Capitulo 12

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—¿El amor de tu vida? —Dije confundida—.

—Sarah, mi amor —Dijo Paul acercándose a mi—. ¿Me recuerdas?

Su mirada cambió junto con el color de sus ojos, estos eran un negro odioso ahora eran un azul cielo, alegre.

—¡Aléjate de ella! —Interrumpió Ian—. Ni se te ocurra ponerle un dedo encima.

—¿Por que? —Ahora el se dirigía para la dirección de Ian— O ¿Acaso no recuerdas que ella fue... Mía?

—¡Mentiroso! —Grito Ian furioso—. Tu me la robaste y le borraste los recuerdos.

—Si, pero luego me la volviste a robar —Dijo—. Ahora es mi turno.

—¡Esperen! — Dije pero parecía que no me escuchaban—.

—Sarah, mi amor —Dijo Paul—. ¿A quien eliges?

—No tengo que elegir —Dije—. Porque yo ya elegí a Ian.

—Pero... —Dijo Paul—.

—Pero, si soy el amor de tu vida ¿Por que intentabas matarme —Me crucé de brazos—. Saben mejor me voy.

—Sarah espera —Dijo Ian—. Vamos.

Ian me tomo de la cintura y me alzó, extendió sus alas y voló. Ya no sabía en quien confiar, mi mundo se volvía a poner de cabeza. Cuando encontré la felicidad mi mundo volvió a cambiar, pero esta vez tenía a Ian para a parar todas mis dudas.

Mañana 20 de octubre, cumpliría mis 18 años, la fecha que tanto esperaba cuando era niña al fin había llegado, ahora para mi solo es un día más. Eso significaba que mi familia vendría a visitarme solo para aparentar, mis padres estarían presentes ya que tendrían el día libre y finalmente volvería a ver a mi único familiar que vale la pena, mi prima  Elizabeth.
Ella era como una hermana para mi, era dulce y amable pero ninguno de mi familia la apreciaba, solo veían perfecta a mi otra prima Lizzie.

—Llegamos —Dijo Ian bajándome—. Sarah, debo decirte algo.

—¿Que sucede ahora Ian? —Dije—.

—Nada —Parecía nervioso—. Mañana a la noche te espero bajo el árbol de cerezo que esta en el fondo de tu casa —Dijo yéndose—. Adiós.

—Adios —Sonreí y el me abrazo—.

—Pase lo que pase —Siguió—. Te amo.

—Y yo a ti.

La noche siguió tranquila, está estaba acompañada por una ventisca suave pero notoria. Yo estaba sentada en el porche, comiendo helado, y preguntándome que estaría haciendo Ian en este preciso momento. ¿Acaso estaría pensando en mi? ¿En Paul? ¿En su existencia?.

Subí a mi habitación y me dormí sin pensar en lo que me esperaba al día siguiente.

—¡Feliz cumpleaños! —Dijo mi padre entrando con un cupcake y una pequeña vela en sus manos—. Se que no es la gran cosa, pero tu madre quería dejar tu pastel para mas tarde —Dijo refiriéndose al pastel—.

—No sucede nada —Lo abrece—.

—Feliz cumpleaños —Repitió—. Ya estas tan grande, 18... ¿Ya nos abandonarás?

—A ti nunca papá —Sonreí—. Pero a ella si..

—Sarah —Dijo mirándome con regaño—. Están tus abuelos abajo.

—¿Mis abuelos o los padres de ella? —Dije—.

—«Los padres de ella» —Maldecí—. Tambien son tus abuelos, lo se son horribles y fríos y asquerosos y... Son unas personas de mierda, pero es lo que hay. Me voy abajo mi vida.

Me vestí y trate de bajar, mil cosas en mi cabeza me decían que no bajará las escaleras o mi cumpleaños se arruinaría.

Como siempre mis abuelos me dieron la mano cada uno y me felicitaron por mi fascinante cumpleaños numero dieciocho. Ellos me hacían recordar a mi madre, solo me inspiraban asco.

—Ya estas muy grande —Dijo mi abuela—. ¿Cuando te irás de la casa?

—Acaso Lizzie lo hizo —Dije—. Para su información su nieta perfecta sigue viviendo con sus padres.

Mi padre rio despacio, yo le seguí. Había encontrado el punto débil de mis abuelos, no te metas con su nieta perfecta, eso era seguro... Lo que ellos no sabían es que su nieta perfecta está en la cárcel hace tres semanas por robó.

El día de mi cumpleaños transcurrió aburrido hasta que llego la noche.
Me cambie y me puse un vestido color rosa y mi cabello recogido. Cuando acabe de arreglarme fui al fondo de mi hogar, debajo del árbol de Cerezo para esperar a Ian.

Cuando llegue el ya estaba y se encontraba vestido con un traje, muy formal, era perfecto.

—Estas —Dijo—. Bellísima.

—Gracias —Respondí—. Tu estas, realmente guapo —Reí—.

—¿Bailamos? —Dijo poniendo una canción que se me hacía familiar, en la radio estaba sonando «A Thousand years»—

Me tomo de la cintura y comenzamos a girar, comparados con mis pasos, los suyos eran prolijos y correctos, en cambio los míos eran torpes y sin sentido. Sentí sobre mi hombro como el sonreía y se le sentía feliz.
Tome su rostro y lo bese, lo bese como si fuera la última vez.

—Sarah —Dijo—. Me voy.

—Esta bien —Respondí—. Nos vemos mañana —Dije separándome de el y yéndome—.

—No —Dijo tomándome del brazo— Por un tiempo.

—¿Que? —Dije—.

—Cumpliste dieciocho —Dijo—. Esas son las reglas, ya eres mayor de edad y debo irme por un tiempo.

—¿Por cuanto? —Dije sollozando—.

—Para siempre. —Dijo.

Mi corazón se rompió en ese momento.

—Finalmente todos me abandonan.

—No te abandono porque quiero. Asi son las reglas.

Tenia razón, demasiada. Me dolia mucho, pero si lo amaba... Tenia que dejarlo ir.

 Él Ángel de la suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora