CAPÍTULO 5

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Entró a la sala del balcón, cómo el primer día había hecho, para limpiarlo de nuevo.

Pero nada más cruzar la puerta se quedó de piedra al descubrir quién se encontraba esta vez asomada al balcón.

La mujer se giró al notar su mirada y contempló al joven sirviente que la observaba.

-- Len, cuanto tiempo sin verte pequeño.

El chico seguía sin reaccionar mientras contemplaba a la mujer que alguna vez había llamado madre, antes de la muerte de su padre y su ida del palacio.

-- Re... Reina, disculpe mi insolencia.-- dijo entonces, volviendo en si, mientras hacía una reverencia y se giraba para irse.

-- Espera un momento.

El chico se paró en seco y se quedó allí de pie esperando las órdenes de la reina.

-- Kuro te lo dijo ¿verdad?

El chico asintió sin moverse del sitio.

-- ¡Girate a verme cuando te hablo!

Len pegó un chimpo del susto ante el arrebato de la reina y se giró de inmediato para verla. Sus largos cabellos castaños relucían a la par que sus brillantes ojos verdes.

-- No quiero que interfieras en el lideradgo de la princesa ¿de acuerdo?

-- ¿Por qué no la llama hija en lugar de princesa?

El chico no quería meterse en problemas pero necesitaba hablar de ese tema, quería oírlo de la propia reina, que no los quería. Necesitaba oírlo de ella para convencerse por completo.

La reina lo miró seria y severa pero su rostro se suavizó al ver la expresión desoladora del joven.

-- Len te di una oportunidad. Podrías haberte convertido en alguien grande, quizá en doctor, cómo deseabas de pequeño, o en maestro, pero en lugar de eso preferiste volver. No me hagas darte explicación sobre algo que no es mi culpa.

-- ¿¡Que no es tu culpa?! ¡Nos separaste! ¡Nunca te importamos por el simple hecho de no ser tus hijos biológicos a pesar de haber estado con nosotros desde nuestro nacimiento! ¡Solo te quedaste con Rin para manipularla a tu antojo y que gobernara cómo tu deseabas que lo hiciera! ¡Eres injusta! ¡Nosotros no tenemos la culpa de nada!

-- ¡Ya basta!

El grito de la reina devolvió al chico a la realidad. Ahora no era más que un plebeyo sirviente, no tenía ningún derecho a hablarle así a su majestad.

-- Disculpate ahora mismo. -- Le ordenó al chico.

-- Lo siento, no debí gritarle su majestad.

-- Arrodíllate.

El chico se percató de sus intenciones. Quería humillarlo delante suya. Quería que mostrara sus respetos y le diera su dignidad.

Len sin más remedio se arrodilló ante la reina con la cabeza gacha.

-- Discúlpeme su majestad, no debería haberle gritado, no volverá a pasar.

-- Besame los pies.

Los ojos del chico se empañaron. ¿Cómo era posible que le estuviera haciendo eso? Realmente su tío tenia razón, comprendió, esa mujer no quería a esos niños que alguna vez trató de hijos, solo los quería para su beneficio.

Len se inclinó y besó los pies a la reina. Eso le resultaba humillante, pero no tenía alternativa.

Todo sea por estar contigo y protegerte querida princesa.
Pensó el chico aun entre lágrimas.

-- Levántate y sigue con tus tareas. Y espero que esto te sirva de lección porque la próxima vez te mandaré al calabozo.

Y sin más que decir la cruel mujer salió de la estancia.

El chico se levantó y se quedó viendo la puerta, sus lágrimas seguían rodando por sus mejillas.

A veces se puede llegar a hacer verdaderos sacrificios por amor.
Y eso él lo sabia. Podría haberse negado y lo habrían sacado del castillo y podría haber encontrado un futuro mejor como todos le decían, pero en su lugar prefirió humillarse ante la reina para poder quedarse con Ella. Se dió cuenta entonces de que por Ella sería capaz de cualquier cosa. Dar su vida si hiciera falta. Ya no se trataba de cumplir la promesa de su padre, sino del hecho de querer proteger a su hermana de la arpía que tenia por madre.

The Servant Of EvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora