaciales?
- Déjala - escucho la voz de Henrie detrás de mí. ¿Qué hace? ¿Por qué no simplemente sigue el plan? Ahora nos volveremos locos y detrás de eso vendrá nuestra muerte.
- Lo que me faltaba. ¿Tú que eres? ¿El caballero que salva a la princesa de las garras del dragón? - Empieza a reírse. - A ver si somos tan valientes, decidme, ¿cuál es mi verdadero nombre?
- Asesino - le suelta Henrie.
No es el momento de decir lo que piensas, Henrie, sen cuidadoso, pero él solo se deja llevar por la rabia que siente.
- Bonita palabra.
Cupido me arrebata la mochila y la abre sin dejarme libre la mano.
- ¿Libros? - Cupido tira al suelo dos libros, una carpeta llena de folios, y tres bolígrafos, Henrie no tiene nada a su espalda. - ¿Qué clase de dios os han enviado para vengarse de mí? Incompetentes. - Henrie intenta acercarse a mí, pero él niega con la cabeza. - No os voy a disparar, sino a divertirme. Me la llevo un rato, espero que no te importe. Ahora no podrás decirle lo que sientes por ella.
Le guiña un ojo y lo último que veo es a Henrie intentando alcanzarnos. Cupido ha usado el teletransporte. Estoy perdida, creo que hubiera sido mejor que me lanzara una flecha. ¿Qué ha sido lo último que ha dicho? ¿Lo que sientes por ella? ¿Henrie? ¿Henrie y yo?
- ¿Te gusta el sitio?
Todo está oscuro, solo siento las manos de Cupido agarrando mis muñecas para que camine en la dirección que me ordena. Me obliga a sentarme en una silla de una amplia habitación prácticamente vacía.
- Bueno, quédate ahí quietecita, supongo que no serás tan tonta como para planear algo contra mí. Estás sola e indefensa, así que lo único que te queda es escucharme. ¿Te cuento la verdad? ¿Todo lo que ha pasado en el Olimpo? Ese no es lugar de dioses, sino de exclavos. Mi trabajo es lanzar flechas, armonizar el amor en el mundo y hacer feliz a las personas, pero también me culpan de que no les vaya bien el romance. Yo sé qué parejas encajan, lanzo la flecha, pero hay personas tan tercas que prefieren aguantar el dolor y sufrir con otra personas que ellas creen correctas en vez de acerme caso. De ahí los corazones rotos que después yo no puedo arreglar. El resto de dioses creen que mi trabajo es muy fácil, pero realmente no saben nada. ¿Piensas que me gusta ver a chicas llorar? ¿A hombres ignorados por la mujer que aman? Pues claro que no, soy el dios del amor. El resto de dioses me desprecian, dicen que soy el joven inexperto que se dedica a divertirse tirando con un arco de color rojo.
- ¿Por qué me cuentas esto? Yo no puedo solucionar los problemas que tengáis allí arriba, solo quiero que dejes de matar.
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Matar a Cupido
FantasyEmily y Mia son dos mejores amigas que no podrían ser más distintas, pero que les gusta el mismo chico, Henrie. Todo parece una historia normal hasta que ven la película: "¿Te lanzo otra flecha?", a partir de la cual, todo a su alrededor parece una...