Ya ha amanecido, apenas hemos dormido cuatro horas, pero la adrenalina se encarga de despertarnos.
- Buenos días.
- ¿Buenos? - pregunto levantándome.
- Hemos amanecido juntos, ¿ves cómo no ha pasado nada?
- Ha sido la probabilidad, voy a cambiarme.
Comemos algo los tres juntos y después cogemos el autobús.
- Nos sentaremos en sitios distintos - propongo.
- Parece una buena idea - me apoya Henrie.
Así que Mia se sienta al principio del vehículo, Henrie por el medio y yo en el final. Pasados unos segundos, el autobús para y más gente se sube a él. Para mi asombro, entre ellos veo a Cupido, sí en carne y hueso. Mi corazón empieza a palpitar cada vez más rápido cuando veo que se acerca a mí y ninguno de mis amigos se percata. Saco de mi mochila un libro y lo hojeo.
- ¿Está libre este sitio? - me pregunta el increíble dios con una voz muy masculina.
- Sí - vuelvo a centrarme en el libro, parece un chico normal, pero como sé que no es así, estoy atemorizada.
- Te noto nerviosa, tu corazón va muy rápido.
- ¿Qué? ¿Mi corazón? Bueno, es normal, ya sabes, los exámenes - señalo el libro.
- ¿Qué tal vas en el amor?
- Mal. Es decir, no encuentro el amor, y eso es frustrante - no puedo evitar tartamudear.
- Vaya, mira qué bonito se ve el mar desde aquí.
Hago caso a lo que me dice y observo tras la ventana unos segundos.
- Sí, hermoso.
Escucho a una chica gritar, mientras que yo no lo miraba, él había disparado y guardado el arco a una velocidad vertiginosa.
- Bueno, tengo que irme, esta es mi parada, espero volver a verte y que te vaya bien en el amor.
- Lo mismo digo.
Cupido se levanta y yo veo a Mia fisgar, seguro que ha visto el crimen. Cupido ya llevaba desde que tiró la flecha clavando los ojos en esa dirección, antes de bajarse del auto, saca de su mochila de piel marrón el arco y la flecha, apunta a Mia y dispara, después se va corriendo y las puertas del autobús se cierran.
- ¡No! - grito muy fuerte y corro junto a mi amiga, que chilla de dolor. Henrie se levanta también rapidísimo y se acerca a nosotras. - Mierda, mierda. - Las lágrimas caen por mis ojos. - Tenemos que sacarla de aquí.
Cuando se le pasa el dolor, se vuelve como un cuerpo sin vida, bajamos a la calle y la sentamos en un banco.
- Mia, háblame - le pide Henrie.
- Te amo Henrie, cásate conmigo - quiere rodearlo con sus brazos, pero Henrie le sujeta las manos.
- Analízala.
Saco de mi mochila la linterna y le apunto a los ojos con la luz azul. Diez segundos después parpadea y Güim aparece detrás de nosotros con sus alas escondidas.
- Le ha dado - me quejo.
- Eso es lo que pasa por no hacerme caso, os lo he advertido, ha mirado cómo Cupido le lanzaba la flecha a esa chica.
- ¡Pero si se sentó a mi lado!
- Pero tú has sido más inteligente, le has seguido el rollo.
- Menos mal que no te ha hecho nada - dice aliviado Henrie.
- Pero a ella sí - señalo a Mia.
- Vamos al piso donde vivís para que no nos vea nadie. - Al momento estamos allí. - Teletranspote, por desgracia Cupido también sabe hacer esto.
Güim saca unos aparatos y líquidos.
- ¿Qué son esas sustancias?
- Nada que vosotros conozcáis.
Mia está sentada jugueteando con su pelo y yo me acerco a ella.
- ¿Él no me quiere? - habla muy agudo y señala a Henrie, que está ayudando a Güim.
- Sí, mucho, por eso te va a ayudar.
Mia empieza a patalear en el suelo.
- ¡Güim! ¿Las fases del cupidamiento pueden variar?
- Sí, a algunas personas les dura más una fase que otra, ¿por qué?
- Porque creo que Mia ya está enloqueciendo.
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Matar a Cupido
FantastikEmily y Mia son dos mejores amigas que no podrían ser más distintas, pero que les gusta el mismo chico, Henrie. Todo parece una historia normal hasta que ven la película: "¿Te lanzo otra flecha?", a partir de la cual, todo a su alrededor parece una...