11.1 Excesos {C}

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Doy vueltas en mi habitación, sosteniendo mi cabeza como si de una esquizofrénica se tratara, tratando de callar todos los pensamientos y voces que gritaban "Lo sabes".

Robert me miraba desde el sofá nuevo que mi padre había enviado desde Italia, con una cerveza en la mano, mirándome totalmente divertido por toda la desesperación por la que pasaba.

- No, no, y no. Me rehúso a a creer que es verdad - farfullé mientras revolvía mis cabellos con ambas manos.

- Lo siento, pero es verdad - murmuró mi amigo español, mientras volvía a beber de su cerveza.

Hace 1 semana, me había quedado donde Rubén, sin opción alguna, pues él había insistido demasiado luego de haberme resfriado, según él, bajo su responsabilidad.

Habían sido los días más incómodos de mi vida, y no por culpa de mi amigo noruego. Comenzaba a sentirme demasiado rara estando con él, quería simplemente abrazarlo, estar con él, hablar con él, hacer todo lo que pudiera con tal de involucrarlo a él.

- Detesto coger resfriados, me ponen - pausé para ver la expresión incrédula de mi amigo español, y luego suspiré - en serio me ponen empalagosa.

- Sí, claro. Es la cuarta vez que lo dices en el día.

Me resigné a sentarme a su lado y mirar al techo. Llevábamos más de una hora en mi habitación, sobre el sofá nuevo, conversando sobre lo mal "mentirosa" que era. Según Robert, me estaba enamorando de Rubén. Para mí era imposible, no sentía las mismas mariposas, o cosas cursis que sentía cuando tenía novio. Simplemente, me gustaba estar a su lado.

- Es divertido pasar tiempo con él, me hace reír, no es nada complicado.

- Ah, italiana, así empiezan todas las relaciones - dijo entre risas

- No tienes porqué asumir que sólo porque me hace reír, tiene que gustarme.

Robert rodó los ojos y se encogió de hombros. Lo entendí. Tener que aguantarme en mi histeria injustificada, tenía que ser difícil.

- Es tan sospechoso que te esfuerces en dejar en claro que no tienes ni sientes nada por el youtuber ese.

Bufé sonoramente y oculté mi rostro en mis manos. No podía más con esto, tenía que hallar una forma de salir de toda esta confusión e incomodidad.

- Ven, tengo unas botellas de vodka y ron en mi mueble, ¿te apetece tomar unos cuantos tragos?

Robert abrió los ojos absorto, olvidando la cerveza que yacía en su mano.

- ¿En serio? Tía, nunca te he visto beber.

- Pues ahora lo harás - tomé su cerveza y la dejé en el suelo. Luego la limpiaría si es que lo recordaba. Agarré su mano con la mía, y prácticamente lo arrastré conmigo al salón de estar. Lo hice sentarse en la mesa central de mi departamento, mientras yo buscaba las botellas que alguna vez Luziano me envió, creyendo que tenía los amigos suficientes para poder compartirlo.

Me detuve en mi ardua búsqueda, ante lo que había pensado. Era verdad. No tenía amigos, más que Rubén y Robert. Era la misma retraída asocial de siempre, la rara de Vicenza que había cambiado por culpa de...

- ¿Estás bien, Calala?

Mi corazón se paralizó y me volteé rápidamente, creyendo que era mi hermano quien me hablaba. Sentí una gran decepción, al ver a Robert con una ceja alzada y una notable expresión de preocupación.

Sí, me estaba comportando raro.

- Estoy más que bien - respondí esbozando la más falsa de mis sonrisas.

Dos piezas [Rubius]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora