03 ; paranoid

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Me desperté sabiendo dónde estaba, con quién estaba, y lo que habíamos hecho. Estábamos espalda contra espalda, así habíamos dormido, y no pude evitar pensar en lo diferente que era esto a los libros o a las películas en las que había escenas parecidas, cuando la chica parece no recordar la noche. Yo lo hacía, hombre que si lo hacía. Había sido genial, increíble, y si el primer día ya me había fijado en el culo que Louis se gastaba, esa noche lo había disfrutado del todo.

No sabía qué hacer, él estaba profundamente dormido, y yo en una casa ajena en la que no había estado nunca. Así que decidí esperar a que se despertara, pero me cansé a los cinco minutos. Me levanté y fui a la cocina, que estaba tan desordenada como todo lo demás y me costó sudor y esfuerzo encontrar algo de comer que no hubiera caducado ya, como la mitad de los yogures de su congelador.

Ya con todo preparado, desayuné e intenté esperar a Louis, pero no despertaba y yo tenía que irme. Encontré un papel y un bolígrafo entre todo ese alboroto y le escribí una nota, aunque no sabía del todo qué decir.

"No te despertabas y me he ido porque tenía cosas que hacer. Creo que deberíamos hablar sobre lo que pasó anoche."

Lo primero que hice al llegar a casa, fue preguntarme cómo había dejado que algo así ocurriera con Louis. Era mi amigo, y tal vez eso generaba tensiones que no quería que hubiera entre nosotros. Ambos necesitábamos el trabajo, y como ya había dicho Doc, él no nos iba a cambiar el turno, y probablemente ningún otro lo hiciera.

—¿Dónde has estado? —preguntó mi madre cuando me vio, apoyada en la pared de la entrada—. Estábamos preocupados por ti.

Le sonreí y me encogí de hombros.

—Fui a casa de un amigo a ver unas cuantas pelis y acabé quedándome a dormir allí —murmuré desganada

—Podrías haberme llamado —murmuró ella.

—Estarías durmiendo —le dije, sonriéndole tranquilizadoramente—. Mamá, casi nunca salgo sola del bar, ¿vale? Hay cámaras de seguridad y dos gorilas. Creo que es más fácil que me pase algo mientras estoy dormida y tú trabajas.

No pareció tranquilizarla mucho.

—Sigue sin parecerme bien. ¿Tú sabes lo que ha podido estar pensado el pobre Rudy? —cuestionó con dureza.

Rudy, mi hermano de doce años, me había idealizado como a una segunda madre a falta de un padre, y se había vuelto algo paranoico desde que yo trabajaba de noche, al parecer, le encantaba ver series sobre crímenes y siempre estaba incordiando con que no era seguro que trabajara en un sitio como ese.

—Rudy es un enano paranoico, mamá —dije—. A propósito, ¿dónde está?

Ella me miró con recelo.

—Se ha quedado a dormir a casa de un amigo del colegio —dijo—. Pero tal vez deberías llamarle para que vea que no te ha ocurrido nada.

—Está bien —murmuré rodando los ojos.

Llamé y le aseguré a mi hermano que estaba perfectamente bien, y que todo había sido una falsa alarma, él pareció satisfecho y colgó rápido. Después de eso, me duché e hice los deberes de la escuela de idiomas. Había acabado el instituto, pero no teníamos para pagar una universidad, así que mi madre había pedido un ascenso (que gracias a Dios le habían concedido) y yo había buscado trabajo, aunque solo me lo habían dado en el bar, y trabajar en el 'Lollaby Club' para ahorrar era algo difícil, porque no hacía tanto dinero, aunque algo conseguía. Estaba estudiando español en la escuela de idiomas para ir a Madrid o a Barcelona a estudiar, porque las universidades en España eran mucho más baratas que en Londres, y según había escuchado, no eran malas. Aun así, no quería irme, seguía luchando por conseguir una beca que me permitiera ir a una buena universidad inglesa, no tenía que ser ni siquiera en la ciudad.

A la noche, cuando llegué al bar, Louis no estaba esperándome, y a la hora de tomar el relevo, todavía no había llegado, así que por un momento tuve la impresión de que me estaba evitando y de que no iba a ir a trabajar, pero no me di cuenta de que era una tontería. Él también necesitaba el trabajo por sus propias razones, y no iba a dejarlo por eso, igual que no iba a hacerlo yo.

Casi una hora tarde, Louis llegó al trabajo.

—¿Dónde estabas? —pregunté jadeando.

Desde luego, llevar la barra entre dos a esas horas era todo un reto, pero llevarla sola, era increíblemente complicado. Había gente quejándose allá a donde miraba, pidiendo bebidas a voz en grito y no podía ir más rápido de lo que ya iba.

—Tuve unos problemas, lo siento —dijo, ayudándome en seguida—. No le digas a Doc que llegué tarde.

—No lo haré, pero date prisa, anda —respondí.

treinta y seis lunares Donde viven las historias. Descúbrelo ahora