Capítulo 22

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Cupido me agarra fuertemente del brazo:

- Dile adiós - me obliga a mirar a Henrie, de mis ojos empiezan a caer lágrimas que no cesan hasta que la vista se me nubla.

Cuando pienso que voy a desaparecer con él, que todo se convertirá en una pesadilla y que sería mejor estar muerta, escucho un sonido de flecha lanzándose. Primero pienso que iba dirigida a Henrie, pero al sentir menos presión en el brazo y poder moverme por mi propia voluntad, miro hacia Cupido, que cae al suelo. Muerto.

Giro mi cabeza en dirección de la procedencia del disparo y una chica rubia sujeta todavía el arco.

- ¡Mia! - Es ella quien corre hacia mí y me abraza más fuerte que nunca. - Nos has salvado la vida.

- Bueno, nosotros teníamos nuestras flechas disparadas por si fallaba - habla Guiller, que se acerca junto con Tom.

Ahora miro hacia Henrie, que parece que estuviera hipnotizado.

- ¿Henrie? - Estoy a unos centímetros de él y no me dice nada, apenas se mueve, con la mirada perdida en algún lugar que no consigo adivinar.

- ¿Qué pasa? - preguntan los chicos.

- No lo sé - empiezo a llorar otra vez, no estoy para bromas, hemos matado a Cupido, está en el suelo de la universidad, muerto. ¿Por qué Henrie está hipnotizado?

Le agarro la mano, está muy fría. Ahora parece que se mueve, se sienta despacio en el suelo y apoya la cabeza en la pared.

En este momento aparece Güim con unos matasuegras de colores:

- ¡Lo habéis conseguido! - Mira el cuerpo inerte de Cupido. - ¿Ahora ya no eres ni tan chulo ni tan guapo, eh? ¡Vamos a celebrarlo! - Niego con la cabeza.

Güim vuelve a poner su cara seria y se coloca a mi lado, observando a Henrie.

- Lo ha bloqueado.

- ¿Qué? - pregunta Mia.

- Ha usado algo parecido a la hipnosis, pero más duradero.

- ¿Cómo se soluciona eso? - exijo saber.

- No lo sé - confiesa Güim.

- No, no, no, no puede ser, hemos peleado mucho. - Sujeto la cara rígida de Henrie. - Tú me lo has dicho antes y no he tenido la oportunidad de responderte. Te quiero, y mucho, desde hace tiempo pero pensé que tú no sentías lo mismo. Te amo, no puedes quedarte así, necesito que me abraces, que todo vuelva a ser como antes. Te necesito a ti.

Acerco mi boca a la suya, sus labios están congelados, lo beso y siento como una mano me toca la espalda, parpadea y se inclina hacia mí, siguiendo el beso, ahora con más calor que antes.

- Yo también te necesito.

Ahora me abraza, y nuestros amigos se unen al achuchón.

- Vaya susto me has dado - le digo cuando nos separamos, ayudándolo a levantarse.

- Pues entonces creo que estamos en paz. Yo te escuchaba, pero no podía moverme.

- Lo mismo me pasaba a mí, - le explico - me obligó a decir que él era más guapo que tú.

- Pero yo sabía que eso no era verdad - sonríe y vuelve a besarme.

- Tortolitos - nos llama Güim, que está junto con Tom, Guiller y Mia alrededor del cadáver de Cupido.

- ¿Qué le vais a hacer? - pregunta Henrie.

- Nada, es un dios, su alma tendría que transportarse al santuario del Olimpo, pero como se ha portado mal, supongo que los demonios se encargarán de él.

- ¿Existen los demonios? - Quiere saber Mia.

- ¡Uy! Eso ya es otra historia. Hay muchas cosas que no conocéis y es mejor así. Yo y todos los dioses os estaremos agradecidos de por vida por vuestra ayuda.

- ¿Y no nos dáis nada? ¿Ni un premio? He matado a Cupido - presume Mia.

- Pero eso no se lo puedes decir a nadie si no quieres que te borre la memoria. - Le advierte Güim. - Lo que habéis ganado es poder elegir de quién os enamoráis, ya no tendréis a ese arquero molesto de por medio, sois libres.

Matar a CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora