CAPÍTULO 13

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El joven sirviente se miró al espejo mientras con su mano se quitaba la goma del pelo dejándo su larga y rubia melena suelta, luego con una tijera se la cortó dejándola exactamente como él quería.

Salió de su habitación y fue a la de la Reina. Sabía que ella no estaría allí, probablemente se encontraría en la sala del balcón o en el jardín, sus dos lugares favoritos.

Fue a su armario y, de entre todos sus vestidos, cogió uno sencillo de los que solía usar ella para andar por el castillo. Se lo puso con dificultad, pues nunca había vestido algo así y también le resultaba incómodo, y tras doblar bien su ropa salió del cuerto con ella en mano.

Se dirigió a la sala del balcón y allí la encontró, como siempre asomada al balcón observando el paisaje con nostálgia.

-- Majestad.

La joven Reina se giró al oírlo y se quedó pasmada al verlo con uno de sus vestidos puesto y la que fue su larga melena ahora tan corta e igual a la de ella. En sus manos llevaba su propia ropa de calle bien doblada.

--¿Len qué haces con mi vestido puesto?

-- Majestad sabéis perfectamente lo que se aproxima, a pesar de que intentásteis ocultarlo ya me he enterado.

-- Me lo merezco, he sido una mala persona con todos...

-- Eso no es verdad, nadie se merece la muerte, ni hasta el más ruin pecador. Y se que usted es buena, tenéis buen corazón.

-- ¿Len que pretendes?

-- Por favor escape lejos querida majestad, tome mi ropaje y nadie la reconocerá. No sabrán este secreto de gemelos al final. Tomaré su lugar y nadie lo notará.

-- No Len, no lo haré, no dejaré que...

Pero él la interrumpió.

-- Cuando era pequeño, justo antes de que Padre falleciera, me hizo llamar para hacerle prometer que te cuidaría y protegería porque me necesitabas. Más tarde comprendí que el querer cuidarte ya no se trataba solo de la promesa a Padre, sino de que te quería demasiado como para dejarte sufrir, y me prometí a mi mismo protegerte siempre hasta con mi vida si hiciera falta. Por favor, déjame al menos cumplir esta promesa. Déjame hacer algo bien por una vez.

-- Len...

-- No queda mucho tiempo, sino huye ahora habré hecho esto en vano y me arrepentiré toda la vida.

Los ojos de la joven se empañaron mientras asentía con pena.

-- Por favor no llores, hago esto por ti, porque te quiero y quiero que seas feliz. Quiero que sonrías siempre, pase lo que pase, haz eso por mi.

Ella volvió a asentir y se limpió las lágrimas con la mano para luego mostrarle una sonrisa que por desgracia no llegaba a sus ojos. Cojió la ropa de Len y en cuanto este se retiró de la sala, se la puso.

Salió de la sala y el chico en la puerta la esperaba.

-- Sal por la puerta trasera, todos pensarán que seré yo volviendo al pueblo, si en un caso alguien te habla solo agrava un poco la voz y ya nadie notará el engaño. Te quiero Rin.

La estrechó con fuerza a lo que ella correspondió su abrazo.

Luego ella se fue para no regresar jamás al castillo.

***

El chico caminaba por el pasillo, no se acababa de acostumbrar al vestido que llevaba puesto.

-- ¿Estás seguro de lo que quieres hacer?

El chico se giró para ver a Marza sorprendido, luego recordó la posición severa de su hermana. Si quería que eso saliera bien tendría que comportarse como ella.

-- ¿Como te atreves a hablarme así? ¡Recuerda que yo soy tu superior!-- Exclamó intentando imitar a su hermana.

-- Len no disimules, se que eres tú.

El chico la miró sorprendido.

-- ¿Como lo...?

-- Porque una madre sabe distinguir a sus hijos, aunque estos sean completamente iguales.

Los ojos del muchacho casi se le salen de las órbitas ante lo que la mujer dijo.

-- No puede ser -- Negó con la cabeza -- ¿T... tu eres m... mi... nuestra madre?

Ella asintió con la cabeza.

-- Desde pequeños vuestro padre y yo siempre fuimos grandes amigos, puede que para mi algo más que eso. Cuando él me explicó su preocupante problema no dudé en otorgarle mi ayuda. Daría a luz a sus hijos, a cambio sólo deseaba poder quedarme en este palacio, aunque fuera como sirvienta, para poder estar cerca vuestra y velar por vosotros desde la sombra.

-- Pe... pero.

-- Pero luego Dallanel, el Rey, murió y la cruel reina decidió deshacerse de uno de vosotros. Sin embargo nunca he dejado de cuidaros. Estuve con Rin desde que nació y velé por ella todos los días.

-- Rin nunca estuvo tan sola y falta de protección como pensaba entonces. -- Confirmó el chico ahora con una sonrisa

-- Ni tú tampoco. A pesar de que te mandaron fuera del castillo yo de vez en cuando iba al pueblo a hablar con tu tío para ver como estabas. Y cuantas veces fui a verte directamente a ti a escondidas. Aun recuerdo los problemas que causabas de pequeño, que gamberro eras. ¿A quien se le ocurre ponerse a lanzar petardos al lado de una iglesia?

El chico soltó una carcajada ante su comentario. Recordaba ese día perfectamente. Había ido con su pandilla de amigos del pueblo al campo que estaba al lado de la iglesia y se habían puesto a lanzar petardos, el párroco los cazó a él y otro niňo y les dio unos azotes en el trasero con una vara para luego llevarlos de la oreja a sus respectivas casas y hablar con sus tutores. Por aquel entonces tenía 10 aňos y, como dijo la mujer, era un verdadero gamberro que siempre causaba problemas, como la mayoría de niños del pueblo.

-- Sí, era un caso en aquel entonces. Casi todas las tardes recibía las regaňas del tío Kuro y aun así volvía a armar una de las mías.

-- Pero al final creciste y te has convertido en un hombre hecho y derecho.

-- ¿Por qué me cuentas todo esto? -- soltó el chico de pronto.

La mujer lo miró con tristeza y los ojos se le llenaron de lágrimas que enseguida se limpió con la manga de su vestido.

-- Porque quería despedirme. Se lo que bas a hacer Len, y no te voy a detener, solo queria que supieras que sí tienes una madre y ella te quiere, al igual que a Rin. Os quiero con todo mi ser, sabelo siempre.

Los ojos del joven también se empañaron y no dudó ni un segundo en abrazar a la mujer con fuerza.

-- Lamento tanto no poder haberos cuidado como es debido, no haber podido estar con vosotros dandoos mi apollo en vuestros peores momentos.

-- Yo sí que lo lamento, pero ya no hay nada que hacer. Como tú me dijiste una vez: no se puede cambiar el destino, asique es mejor no probocarlo.

The Servant Of EvilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora