16. La verdad {R}

200 17 2
                                    

- Hey, ¿ya estás despierto?

Lentamente abrí los ojos, con pesadez. Mi cabeza dolía demasiado y mi estómago se encontraba en peores condiciones. No recordaba nada de lo que había pasado la noche anterior, ni siquiera dónde me encontraba ahora mismo.

- ¿Rubén? Dime que me puedes escuchar - susurró un hombre, demasiado suave para mi gusto.

¿Qué cojones había hecho? Esa no era la voz ni de Alexby, ni Mangel.

- ¿Dónde estoy? - pregunté con voz ronca.

Estaba demasiado confundido como para poder atar cabos y comprender mi situación actual. Ni siquiera me reconocía a mí mismo.

- Estás en mi casa. Soy yo, Robert. El amigo... - pausó por unos segundos, para luego suspirar con tristeza - el amigo de Cali.

Automáticamente al escuchar su nombre, todos mis sentidos cobraron vida y abrí los ojos de par en par, a pesar del dolor. Lentamente pude tomar consciencia de mi estado y me fui acercando a la realidad.

- ¿Robert? ¿Pero qué cojones hago en tu casa, tío? - lo miré con miedo, esperando por la peor respuesta que podía darme.

Pero en cambio el rió deliberadamente, de seguro había leído mis pensamientos. Y su risa sólo me daban más ganas de golpearle como por segunda vez en mi vida.

- No es nada de lo que piensas, tío. No soy de ese tipo de hombres, mira que estoy seguro de que me gustan las chicas.

Joder, mi orgullo crecía cada vez más. Era demasiado transparente para este tío.

- Te encontré anoche, fuera del que era el departamento de Italia.

Nunca me habían gustado los motes que se tenían el uno al otro, 'España' e 'Italia'. Joder, nunca pude ser así de cercano con ella. Siempre me llamó por mi nombre completo, ni siquiera me llamó "Rubius". ¿Tan impersonal era nuestra relación?

- ¿En serio? - susurré mientras tomaba mi cabeza con mi mano, tratando de aliviar el dolor que sentía.

- Sip, estabas borracho, llorando y gritando. Y para evitar que te vetaran del edificio, pues te llevé a mi apartamento, donde seguiste llorando y gritando hasta caer dormido.

- ¿Siempre contestas todo con tal facilidad y sin escrúpulos?

Y volvió a reír. Su felicidad me estaba amargando. Tenía unas ganas enormes de darle una buena hostia y dejarlo inconsciente en el piso, aunque me haya ayudado.

- Creo que sí, Calandra también solía recordarme aquello, supongo que no puedo hacer nada al respecto. Ni yo mismo me doy cuenta del hijo de puta que soy.

- Hey, vamos, no era como para que te trataras así.

Pero él se encogió de hombros con una gran sonrisa forzada en su rostro. Joder, me pregunto cuánto debe fingir al día para aparentar que está bien y así nadie se lo pregunte.

- ¿Necesitas algo para tu resacón?

Y como si mi cuerpo fuera un troll, mi cabeza comenzó a doler como jamás me había dolido antes en la vida. Había olvidado cómo se sentía tener resaca al otro día, desde que había conocido a Calandra, había dejado de beber y parrandear sin razón alguna. Supongo que ella me hacía tanto bien, como mal.

- No quiero ser una molestia - intenté ser modesto, pero eso sólo causó que él riera más.

- ¿Sabes? A pesar de ser famoso, eres bastante humilde y buena onda - se levantó de su posición y se dirigió a lo que creía era su cocina - entonces supondré que me odiabas por celos, nada más, ¿me equivoco?

Dos piezas [Rubius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora