CAPÍTULO 8

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Mientras el joven sirviente estaba en el país vecino, en el castillo había ocurrido una desgracia o lo que debería haber sido una desgracia para el pueblo, cosa que no fue.

Rin se encontraba en esos momentos ollendo el sermón del cura mientras miraba la lápida de su madre bajar al ollo.

La reina había muerto, había sido una muerte súbita y sin razón aparente. Nadie sospechaba la verdad.

El veneno que la princesa había utilizado, al hecharselo en la comida, todavía reposaba en el cajón de su mesilla.

Ya no la soportaba más, sabia que su madre no la quería y solo le mandaba, le había quitado su infancia, la había destrozado de todas las formas posibles. Pero cuando le ordenó que hechara a Len del castillo o lo mandara al calabozo fue la gota que colmó el vaso. Era la muerte de su madre o su hermano en el calabozo y estaba claro cuál sería su decisión.

Ahora contemplaba el ataúd con un falso rostro de tristeza y luciendo un largo vestido negro.

El funeral duró todo el día. Ahora solo quedaba esperar al papeleo y seria la nueva reina.

Prácticamente había sido como matar a dos pájaros de un tiro, más bien tres. Se había desecho de su madre con lo cual sería la nueva Reina y con lo cual también había conseguido cojer todo el mandato en Len, es decir, que podría decidir en él cómo en el resto de sirvientes por lo que podría ayudarlo en cualquier caso, nadie podría hacerle nada.

Todo era absolutamente perfecto, no comprendía como no se le había ocurrido antes.

Lo que más le sorprendía de si misma es que no sintiera arrepentimiento por el hecho de haber matado a una persona, como le habría pasado a cualquier otro. Pero se trataba de su madre, la mujer que le destrozó lo que llamaba vida, asique tampoco le extraňaba.

The Servant Of EvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora