Louis estaba abrazándome por la espalda, besó mi hombro y se separó con suavidad. Una corriente de aire acarició mi espalda desnuda y me estremecí. Él se rio suavemente y me acarició la espalda con la yema de los dedos.
-Tienes muchos lunares -comentó, sin dejar de hacer recorridos imaginarios, causando que mi piel se erizara.
-Ya. Los odio -murmuré yo.
Era verdad. Odiaba mis lunares porque la gente siempre tenía pieles suaves y perfectas, sin una maldita mancha, y allí estaba yo, llena de puntos marrones. Desde adolescente los había aborrecido.
Louis me obligó a darme la vuelta y mirarle. Estaba serio, y no apartaba la mirada de mis ojos.
-No puedes odiar algo que es parte de ti -me dijo.
-Pues ya ves -respondí en un susurro, embaucada por el azul intenso que no se separaba de mí.
-Eres idiota -dijo de repente, y yo fruncí el ceño-. Muy idiota.
-Gracias, Louis, tus insultos me hacen sentirme mucho mejor, lo aprecio -dije sarcástica.
-Siempre he pensado que los lunares son los restos de nuestras vidas pasadas. El rastro de las cosas importantes que nos pasaron cuando éramos otras personas en otros tiempos. Apuesto a que este lunar es la marca que dejó un amor imposible -murmuró rozando un punto de mi espalda en el que debía haber una de esas manchas.
-No creo en otras vidas.

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treinta y seis lunares
FanficTrabajan juntos en el bar. Pasan las noches sirviendo alcohol y viendo cómo la gente se emborracha y se divierte. Y de día, se cuentan los lunares.